Mal asunto (Yu)

Tras un amplio bostezo me froté los ojos con la mano, dejando una nueva mancha de color verde en mi cara. Abrí los ojos y eché otro vistazo al cuadro de pintura aún húmeda en el atril. Después de lo de la última vez no había vuelto a faltar a clase, pero en su lugar había dejado de lado mis prácticas físicas sustituyéndolas por la pintura. Ahora el cuadro estaba prácticamente terminado, tal vez le faltaban algunos brillos aquí y allá, pero incluso así me pareció que me había superado en este. Una versión mucho mejor del primero en papel. Con unos detalles más estaría listo.

Un maullido a mi derecha reclamó mi atención y me giré sobre el taburete para mirar a Ame.

-Sí, sí, ya va... Enseguida te doy de comer...

Me agaché bajo la cama y saqué su bol para echarle algo de la comida enlatada. Ame bajó de la cama para servirse y una vez satisfecha el hambre me dirigió una mirada reprobatoria, graciosa en un animalillo. A veces parecía más lista que muchos de mis compañeros de clase. Siguiendo su indicación yo también me miré. Casi me saca una sonrisa la ropa llena de manchas.

-Lo sé, necesito cambiarme de ropa.- siguió mirando.- Bueno, y lavarme también.- admití consciente de que mi piel mostraba numerosos tonos de colores.- Pero, ¿verdad que está quedando bien?- la cogí para levantarla a la altura del cuadro y le cogí la pata cuando intentó tocar la imagen.- Ah, no, o seremos dos los que necesitamos un baño. Es un dibujo, no el real, Ame. Yo también le echo de menos...-murmuré.- Pero todo estará mejor así, creéme.- le rasqué suavemente detrás de la oreja.- Veamos...

Dejé a Ame de vuelta a su nicho bajo la cama y me metí al cuarto de baño con una muda limpia. Al cabo de diez minutos salí mejor arreglado y con una venda nueva en la frente. Aún así, Ame seguía pareciendo encontrarme algo deficiente, y yo sabía el qué, pero no podía hacer nada con eso. Especialmente mimosa comparada con otros días, Ame me tiró del borde del pantalón vaquero.

-Vaya, ¿quieres salir? Está bien... Ahora la biblioteca debería estar vacía... Casi anochece y los sábados por la noche los otros salen por ahí... Así que campo libre, ven aquí.

La recogí y salí de la habitación.

Tu respiración normalizada sobre mis labios. Me incliné un poco hacia ti, acariciando mi nariz con la tuya. Cerré los ojos, disfrutando del contacto. Calidez. Te extrañé. Extrañé tanto sentirte tan cerca... Y ahora por fin podíamos rozarnos, podía sentirte, tan irreal... Ladeé el rostro. Ofrecimiento. Obtuve la respuesta deseada. Aceptación. Tus labios me buscaban, tan cálidos, tan tiernos. Jugaban y aunque no podía verlos, sabía que sonreían deliciosamente. Correspondí tus roces y al instante después, fundirnos. Volvía a derretirme solo para ti. Me buscabas incesantemente, el tiempo corría y solo avivaban tus fuerzas. El tacto de unas manos traviesas me hizo estremecer. Tus caricias sobre mi piel, tu respiración irregular sobre mi cuello. Estaba a tu merced...

El agradable calor que me envolvía empezó a desaparecer, poco a poco iba helando mi cuerpo. La estancia estaba en un completo silencio, que hacían doler mis oídos. Y lo que más dolió... estaba vacía.

Aún sin abrir los ojos, empecé a comprimir lentamente mi cuerpo, moviéndolo sobre las sábanas, intentando no hacer ruido, quedando de lado, abrazado a mi mismo, buscando protección. Mis ojos dolían por estar siendo fuertemente, sin ningún cuidado, mis párpados solo querían evitar que se escapasen las lágrimas, las cuales, a pesar de la presión, empezaban a deslizarse.

Dios... como odiaba soñarte. Como odiaba volver a recordar lo que vivimos y que nunca más volveré a tener. Como odiaba por un momento creer que te había recuperado. Y como odiaba las noches en las que volvías a desvanecerte.

Me levanté de la cama, aún con el cuerpo dormido pero necesitaba dejar de pensar o acabaría induciéndome en un agujero negro y sin retorno.

Eché un vistazo a la otra cama, desocupada. Era ya de madrugada. Christian llevaba sin aparecer desde la otra noche que se marchó enfadado, sólo le vi la noche anterior durmiendo pero para cuando volví, ya no estaba. Temía que siguiese con su enfado aunque normalmente desaparecía un tiempo y después volvía como si no hubiese pasado nada. Definitivamente, no debería de preocuparme tanto... seguramente haya salido con sus amigos.

_____________________


Me incorporé del mugriento colchón que se me hacía clavarme los muelles que al mínimo movimiento rechinaba. Quedé aún lado de la cama, aún sentado sobre éssta, sin dirigirle una sola mirada o palabra a mi acompañante que aún seguía tendido. Mientras, yo volvía a vestirme, dándole descaradamente la espalda, deseando irme de allí cuanto antes. Me había desilusionado... Tenía buen cuerpo, una cara linda y un culo de muerte, justo como a mí me gustaban. Parecía interesante, aunque desde el primer momento me decepcionó que se dejase conquistar tan fácilmente, me esperaba algo más difícil, algo más interesante. Aún así creí que valdría la pena tenerlo debajo de mi cuerpo, pero había resultado un tremendo desastre. No había sido capaz ni siquiera de darme un buen polvo.

- Es que era tu primera vez, ¿o qué? - le dirigí al final la palabra, cabreado porque no parecía dispuesto a decir nada, al menos podía pedir disculpas... No era normal que no hubiese estado todo el rato ausente y yo hubiese tenido que hacerlo todo. Y para colmo, no había durado ni diez minutos...

- Lo siento... Acabo de contar con mi novio - reveló como si de verdad eso me importase algo.- Y estoy demasiado borracho, no me sienta bien beber tanto...

- Y que lo digas... incluso hubiese sido más placentero hacerlo con un muñeco hinchable... Ahora entiendo a tu novio - terminado de vestirme, me dirigí hasta la puerta, ignorando las voces que empezó a pegar el molesto chiquillo, no tenía ganas de escucharle... Crucé el marco de la puerta y antes de cerrarla, sentí como algo se estrellaba contra ésta. Maldito crío...

Al final del pasillo pude encontrarme con toda la muchedumbre de gente bebiendo y fumando por todas partes y algunos entrando y saliendo de los cuartos. De repente se me hicieron tan molestos... Entre toda la gente logré localizar Byung, amigo y propietario de la casa. Me acerqué hasta él, sin importarme interrumpir su charla, mirándole con la cara de pocos amigos a la que él ya estaba acostumbrado.

- Oye, me largo, estoy harto de esta gente - le informé pues entre todos, era la única persona que me importaba al menos un poco. - Y para la próxima, preséntame a uno que no se canse a la primera ronda, fue patético... Joder, y encima ahora tengo más ganas de antes... - hablé para mí mismo, cada vez más irritado. - En compensación, me quedo con esto - le arrebaté el porro que recién había encendido antes de que pudiese llevárselo a los labios, ganándome la mirada de su rostro atónito.

