Monerías...

Sakura hacía girar entre sus largos y finos índices una pequeña hoja con forma acorazonada que había arrancado del árbol que la hospedaba.

La frágil rama que le servía de asiento, como era de esperarse, se quebró después de un movimiento algo brusco, haciendo que la muchacha se diera contra el césped, provocando un golpe seco.

Antes de levantarse, atrapó su gorra y la colocó nuevamente sobre su despeinada cabellera. Se incorporó de un golpe y, al alzar la vista, su delicado y níveo rostro se tornó colorado. Había alguien allí observándola, una persona parada no muy lejos de donde ella se encontraba; seguramente había visto todo aquél desastre.

Hacía tiempo que no pasaba por el patio desde la vez en que los chicos y yo marcamos el terreno que usaríamos para la fiesta, miré mi reloj, ya casi debía volver a mis asuntos, giré la cabeza hacia mi lado derecho al escuchar un pequeño estruendo.

Caminé hacia el lugar esperando ver que lo había causado y solo me encontré a una joven chica colocandose una gorra, con un pequeño raspón en su mejilla, noté que me había visto y me acerqué.

-¿Estas bien?-pregunté cuando estuve lo suficientemente cerca como para que me escuchara.

Cuando vio al joven acercarse, comenzó a limpiar su ropa oscura con rapidez. No le importaba de que estuviese sucio, pero le servía como distracción.
-S-sí... estoy bien- respondió en tono neutral, fingiendo estar muy concentrada en sus jeans. -Gracias.- agregó precipidamente, con una voz inconscientemente ahogada. Repentinamente había comenzado a sentir un fuerte dolor en la espalda.

-Segura no te pasó nada?-enarqué una ceja mirandola limpiarse, no parecía estar muy bien aunque físicamente no presentara ninguna herida de riesgo, -si quieres te acompaño a la enfermería-gané su atención, pero me miraba de forma un tanto confusa, -por el corte-expliqué señalando mi propia mejilla.

Le miró de una manera un tanto confusa no por lo de la enfermería, sino por el hecho de que no la hubiera confundido con un chico. Sus rasgos se volvían cada vez más femeninos y lo aborrecía.

Observó a su mano manchada con sangre después de pasarla por su mejilla izquierda. Aparentemente, poseía un corte no muy profundo, pero de todas maneras era riesgoso, ya que podía infectarse.
-Yo... No tengo nada- murmuró, rechazando su propuesta sin dudar.
Con algo de esfuerzo, pero esmerándose por disimularlo, tomó asiento al pie del mismo árbol que antes estaba trepada. Frunció su nariz en un gesto de dolor al apoyar su espalda en el tronco. Probablemente estaría toda raspada.

Le miro por un instante con el ceño fruncido, pero suspirando niego con la cabeza y relajo mi semblante.

-¿Entonces supongo que no te molestará que mira eso, no?-dije y sin esperar su respuesta me arrodillé junto a la niña y saqué un pañuelo del bolsillo trasero de mis pantalones, le tomo por el menton con cuidado y levanto su rostro para ver mejor esa mejilla y palpo con cuidado sobre la herida, haciendo que el pañuelo absorbiera la sangre y la limpiara de paso, -será necesario un poco de alcohol si no quieres que se infecte-le informé.

Se hizo un poco hacia atrás cuando el otro rozó la herida con su pañuelo, pero después dejó que la limpiara mostrándose bastante dócil.
-No se preocupe, ya le dije que no es nada- afirmó. -¡Auch!- se quejó, después de intentar sonreír. Había sido una muy mala idea, ya que lo mejor era que dejara de forzar aquella mejilla.

-¿Ves que si te duele?-le sonrío con suavidad, no es la primera vez que me encuentro con alguien que quiere aparentar ser fuerte ante los demas, -disculpa, soy un mal educado-vuelvo a sonreír, -mi nombre es Aldric-le ofrezco mi mano.

Se sonrojó sutilmente cuando habló sobre la fortaleza. En realidad, ella no quería hacerse nada, sólo quería evitar preocupaciones y molestias a quienes no le correspondían.
-Soy Sa... llámeme simplemente S- murmuró, tomando la mano del hombre con la suya pequeñita, y estrechándola con torpeza.

-¿S?, es un nombre peculiar, no crees?-reí suavemnete por la ocurrencia, estos niños se ingenian cada cosa... -a ver, antes dijiste Sa.. es algo así como Sa-chan, así te llaman tus amigas?-

-No...- respondió con simpleza, negando un par de veces con la cabeza. -Sólo "S", eso de "chan " no me agrada- explicó, frunciendo ligeramente el ceño. -¿Es usted un profesor?- cuestionó con algo de interés, examinándole con disimulo. Claramente no era un estudiante.

-Pues no exactamente-respondo a su pregunta evitando contestar cual es mi profesion dentro de la escuela, los niños parecen temerle, -y porqué no te gusta el "chan", eres una niña linda, a las chicas lindas se les pone el chan-sonreí con gracia.

Su rostro volvió a tornarse del color de un tomate cuando el otro la elogió. Detestaba profundamente ese tipo de cosas, la ponían sumamente incómoda. Pero lo que más le molestaba era que la llamaran "niña".
-Simplemente S- replicó tajantemente, en un tono más frío del que hubiera deseado. -Y no me evada... ¿qué está haciendo aquí?- cuestionó, esta vez más directamente.

Lavanto mis manos frente a mi pecho en son de paz, con una gesto bastante divertido en el rostro.

-Bien, S-remarco, -soy psicologo de la escuela y una especie de tutor para algunos chicos-sonrío y la mira de reojo, -y tu eres una estudiate de que curso?-

Sonrió al ver el extraño gesto que el otro tenía, conteniendo la risa. Asintió cuando el otro se había rendido a llamarla S; ya le estaba callendo mejor.
-Yo estoy en cuarto año- respondió observando al mullido césped que crecía debajo de ellos. Sopesó un momento sus primeras palabras, para luego preguntar: -¿Me estás analizando ahora?- con el ceño fruncido.

Reí de buen humor por su pregunta, por qué será que no me sorprende?

-No, ahora no estoy trabajando-sonreí mientras arrancanba una cuantas hierbas del cesped verde y brillante, -por qué?, quieres que lo hagas?-cosco cual será su posible respuesta pero igual pregunté, ademas de que sería interesante escucharla.

Hizo un pequeño gesto de dolor al hacerse hacia adelante. Otra vez había forzado a su cuerpo, y le estaba rindiendo cuentas; la próxima se subiría a una rama más gruesa (jamás dejaría sus aventuras por un "pequeño" raspón).
-Mhm... Creí que los psicólogos analizaban todo el tiempo. En un acto inconsciente claro...- comentó, pensativa. -Puede hacer lo que quiera- respondió, mirándole directamente a los ojos. -Su opinión sobre mí no me afectaría mucho-.

-Ya veo-murmuré observando primero con fijeza, luego desvié la vista para solo mirarla de reojo, -supongo que tiene razón, después de todo no me conoces y mi opinión sobre ti a de ser irrelevante todavía-comenté con una sonrisa, -sin embargo en algo te equivocas, los psicologos si analizamos, todo, situaciones, actitudes y hasta las costumbres de nuestros pacientes, pero sólo de nuestros pacientes, no crees que sería muy pesado hacerlo todo el tiempo?-dije y miré el cielo en espera a su pregunta.