- Oh, disculpe si no he sabido cumplir los deseos del señor - contestó con sarcasmo, sin prestarle mayor atención, dedicándome a fumar - fue lo mejor que encontré, según como me lo describiste... No creas que haya demasiados pelirrojos como para elegir. Si tantas ganas le tienes al mocoso ese, tíratelo de una puta vez... Duermes todos los días a su lado, no es tan difícil - se encogió de hombros, desde luego, no tenía ni idea de lo que estaba diciendo. - Además no es normal verte tan obsesionado solo por un culo teniendo más para elegir... No puede ser que esté tan bueno como para no dejarlo escapar. Voy a tener que pedirte que me lo presentes y todo - dijo con una asquerosa sonrisa en su cara que deseé borrársela por atreverse a decir algo así.

- Está mejor que cualquiera al que tú pudieses aspirar en la vida... No soy tan descerebrado como presentarle a un pervertido como tú. No quiero tener que partirte la cara porque le pongas las manos encima... Ah... Y no vuelvas a darme consejos de lo que tengo que hacer - le advertí más enfadado aún - me tiro a quien yo quiero y cuando yo quiero - concluí buscando la salida para largarme de ahí, sin despedirme siquiera ni esperar ninguna respuesta de su parte. De todas formas, él no era nadie para opinar, no sabía nada... Si fuese tan fácil, ya lo habría hecho

Mi dedo recorrió las estanterías sin encontrar al principio ninguno interesante, mientras Ame se revolvía dentro de mi chaqueta intentando bajar al suelo. Le instéa esperar un poco acariciándole la cabeza mientras seguía buscando entre la sección de novela fantástica. Mejor salirse un poco de una realidad tan desagradable.

Finalmente saqué de entre los libros uno del que había leído en alguna parte, con buenas críticas. Mis ojos se deslizaron por el título de "La reina sin nombre", en una primera ojeada distinguí referencias celtas.

-Ya voy, ya voy...

Me acerqué al sillón de siempre y dejé que Ame se escurriera de mi chaqueta para pasear por el sofá. Era ya algo tarde, pero no tenía sueño aún. Mientras Ame se entretenía con los hilos sueltos de la moqueta abrí el libro y comencé a leer. Las páginas psaron rápido, y el sueño llegó inesperado. Reticente a caminar de vuelta a la habitación, preferí acurrucarme en un lugar tan confortabla, al calor de la chimenea...

Pronto me quedé dormido, y Ame seguía jugando con la moqueta que cubría el suelo de la biblioteca.

Conduje de vuelta al instituto en moto ya que la casa de Byung quedaba bastante lejos y pasaba de volver andando hasta allí. De todas formas, no había demasiado tráfico a estas horas y podía confundir perfectamente después de haber consumido cualquier sustancia. Además no quería perder el tiempo, quería llegar cuando antes, ya que inexplicablemente tenía ganas de ver a Yu, hacía bastante que no sabía de él... Por primera vez sentí pánico de no hacer nada teniendo a Kei al acecho y sabiendo que en cualquier momento, podría quedarse con él y eso era algo que mi orgullo no permitiría... así que presioné aún más el acelerador, no queriendo esperar ni un minuto más de la cuenta.

Aparqué al fin cerca del edificio, en algún lugar que seguramente mañana olvidaría ya que después de bajar y quitarme el caso, empecé a sentir la cabeza flotar. Creo que había bebido casi más de lo que solía hacer pero es que llevaba un día de perros que empezó desde el momento en el que apareció Kei y su maldita charla. Ese cabrón... aún seguía doliéndome la jodida espalda.

Iba por los pasillos con la idea de volver directamente a la habitación cuando me extrañé de escuchar unos pasos no muy lejos de mí. Me acerqué un poco más, vislumbrando una figura en el tenue pasillo escasamente iluminado con las luces de emergencia de noche. Justo ahora parecía entrando a la biblioteca, intenté fijarme más en su rostro con detalle, extrañándome porque creí haber visto a Yu. Le seguí para comprobarlo, atónito de encontrarle a estas horas aquí cuando él no solía salir de la habitación a estas horas y menos solo. No se que le habrá traído hasta aquí...

____________

Me di la vuelta rápidamente, asustado con el corazón en la garganta cuando al intentar cerrar la puerta algo me lo impidió, sintiendo una respiración a mis espaldas, dispuesto a darle cara a quien me había asustado de esa manera

- Ah... Christian, eras tú... - susurré aliviado al reconocer su rostro iluminado parcialmente, un poco más tranquilo porque no fuese ningún extraño

- Perdón... ¿Te he asustado? - preguntó con un tono de voz un tanto extraño, más ronca y enrojecida de lo normal que me provocó cierto escalofrío al escuchar.

- Es sólo... que no esperaba que hubiese alguien por aquí - reí nerviosamente al notar su rostro exageradamente cerca del mío, casi podía decir que su nariz estaba rozando la mía. Inspiré profundamente intentando calmarme, cuando un desagradable olor llegó hasta mi cerebro que reconoció como alcohol y lo que parecía ser tabaco. Me alejé un poco de él, buscando un poco de espacio y entrando de paso a la biblioteca, seguido de Chris, que cerraba la puerta a nuestras espaldas.

- ¿Y qué haces aquí a estas horas? ¿No deberías de estar en la habitación? - preguntó arrastrando las palabras, recargado sobre la gran puerta de madera mirándome con los ojos entrecerrados, con un brillo aún más extraño que su voz.

- Es que... no podía dormir - me giré quedando de cara con la estantería más cercana, huyendo de su mirada, haciendo como que leía los títulos en busca de algún libro. Al menos, por suerte, parecía no estar ya enfadado. - ¿Y tú que haces aquí? - devolví la pregunta poniendo esfuerzo en poder decirlas todas seguidas y sin tartamudear. ¿Pero qué me pasaba...? Nunca antes me había puesto nervioso con él... Supongo que será causa del susto anterior.

- Pasaba por aquí cuando te vi entrar... - sentí como se movía lentamente por el golpeteo de sus zapatos contra el suelo. - Venía de una fiesta en casa de un amigo... pero sin ti no era lo mismo. Te extrañaba... - confesó cuando se paró justo a mis espaldas, impidiendo que pudiese darme la vuelta por la cercanía, además de que mis mejillas se ruborizaron al escuchar lo último. Se estaba comportando muy raro... - Pero dime... ¿por qué no podías dormir? - seguía interrogándome, no dejándome tiempo a decir nada acerca de lo anterior.

- Yo... tuve una pesadilla - más bien la única pesadilla fue despertar - incluso en sueños me atormenta... no puedo dejar de echarle de menos, Chris... - admití arrepentido, avergonzado porque no pudiese lograrlo, porque sé que algún momento lo intenté... pero tenía que saber que lamentaba no poder hacerlo como él me había aconsejado.

- Claro que puedes... Y yo puedo ayudarte a que lo hagas - mi piel se erizó cuando sus dedos rozaron de improviso mi cuello, en caricias poco usuales en él. Esta vez, me di la vuelta haciendo que se detuviese aunque quedé cara a cara con él, que no abandonó su penetrante mirada. Sus palabras me habían desconcertado y no sabía que quería decir con ellas.

- Chris, yo... - intenté explicarle que no necesitaba ningún tipo de ayuda cuando sus dedos se posaron delicadamente sobre mis labios, haciéndome callar.

- Shh... no digas nada - sus dedos descendieron cada vez más, pero sin detener el contacto, terminando sobre el borde del cuello de mi camisa, tirando ligeramente de esta hacia abajo. Pero lo que verdaderamente me sorprendió y pudiendo incluso haber seguido creyendo que seguía soñando, fue cuando inclinó su rostro, apoyando su barbilla contra mi cuello y sus labios y dientes empezaron a juguetear con el lóbulo de mi oreja.

- ¡¿Christian, que...?! - antes de que pudiese continuar, de nuevo fue detenido por él, estaba vez con su otra mano libre logró cubrir toda mi boca, acallando mis posibles gritos. Se separó para verme con un poco de ira contenida en sus ojos por haber alzado la voz.

- No tienes que gritar... Relájate y sólo disfruta. Te aseguro que después de esto no volverás a recordar ni su nombre de tantas veces que te haga gritar el mío... - pero ya era imposible que pudiese calmarme, mis ojos brillaban con miedo, aún con la boca tapada que no fue más que liberada cuando empezó a ser invadida fuertemente aprisionada con sus labios, mordiendo con brusquedad para abrirlos y conseguir adentrar su lengua forzosamente en mi boca, buscando la contraria que le huía pero aún así, no podía soltarme del agarre. Intenté alejarle con mis manos pero seguía siendo inútil. Empecé a golpear su pecho incesantemente cada vez más agobiado y aprisionado entre su cuerpo y la estantería. Unas saladas lágrimas se deslizaron por mi mejilla... no me dejaba escapar...

Al fin se separó, después de dejar mis labios rojos e irritados por el trato tan brusco. Sin duda, no era igual que cuando lo hacía Kei... Chris nunca podría reemplazarle. Pero... ¿por qué hacía eso? Él no era así...

- Christian, por favor... ya basta - intenté hacerle entender pero no recibí ninguna respuesta, prácticamente, parecía que no me había escuchado siquiera y eso provocó que las lágrimas siguiesen cayendo, sumido en un llanto que era completamente ignorado - por favor, para... estás borracho - mi voz era cada vez más ahogada.

- ¿Borracho? ¿Crees que esto es una simple borrachera? No, Yu, no... Esto lo has provocado TÚ... Tanto tiempo deseé esto... Tanto tiempo te esperé... Pero tú sólo sabías verlo a él - me devolvió la mirada fríamente, cargada de odio. - Yo no era nada para ti, me ignorabas como a una mierda ¡Ahora me toca a mí hacer lo que me de la gana! Ese capullo no me va a ganar... No tienes ni puta idea lo que he tenido que soportar. Cada vez que me venías feliz contándome como te habías liado con él y ahora tenía que ser yo el capullo que te consolase cuando él te mandó a la mierda... ¡No voy a dejar que me tomes por un imbécil! - antes de que pudiese reaccionar, estampó su puño contra mi mejilla, haciéndome perder el equilibrio por no haber visto llegar el golpe. Choqué accidentalmente mi cabeza contra los libros antes de caer al suelo.

Me cogió de la camisa, arrastrándome hasta apoyarme contra la pared con fuerza, volviendo a pegar su cuerpo al mío. Aprovechó mi aturdimiento para continuar con los besos, sin dejar tiempo para reponerme ni oportunidad para defenderme. Todas mis fuerzas habían sido anuladas, sino de por sí las suyas eran mayores, ahora la diferencia era mayor después del golpe que había nublado parcialmente mis sentidos, siendo escasamente consciente de lo que paraba a mi alrededor.

Sólo sentía como su lengua no dejaba de jugar con todo a su paso, invadiendo constantemente mi boca. Sus caricias descendían aún más. Intenté incorporarme de repente al sentir sus manos colarse bajo mi camisa, acariciando mi piel, buscando desprenderse de la tela. Intenté oponerme, forcejeando a pesar de mis pocas fuerzas. Cansado por mi insistencia, volvió a golpearme, esta vez empecé a sentir un sabor metálico sobre mis labios. La camisa acabó perdida y desgarrada en algún lugar perdido, dejándome descubierto y con únicamente con el colgante sobre mi pecho. El regalo de Kei... Noté como la mirada de Christian se enfurecía aún más al identificar el objeto, tirando de él con tanto fuerza como para romper la cadena y tirarlo como si fuese una basura. Empecé a golpearle con más fuerza que antes, gritando y llorando a la vez. Quería ir a por el colgante, lo necesitaba... ¡Era la único que me quedaba de él!

- ¡Suéltame! - vociferé cuando me aprisionó ambas mano por encima de la cabeza, sin poder soltarme, mientras seguía dedicándose a morder punzantemente mi piel. - ¡¡Ahh!! - grité con dolor cuando sus dientes se clavaron sobre mis pezones sin delicadeza.

No podía... No podía quitármelo de encima y él estaba completamente ido, no iba a parar... Las yemas de sus dedos se encontraban tanteando ya el borde elástico del pantalón, con claras intenciones... Llegó el momento en el que mi mente llegó a la conclusión de que la única forma de escapar sería encontrar ayuda...

- ¡¡¡Por favor, alguien me ayude!!! - un tercer golpe, suficiente como para dejarme sin habla por un buen rato.

- ¡¡Cállate de una jodida vez!! ¡Nadie va a venir a buscarte! ¡Aunque te escuchasen, la gente ignorará tus gritos de niñita! - sabía que tenía razón... nadie vendría. Pero no podía ser así, esto no podía estar ocurriendo. Por favor, que sea otra pesadilla... Quiero despertar, quiero despertar, quiero despertar...

Mi cuerpo flotaba ingrávido en un espacio de natureleza parecida a la del agua, trasparente e iluminada por la luz de un sol lejano. Todo alrededor era cálido y estático, envolviéndome en un sentimiento de quietud y descanso largamente necesitado. Suspiré y todo se llenó de burbujas que me hicieron cosquillas en la piel tibia. Aquí, en este lugar alejado de todo, en la frontera entre un mundo y otro, arropado en sueños que borraban de mi mente el mundo real, era el único lugar en que mi mente podía, muy raramente, encontrar paz desde hacía tiempo.

Abrí los ojos y suspiré de nuevo. Me vi reflejado en una de las burbujas y vi lo que cualquiera vería en mi expresión. Incluso en este lugar protegido de las preocupaciones y miedos mis ojos seguían marcados por mis penas. Volví a cerrarlos, no queriendo saber nada de mí mismo. Solo quería quedarme allí siempre, flotar eternamente en la nada sin necesidad de despertar.

Súbitamente la superficie de mi pequeña esfera se agitó y se rompió la clara transparencia en miles de ondas. Las vibraciones sacudieron mi refugio y todo pareció arremolinarse a mi alrededor, como si alguien hubiese quitado el tapón comencé a virar sin control y el agua pasó a ahogarme. ¿Quién me arrancaba de esa deseada paz con tanta brusquedad? ¿Quién me impedía perderme entre las ensoñaciones de que todo estaba correctamente? ¿Quién...?

¿...Quién gritaba?

Inspiré hondo de golpe, abriendo los ojos y casi cayendo del sofá al despertar bruscamente. Parpadeé confuso mientras me incorporaba. Habría jurado que alguien gritaba... Me apreté el puente de la nariz con los dedos y apreté los ojos tratando de centrar mis pensamientos desordenados. Sabía que había bajado con Ame a buscar un libro y relajarme un poco si pudiera en la biblioteca... ¿Me lo habría imaginado? Pero algo debía haberme despertado...

Me puse derecho al escuchar un nuevo grito, azuzado por un mal presentimiento. El reconocer la voz de Yu terminó de espabilarme. ¿Qué hacía aquí? ¿Estaba en peligro? Mi razón y mi parte rencorosa me recordaron amargamente que no debería meterme, que alguien más tendría que ayudarle, se suponía que yo no debía meterme más en su vida... Pero era tarde, a estas horas nadie oiría nada... Joder...

Me levanté todo sigilo y cautela con un silencio largamente aprendido desde la infancia. Deslizándome entre las estanterías me acerqué al origen del ruido, ahora podía oír el caer de algunos libros de algún estante, probablemente por forcejeos. Mi inquietud aumentó y asomé por un lado para ver lo que sucedía.

No supe qué había sido primero, el horror o la ira. Lo cierto que sí sé es que fue lo segundo lo que tomó el control de mi cuerpo, marcándose en mis ojos con la mirada glacial de un diamante. Ese puto insecto... Antes de pensar ya estaba al lado de la acción, agarrando con una sola mano la camiseta del depravado y tirando de ella para hacerle caer bruscamente al piso, un par de metros lejos de donde estaba.

-Tú... gusano... -cogiéndole del cuello de la camisa mientras él se levantaba aproveché su movimiento para hacerle chocar contra la pared.- Te advertí que no se te ocurriera...

Al contrario de lo que debría no parecía asustado como debería sino más bien divertido. Así adiviné que deseaba esta pelea casi tanto conmigo casi tanto como al propio Yu. La sonrisa pareció difuminarse cuando me devolvió la mirada y pudo ver mi furia helada. Ahora fui yo quien sonrió, un solo momento, con una sonrisa macabramente divertida. Eso se la borró definitivamente.

Sin embargo respondió al golpe empujándome hacia atrás con las manos para obligarme a retroceder un par de pasos. Por el movimiento renqueante de sus manos cuando las recogió intuía que se habría metido algo.

-¿Estás borracho?- inquirí en voz no muy alta. Pero su movimiento fue firme cuando intentó golpearme y con una mueca de fastidio le detuve agarrándole por la muñeca y retorciendo todo el cuerpo para enviarle de cabeza de vuelta al suelo. Esta vez creo que cayó mal y tal vez se rompiese un diente. Sin ánimos de descubrirlo le impedí levantarse empujándole hacia abajo con el pie. Aunque él disfrutase de "ajustes de cuentas" yo no era de ese tipo, y me bastaba con darle una pequeña lección una vez asegurado que Yu estuvise bien, para que aprendiese a no intentarlo de nuevo. Con velado desprecio me incliné cerca de él y le susurré.- No se te ocurra intentarlo de nuevo, porque te juro que si vuelvo a siquiera sospechar que tienes intenciones de ello te despertarás en el hospital... si te despiertas, ¿entiendes, gusano?

Con un último golpe con la suela del zapato que le sacó un gemido más de dolor me aparté de él. Aún hirviendo por dentro me acerqué a la figura acurrucada de Yu con pasos suaves. Por el camino pisé algo y al levantar el pie descubrí mi antiguo colgante. Lo recogí con cuidado y dejé la cadena rota deslizarse entre mis dedos.

Al llegar a su lado me quité la chaqueta y se la pasé sobre los hombros descubiertos, haciéndole levantar la mirada (no sabía si habría mirado durante la pelea) y cuando lo hizo le pasé por el cuello la cadena, atandola por atrás. Era suyo.

Sin mirarle más de lo necesario me aprté para recoger a la curiosa Ame del suelo y me incorporé, esperando a que él se evantase para empezar a andar.

-Vamos...- murmuré.

No paraba de patalear inútilmente y forcejar con mis manos para que mis muñecas fuesen liberadas. Además mi cuerpo retrocedía a cada toque, intentando alejarse instintivamente de aquello que le producía repugnancia. Un fuerte malestar se instaló en mi estómago por sentir sus manos sobre mi piel, ensuciándola... era asqueroso. No sentí ni el más mínimo de curiosidad por saber qué fuerza externa consiguió quitarme la presión de encima, mi cerebro sólo pensaba en alejarse. No giré ni un momento, mi mirada nublada sólo buscaba un sitio donde esconderme y mis pies me hacían correr torpemente, haciéndome incluso tropezar, pero nada de eso importó para que siguiese a gatas, en busca de un lugar seguro, lejos de él, donde no pueda verme, donde no pueda tocarme...

Todo mi cuerpo dolía, pero no podía dejar de abrazarlo con insistencia, hundiendo mi rostro entre las piernas, intentando que el mundo se olvidase un momento de mí. Me dolían los costados y la mejilla por los golpes, además de que no podía sentir los labios, sólo el palpitar en éstos. Quise no centrarme en nada pero de nuevo las lágrimas me invadían, seguía sintiendo sus caricias aunque desde hace un rato que extrañamente dejaron su desagradable labor. Mis sentidos se iban centrando de nuevo en la realidad, dejando mi propio aislamiento al no entender de donde procedió aquel fuerte golpe, seguido de quejidos que inundaron la estancia. ¿Había alguien más aquí...? Titubeé como nunca lo había hecho antes de decidirme a enfrentar mi alrededor con la mirada y finalmente volví a abrir mis ojos pasado un tiempo para descubrir si seguía estando en peligro.

No... él no, no podía ser... Maldije mi propia suerte, porque entre todas las personas tuvo que ser él quien tuviese que salvarme, quien tuviese que ver eso... Sólo me bastó un segundo en lo que mi mirada estuvo fija en él para reconocerle enseguida y entender la situación. Christian estaba en el suelo, retorciéndose y supe que no lograría moverse hasta después de un tiempo.

Apretaba los ojos a cada paso que escuchaba, cada vez sintiéndolos más cerca... Había pasado el peligro... Entonces, ¿por qué seguía teniendo miedo...? No tenía ninguna duda, sabía quien se acercaba a mí y sabía otra cosa con la misma certeza: lo que tocaba ahora... Era tu momento para vengarte por lo que te hice. Ahora más que nunca entiendo tu desprecio y ahora es cuando más logro entenderte. Ahora los dos estamos igual de sucios. Grítame, golpéame, escúpeme. Devuélveme todo lo que yo te hice con mil veces de mayor intensidad, devuélveme ese dolor...

...
¿Qué estás haciendo...?
Miraba atónito sus ojos, no podía entender porque en vez de despreciarme seguías preocupándote por mí... ¿Por qué? ¿Por qué actúas así? ¡Yo te hice daño! Mis pupilas estaban dilatadas, aturdidas, aún cubiertas de una cristalina capa, buscando alguna respuesta de tu parte por tu actitud cuando te acercaste. Sentí el frío contacto del metal y la piedra, provocándome un extraño temblor, no se si a causa de eso o por otras razones más sentimentales.

Me levanté con rapidez al escuchar su voz llamarme, ignorando el dolor que me supuso hacerlo. Le seguí enseguida y sin decir nada, aunque me no fuese fácil sacar el valor para mirarle, no quería volver a quedarme solo.

Salí por la puerta, justo a sus espaldas, sin dejar ni un metro de distancia, así me sentía algo más protegido... No malgasté ni un momento en volver a mirar la sala, ahora mismo no sería capaz de ver a Christian... Seguimos andando por los pasillos, primero sin tomar atención a dónde íbamos, sólo pendiente de todos mis pensamientos y emociones que se me aglomeraban de golpe. Lo que estuvo a punto de pasar ahí dentro... y lo que llegó a pasar y Kei vio. Por un momento no sé que dolía más pensar...

Kei... él me lo advirtió. Todo me lo advirtió y yo en ningún momento hice caso de su palabra, nunca vi la maldad de la que siempre me hablaba... Odiaba ser tan estúpidamente ingenuo, odiaba toda mi inocencia, lo odiaba porque no paraba de tropezar por eso. Estaba cansado de que siempre tuviese que ser así, de no parar de arrepentirme de las cosas...

Detuve mis pasos bruscamente al sentir unas terribles nauseas, causa de todos los nervios acumulados en mi estómago. Mi cabeza empezaba a doler de tantas vueltas que daba. Alcé mi mano hacia delante, logrando tan solo un pequeño tirón de la tela con las yemas de mis dedos que duró unos segundos, ya que él seguía andando, inmutable. Quería llamarle, pero no podía... Sólo me quedé estático en el pasillo al no poder seguir andando por culpa de mi visión ya anublada. Callé mis sollozos para no hacer más ruido y no molestarle, aunque mi respiración era entrecortada y profunda. Las ganas de llorar se me presentaron con tantas fuerzas que fue inevitable contenerlas. Me sentía un completo inútil...

Me detuve unos pasos después de su débil tirón, consciente de que había dejado de seguirme. Me di la vuelta viéndole a escasa distancia, parado y con la cabeza gacha. Me preocupó verle encogerse como si se encontrase mal. Le entendía, sabía lo que se sentía su situación. Volví junto a él y tiré levemente de la chaqueta, instándole a seguir andando.

-Ya casi estamos, ven...- señalé unos pasos más adelante, mi habitación estaba a dos puertas.- No te preocupes, está vacía.

De nuevo caminé, asegurándome esta vez de que me seguía. Abrí la puerta y para que entrase, consciente de su reticencia, le aseguré:

-Tengo algunas cosas para que se te pase un poco, algo es algo...

Miré hacia donde me indicaba, sin importarme que me viese en este estado, sin parar de llorar en silencio, comprobando como sin darme cuenta habíamos acabado yendo a su habitación. Saber que no habría nadie dentro no ayudó mucho a que me atreviese a entrar, aunque sí lo agradecí porque lo que menos quería era hablar con alguien o que se enterase nadie más. Aún así, acabé siguiéndole aunque tuviese que tragarme toda mi vergüenza... Definitivamente no era una opción posible volver a mi habitación, no me quedaba más remedio.

Al entrar, de nuevo me sentí como el primer día que entré allí, inseguro, como un desconocido. Fue desde la última vez que estuve aquí que todo lo arruiné y esta dejó de ser considerada como mi casa por propia decisión. De nuevo volvía arrepentirme de las decisiones y acciones que tomé...

Me quedé en el pequeño pasillo, sin dar ningún indicio a dar un paso más, de nuevo con la cabeza gacha, intentando reprimir los malestares y además, tampoco quería que se diese cuenta de los golpes...

- ¿Por qué... - comencé en el susurro más débil que me permitía mi voz, que sonaba rasgada y parecía sin fuerzas para poder decir una sola palabra más - haces esto por mí...? - al continuar, la intensidad de la voz fue decayendo aún más, siendo casi imposible que hubiese podido escuchar el final de mi pregunta. De todas formas, deseaba que no me hubiese oído, en estos momentos me encontraba demasiado alterado como para poder establecer una conversación y parecía hablar más conmigo mismo.

Al entrar tras Yu me asusté al darme cuenta de que junto a la ventana seguía el dibujo que con tanto mimo había plasmado. Aproveché la penumbra que facilitaba la noche con las luces apagadas y la mirada baja de Yu para apoyarlo en la pared de forma que lo que estaba plasmado quedase oculto. Solo entonces encendí la luz y me agaché junto a la cama para buscar debajo el botiquín.

Una vez con el pequeño maletín en la mano volví a centrar mi mirada en Yu, aún temblando en medio del pasillo. Mi expresión aturdida debida a la pregunta pasó desapercibida. ¿Realmente me habría creído capaz de permitir que alguien más pasase por esa tortura? ¿Realmente creía que permitiría que le pasase a él? Mis ojos se oscurecieron tanto por mi dolor pasado al recordarlo como por una pequeña reminiscencia de lo que había sentido en aquel momento fatídico. Ira, miedo... terror.

Sin responder a la pregunta me acerqué a él y le tiré de la muñeca casi obligándolo a acercarse y sentarse en mi cama. Desvié la mirada y me concentré en buscar en el botiquín para evitarle mientras respondía con ensayada tranqulidad en voz suave.

-Supongo que porque me habría gustado que alguien lo hiciera por mí en su momento...- lo cierto es que no había pensado en responder sinceramente, pero cuando la frase salió de mis labios entendí que con Yu no podía ser tan objetivo como con los demás. La sinceridad cuando estaba con él me resultaba casi innata... salvo que ello le pusiese en peligro por supuesto. El deseo de protegerle había ido más allá y se había convertido en algo instintivo y profundamente anclado.

Saqué un pequeño tubo de crema y me eché algo en el dedo índice. Ahora sí le miré, no me quedaba más remedio, sentándome a su lado en la cama. Desde el primer vistazo había notado con bastante claridad dónde le había golpeado aquel cretino. Un labio partido, un pequeño en la frente y dolor en las costillas al parecer por la forma en que se encogía. Aún así no me parecieron golpes especialmente fuertes ni heridas graves. Su cuerpo estaría recuperado enseguida. No podía decir lo mismo con exactitud de su mente.

-Necesito que me mires para poder curarte el labio con la crema.-pedí. Casi a la vez me asaltó otro pensamiento y añadí.- Te lo puedes echar tú solo si quieres, por supuesto...- lo había dicho muy rápido, incluso yo me di cuenta de ello. La idea de que tal vez no desease que alguien... como yo, le tocase me incitó a darme prisa en rectificar.

No me sentía bien estando aquí, no dejaba de encontrarme incómodo por la situación. Pero no tenía otro lugar al que ir y él era la única persona dispuesta a ayudarme. Hubiese deseado tener esta oportunidad durante más de una semana, lograr su atención y volver a hablar con él, pero se había presentado en el peor momento, bajo las peores circunstancias. Cuando no tenía ganas de hablar con nadie, sólo de estar solo, aunque estallara en deseos de decirles miles de cosas y no me encontrase con fuerzas para decir una sola palabra.

Me dejé simplemente guiar, derrotado porque no tendría otra que sobrellevar así las cosas, mientras suspiraba a la vez aliviado porque hubiese pasado inadvertida mi pregunta. Seguí discretamente con la mirada sus movimientos para ver que buscaba, recuperando un poco de mi típica curiosidad, aunque pronto volví a recuperar mi estado anterior.

Hubiese preferido no haberlo sabido, no debí de haber preguntado algo así... Había sentido como algo se clavaba dolorosamente en mi cuerpo al escucharle. Quizás sean paranoias mías, pero sentí como si esas palabras fuesen dirigidas a mí o era la culpa interna y la conciencia que no me dejaban tranquilo. Lamentaba no haber podido estar cuando debí de haberlo hecho... El que ahora estuviese él conmigo sólo conseguía aumentar mi remordimiento y sin duda, hacerme sentir que no merecía que se comportase así conmigo...

Volví a agachar la mirada, sin el valor necesario para mirarle. Estuve por obedecer a su petición pero me detuve a pensarlo mejor después de lo que añadió. Antes no me hubiese importado que lo hubiese hecho pero... como están las cosas ahora mismo entre los dos, se me hacía una situación bastante incómoda. - No quiero... - murmuré sin ser muy claro en lo que decía. Ya que, por otra parte, tampoco podía negarme y simplemente levantarme y curarme por mi mismo, no quería que pensase que era por él, pues no era su culpa... sólo no quería sentirme aún más avergonzado. Además, no me apetecía ahora nada más que dormir y descansar. No tenía cuerpo para levantarme y mirarme al espejo. Sólo quería que se me fuese el dolor de cabeza de una vez.

- Espera... - murmuré encorvándome hacia delante, aún sentado a orillas de la cama, hasta quedar con la cabeza entre las piernas, mirando al suelo y apoyando ambas manos sobre mi cabello. Necesitaba relajarme un momento y no pensar, con la mente en blanca, cerrando los ojos para concentrarme en cada uno de los músculos de mi cuerpo, relajándolos.

Pegué un pequeño brinco cuando sentía algo removerse bajos mis pies, abriéndolos los ojos súbitamente para dar cara al causante. Una pequeña sonrisa apareció en mis labios al encontrarme con Ame, quien parecía feliz saludándome. Hacía mucho que no la veía...

La cogí entre mis manos, volviendo a enderezarme, ya creyendo que estaba más despejado gracias a Ame. Empecé a jugar con ella sobre mi regazo, acariciándola suavemente mientras me volvía al fin a mirar a Kei como me había pedido antes, finalmente cogiendo valor para hacerlo, ya que no me apetecía levantarme a hacerlo por mí mismo ni hacerle ese feo y tampoco era una opcción posible irme a la cama en este estado aunque era lo que más deseaba, pero no era mi habitación y no quería molestar más...

Presencié en silencio sus dudas y cuando rechazó mi ayuda sentí que se me retorcía desagradablemente el estómago. Mi mano perdió fuerza un momento, pero de alguna forma logré recomponerme. Y lo entendía... Por eso me sorprendió al pedirme que esperase. Le miré con cierta curiosidad por entre las pestañas mientras recogía a Ame, eso pareció relajarlo suficiente. Agradecido, miré a Ame con cariño, ella me devolvió la mirada, y quedé convencido de que entendía todo perfectamente.

Pero la gran y grata sorpresa fue que Yu me mirase al fin, en permiso manifiesto de que le curase. Casi se me escapa una sonrisa que no sé si logré hacer pasar desapercibida.

-Escocerá un poco, pero se curará pronto.-expliqué sin mirarle a los ojos.

Con cuidado extendí un poco de la espesa sustancia en el borde del labio, tratando con delicadamente el corte que el golpe le había dejado en el labio. Durante el proceso me mantuve prudentemente inexpresivo. El resto lo extendí en una gasa para difuminarlo mejor en el golpe de la frente. Solo era un pequeño moretón, no tan grave como parecía a primera vista.

Pasé entonces a palpar con cuidado su costado, revisando hasta dónde llegaba el daño. No sentí nada anormal y en la piel no se apreciaba aún nada. Allí tardaría un poco más en salir, pero lo más probable es que tampoco pasase de un moretón, algo que impresionaba pero no era grave. Suspiré aliviado, no estaba tan magullado como pensaba, había llegado a tiempo.

-Podía haber sido peor... mucho peor...-macullé para dentro. Volví a subir la voz un par de octavas, aún sin hablar demasiado alto, para avisarle.- Para el dolor solo puedo darte un calmante. Te ayudará a pasar la noche... y a dormir... - saqué una cajita de píldoras a la que solo faltaba una única capsulita. Me negaba a tomarlas a no ser que fuese necesario, como aquella noche. Pastillas... las odiaba...- Necesitarás agua...- hablaba más para mí mismo que otra cosa, ya que seguramente él no me contestaría. Algo extraño en mí, persona silenciosa. Pero había pasado tanto tiempo callado desde aquella vez que sentía que me había desacostumbrado a oír el sonido de mi propia voz.- Ahora vuelvo.

Me levanté y entré al baño a llenar un vaso que tenía allí de agua. Al volver se lo pasé a Yu para que tomase con él el medicamento.

No observé su reacción aunque había quedado mirando hacia él pues mi mirada volvió a Ame para no enfrentar la contraria, ocultando parcialmente mis ojos semicerrados bajo los mechones del flequillo. Se me escapó un pequeño gemido de escozor al sentir la fría sustancia directamente sobre la herida, por lo que cerré fuertemente los ojos mientras la curaba, inconscientemente por el dolor, ya que después de haber tenido el labio dormido durante un buen rato, ahora lo sentía arder.

Suspiré aliviado cuando dejó su tarea aunque aún así seguía doliéndome. No había tenido oportunidad de ver el estado en el que se encontraba pero sospechaba que no sería muy bueno y tardaría unos días en estar completamente cicatrizado.

Le miré un momento extrañado cuando retiró un poco el flequillo de mi frente que no me había dolido hasta que sentí como tocaba la zona, seguramente por un cardenal debido al mal golpe de los libros.

Kei siguió concentrado en su tarea, sin enfrentarme con su mirada, hecho que agradecí ya que él era la última persona que desearía que me viese en este estado. Y para colmo, tenía que cuidar de alguien que le había traicionado como hice yo...

Me removí inquiero al sentir sus manos sobre mi pecho descubierto, pues al sentarme se me había caído su chaqueta sobre la cama. Estuve a punto de apartarlas instintivamente pero entonces recordé que era Kei y él no me haría nada. Giré a verle un momento cuando habló, sintiendo como se humedecían mis ojos al escucharle, pues sabía que llevaba razón. Pudo haber sido peor si no hubiese aparecido él y de sólo pensar lo que hubiese podido pasar, me entraban ganas de desear morir... ¿Cómo es posible que él hubiese podido sobrellevar eso?

Aproveché cuando salió al cuarto de baño para limpias mis ojos y mejillas con el dorso de la mano para eliminar los restos de lágrimas e impedir que se escapasen más en su presencia. No contesté ni para comunicarle que no quería tomarme nada, ya que no era necesario, no tenía el cuerpo tan adolorido, sólo sentía mi alma terriblemente pesada a lo que se sumaba todo mi cargo de conciencia.

Al volver, acepté el vaso y la pastilla, tragando ambos a la vez, bastante resignado a obedecer, pues encima de que se estaba ocupando de mí cuando no tenía ninguna necesidad de hacerlo, no podía estar negándome a su ayuda aunque a cada momento me sabía peor recibirla. Dejé el vaso vació sobre la mesita de noche, mirando hacia el suelo donde Ame acababa de bajar de un salto.

El ambiente estaba en un tenso silencio en el que ninguno de los dos decía nada, ya que siempre solía ser yo quien hablaba sin parar. Y ahora, aunque tenía muchas cosas que decir y de que hablar, algo que ambos sabíamos, no parecía haber disposición a hacerlo por parte de ninguno. Seguramente el no creía que quisiese hablar y menos con él, tanto del tema de Christian como el nuestro, ya que lo último que supo de mí fue que no quería volver a verle... En cambio, yo sí sabía que aún era importante para él y en el fondo y bajo las apariencias, me quería de regreso aunque tuviese miedo a mostrarlo o quizás rendido a que no podía ser posible. Pero yo aún creía que podíamos tener una oportunidad...

- Gracias... - fue lo único que se me ocurrió decir para romper el silencio, después de caer en la cuenta de que no le había agradecido nada de lo que estaba haciendo por mí, pues teniendo en cuenta el esfuerzo que debería de estar poniendo, era lo mínimo que podía hacer. - Puedo... buscar otra habitación si quieras - propuse dudando un momento en qué decía pues sabía que no me dejaría volver a la mía. Aunque en realidad prefería quedarme aquí, no me apetecía dar explicaciones a nadie y menos a los profesores. - No quiero seguir molestándote. No tienes que preocuparte por mí, puedo estar bien solo... - me pregunto si él lo habrá creído porque aunque era lo que más quería, no era lo más aconsejable... No soportaría volver a vivir lo mismo que aquella noche.

Tuve el tacto de no hacer ningún comentario sobre sus lágrimas y me acerqué al armario para sacar un pijama. Del fondo estraje uno nuevo sin estrenar, de color rojo. Nunca llevaba ropa color rojo. Lo dejé a su lado, respondiendo múdamente su sugerencia. Se quedaría a dormir aquí.

-No, no estarías bien- fue lo único que dije respecto a sus palabras. Yo mismo me saqué un pijama aguamarina, el que usaba habitualmente y me cambié dentro del baño, dejándole sutilmente algo de intimidad.

Al volver me senté en la cama de Hikaru y la deshice.

-Yo dormiré aquí, Hikaru no volverá esta noche. A veces desaparece un par de noches seguidas. Será mejor que descanses, la pastilla te ayudará a dormir también.

Ahora no era el momento de ponerme a discutir, así que cogí el pijama que me ofreció aún sentado sobre la cama. Si a él no le importaba, entonces me quedaría aquí, prefería eso ya que a veces ni yo me fiaba de mi mismo.

Aproveché el momento en el que entró al baño para empezar a cambiarme rápidamente para poder descansar al fin el cuerpo y con mucha suerte, la mente. Finalmente terminé de colocármelo, quedando un poco grande aunque no demasiado y en seguida Kei volvió también a entrar en la habitación, también cambiado.

Le observé dirigirse hasta la cama contraria, asiendo suavemente con la cabeza cuando terminó de hablar, aunque lo normal era que él hubiese dormido en su cama y yo haberme ido a la de Hikaru... Sin más, me moví al fin para despegar las sábanas, cansado de tanto pensar y rápidamente estuvo debajo de ellas, quedando en posición fetal de espaldas hacia la otra cama.

Sólo deseaba que la pastilla tuviese algún efecto y poder dormir esta noche aunque sea un par de horas...

Tras echarse Yu le miré aún unos minutos. Hacía tanto tiempo que no le tenía tan cerca... No, me equivocaba completamente. Solo hacían un par de semanas, por mucho que a mí me hubiese parecido más, y... Por mucho que lo desease no le tenía ni mínimamente cerca. El aire de la habitación parecía haberse solidificado creando una barrera entre una cama y otra. Una barrera que yo mantendría con todas mis fuerzas.

Con mi voluntad reforzada me acosté mirando hacia la pared, dando la espalda a su espalda y me tragué el "buenas noches" que casi logra salir. Con la manta me cubrí hasta los hombros, y me acomodé lo mejor posible sabiendo que esta sería para mí una noche en vela.

Me dediqué a recordar todo lo ocurrido en el día desde la última vez que me fui a dormir y el sueño que tuve antes de despertar. Como hubiese deseado quedarme encerrado en ese sueño y como ahora mismo deseaba volver... Quizás hubiese sido mejor si no me hubiese levantado en ese momento, pero la mala suerte parecía perseguirme durante estas semanas o quizás sólo volví a la realidad después de un pequeño periodo de felicidad.

Si no hubiese salido de mi habitación a lo mejor nada de esto hubiese pasado, aunque sólo a lo mejor... porque si hubiese llegado a ocurrir en otro lugar, nadie le hubiese detenido. Aún así, seguía sin poder creer que Christian pudiese haber hecho eso. Le consideraba casi tan importante como Kei, era mi mejor amigo, el que siempre me ha ayudado en todo, me protegía y me hacía reír... Para mí significaba mucho en mi vida, ellos dos hacían que ésta tuviese algún sentido y ahora que se habían caído los pilares que la sostenían... ¿qué me quedaba? No sé si podré levantar de nuevo, empezar de cero, de nuevo sin nadie.

Es cierto que estaba fuera de sí y apuesto a que él nunca sería capaz de hacer algo así estando sobrio pero no podía dejar de darle vuelta a sus palabras. Me resultaba difícil poder entender que durante todo este tiempo él... hubiese estado sufriendo, sintiendo celos de Kei... Pero cada vez que lo pensaba, todo cobraba más sentido. Ese odio que le tenía con solo escuchar su nombre cobraba algún sentido al igual que el de Kei y todas sus advertencias... Pero no entendía por qué el nunca me lo dijo, todo pudo haber sido mejor así, mucho mejor.

No sabía que pensar... Todo es tan raro y tan diferente a como creía. No podía ser que todo este tiempo hubiese estado conviviendo con una persona que me hubiese engañado fingiendo ser como no era, aún creía que Christian no era así y es como le recuerdo... Como ese chico agradable y cabeza loca. Pero aún así, ¿cómo olvidar lo que había pasado? No sabía como reaccionaría cuando le viese, ni lo que él dirá...

Sin darme cuenta, pasaban las horas sin poder seguir conciliar el sueño. Las pastillas no ayudaban, aunque mi cuerpo parecía relajarse, alguna parte de mi mente siempre quedaba despierta, sin dejar de pensar y darle la vuelta a todo intenta encontrarle una explicación.

Empecé a removerme sobre la cama después de que el tiempo pasase tan rápido en el que no sabía si en algún momento me habría quedado dormido. Recordé que Kei estaba sobre la otra cama y giré para comprobar que seguía allí, como la última vez que le había visto. Me pregunto si él habrá conseguido descansar...

Sonreí un momento con melancolía al recordar las noches en las que tenía pesadillas y él siempre estaba conmigo. Cuando me atraía hacia a él para calmarme, abrazándome entre sus fuertes brazos para sentirme protegido y acariciaba mis cabellos entre sus dedos tranquilamente. Cuanto necesitaba eso en estos momentos... Sin embargo, esta noche no vendrá a consolarme, no él, no saldrá de él venir a buscarme, pero yo sí podía volver a intentarlo. De todas formas, ¿qué me quedaba por perder? Sabía que no podría dormir con esta inquietud, mi cuerpo y mi mente se acostumbraron a él y sería imposible poder encontrar un poco de paz mientras siga cerca de él, sin embargo, alejarme no era una opción posible, sólo podía acercarme o quedarme quieto...

Despegué las sábanas despacio para no hacer ruido, sintiendo como crujían y me deslicé sobre el colchón hasta poner mis pies desnudos sobre el suelo. Anduve con vacilaciones hasta su cama, deteniéndome a cada paso y observarle intentando descubrir si estaría dormido, teniendo una última oportunidad de volver a mi cama, aunque no de dormir. Necesitaba su calor, no podía dormir sin él...


Finalmente hundí mi rodilla sobre su colchón, sintiendo como éste cedía ante el peso y terminé de subirme sobre él, de rodillas. - Kei... - le llamé débilmente con mi pecho bombeando con rapidez, estaba nervioso... aunque no perdería nada, si había palabras que podrían doler y me arriesgaba a que pudiesen ser dichas. Pero aún así, quería aclararlo todo, sin miedo a lo que pudiese encontrarme.

Las horas pasaban lenta y perezosamente mientras yacía en la cama, aparentemente dormido. Con los ojos cerrados, había renunciado hacía tiempo a conciliar el sueño. De vez en cuando abría los ojos y miraba con disimulo hacia la otra cama, dando cuenta de que tampoco Yu dormía, viéndolo retorcerse y removerse de vez en cuando. Suspiré de forma inaudible. Iba a ser una noche muy larga.

Me sorprendió oír crujir su cama y los consiguientes pasos hacia mi cama. No entendía por qué venía. Mantuve mi semblante relajado como si estuviese dormido. Sin embargo, al oírle hablarme abrí los ojos, mirando a la pared que tenía de frente y murmuré un "¿Hn?", indicándole que le escuchaba.

-¿No puedes dormir?- añadí murmurando.

No le contesté, aunque la respuesta era obvio y mi silencio pareció confirmarlo, simplemente me incliné hacia delante hasta que tuve la cabeza y los brazos apoyados sobre su cuerpo, como intentando abrazarle, tan pegado a él que podría sentir todos los nervios que recorrían mi cuerpo. Esto no sería fácil, pero era necesario...

- Unas pastillas no pueden suplantar aquello que necesito... - confesé sin que hiciese falta hacer mayores aclaraciones de a qué me refería, él lo sabía bien y sabía que era eso lo que me había levantado a buscar. - Sin eso no puedo dormir, ni siquiera vivir... No sé que hacer, estoy perdido sin él... Lo necesito - un pequeño sollozo se escapó de mis labios mientras intentaba hablar debido a que mi corazón empezaba poco a poco a abrirse, liberando todo lo que había en su interior.

Apreté los dientes intentando reprimir un quejido. Con esfuerzo controlé mi cuerpo para que no temblase ante la proximidad de Yu. Cerré los ojos un momento. Al cabo de un minuto los volví a abrir, más calmado.

-Vuelve a tu cama e intenta dormir.-hablé con firmeza, negándome a tener con él esta conversación. Se terminó, ¿por qué no entiendes? Es mejor así....

- ¡No! - me negué rápidamente alzando la voz y aferrándome más fuerte a su cuerpo, aterrado por la idea de que se opusiese y volver al caos en el que llevábamos viviendo por más de una semana.- No me iré sin ti, al menos no hasta que escuches todo lo que te tengo que decir... quieras oírlo o no - le informé decidido a hacer lo que llevaba deseando desde hacía tiempo. - Estoy harto de que estemos huyendo, si no hago esto entonces... sólo seguiremos haciéndonos más daño - sí, lo sabía, por mucho que sus palabras lo contradijesen, sabía que en el fondo deseaba esto, que su petición no era sincera.- Todo este tiempo que no paraba de preguntarme dónde estarías o qué estarías haciendo... sé lo que estuviste haciendo. Yo... lo vi. - confesé que era yo quien ahora tenía su dibujo que habría dado por perdido, aquel que decía más que mil palabras.

Cerré los ojos mientras hablaba, como si mis párpados pudiesen evitar no solo que viese sino también oírle. Me tensé, y esperé que no lo notase. Cuando volví a hablar retomé mi tono desinteresado y mentí con la facilidad de la experiencia.

-¿El qué? ¿El dibujo? Lo dibujé hace tiempo... pensaba que hacer con él. Por eso no me importó olvidármelo.

Escalofriantemente convincente.

Por un momento me sentí como un estúpido al escuchar su explicación, no habiendo caído en esa explicación pero aún así... no entendía por qué sacó sólo ese de todos los que tenía y no los dejó en el fondo del armario con el resto de los que no sabía que hacer con ellos. Además, el dibujo no estaba ese día en el cuarto de baño junto a los demás...

- No es el dibujo lo que me importa... - al fin y al cabo sólo era eso y lo que pudiese sacar de él sólo serían meras supersticiones tanto si aún me echa de menos o me desprecia, nada quedaría claro hasta que él no lo confirmase. Alcé la cabeza que seguía teniendo sobre su cuerpo para poder verle con claridad, comprobando que él seguía sin mirarme.- Sólo quiero saber una cosa... - hice una pausa para tomar valor a preguntarlo y prepararme para la respuesta - ¿me odias...? - esperé su respuesta impacientemente, sintiendo que cada segundo era más doloroso.- Por favor, mírame y contéstame la verdad... - rogué sin apartar mi vista de él, esperando la contraria.

Parpadeé lentamente. De nuevo cerré los ojos para construir la máscara correcta. Solo entonces me volví a él, girándome sobre mi cuerpo para encararle. "Está demasiado cerca..." pensé. Cogí aire y contesté.

-No, no te odio. Pero, ¿qué importa eso si tampoco te quiero?-y supe que ese había sido un golpe fuerte, porque también a mí me dolió hasta la última fibra cuando lo dije. Y supe que acababa de pronunciar la más negra de mis mentiras hasta la fecha.

Sentí como algo cálido se deslizaba sobre mi mejilla después de los escalofríos que sufría todo mi cuerpo y la sangre dejaba de correr. Estaba preparado para todo lo que pudiese decirme pero... había dolido más de lo imaginado. Aún así intentaba levantarme del golpe, hacer que no me había atravesado tan hondo que había cortado mi corazón y retomar las fuerzas para continuar aunque temía que después de esto acabaría peor.

- Importa mucho... - susurré con un nudo en la garganta sin dejar de mirarle con los ojos desbordados - porque así sé cuanto han cambiado las cosas... para intentar arreglarlas - mi mano buscó la contraria atrayéndola suavemente hasta posarla sobre mi pecho que latía atropelladamente, en mi recién malherido corazón.- ¿Sabes cuánto han cambiado aquí las cosas...? - con la mano contraria limpié algunas lágrimas de mis ojos pero siempre sin dejar de verle. - Nada... - contesté mi propia pregunta sin esperar la contraria. Aunque doliese, aunque él no quisiese... tenía que escucharme. - Lo siento por no tener tu fuerza, pero yo no puedo cambiar lo que siento... Seré una escoria a la que sus acciones no corresponden sus sentimientos pero no puedo cambiar éstos en una semana...

Bajé mi vista un momento con los ojos cerrados, inspirando fuertemente para intentar concentrarme, aclarando mis ideas. - Por eso necesito que me escuches... porque un perdón no es suficiente para demostrarte mi arrepentimiento - volví a abrir los ojos mirándole con firmeza.- Ya perdí a la persona más importante para mí una vez, por mi estupidez... También yo te advertí que sin quererlo, sólo acababa causando mal a las personas que quiero... Pero soy demasiado egoísta y si existe una posibilidad, por mínima que sea, trataré de recuperarles... Tú respiras, estás aquí, estás vivo... no quiero pasarme el resto de mi vida arrepintiéndome por no haber hecho nada - confesé mientras mi tono de voz iba descendiendo cada vez más hasta terminar susurrando con tormento por la sola idea de que eso ocurriese.

- Si existe aquí algún único culpable, soy sólo yo... por no haber estado, por haber sido un cobarde que no merecía lo que antes hiciste por él... ¿Sabes? Debiste de haberme dejado allí para saborear mi propia medicina. Tenías todo el derecho a hacerlo... Tampoco puedo recriminarte nada porque no me quieras, al fin y al cabo yo te defraudé, sólo te demostré que todo lo que sentía era falso y que huiría como todos harían. Pero no puedo dejar que pienses eso... porque no es así. En ningún momento te odié y te equivocas, jamás podré sentir asco por ti... no soy como los demás... Por el único que siento asco es de mí mismo. Pero tú sólo eres la víctima de todo esto y no puedo culparte de algo que tú nunca elegiste y no pudiste evitar... No voy a dejar de sentir esto sólo por lo que hayas pasado y tampoco eso será suficiente para dejarte. Te quiero de cualquier forma... - me atreví a levantar mi mano hasta dejarla sobre su mejilla, apenas rozándola en una caricia, como si fuese algo inalcanzable. Mis ojos empezaban a escocer pero no podía dejar de llorar...

- Me da igual el resto del mundo. Me da igual tu hermano... El único que me importa eres tú - la tierra tiró de mi mano haciéndola descender sin perder el contacto, mientras mi cuerpo se inclinaba hacia delante y mis brazos buscaban aferrarse a él. Hundí mi rostro sobre su hombro, cerrando los ojos que no se detenían de llorar, ahora con miedo, aterrado porque me alejase de él, por lo que estaba a punto de decir y lo que podría pasar ahora... - Quiero estar contigo y no voy a cambiar de opinión porque a otros no les guste. Me da igual que no me quieran a tu lado, me da igual lo que me puedan hacer... - el agarre de mis manos se hizo más fuerte al igual que los sollozos que interrumpían mis palabras.

- Nada podrá equiparar al dolor de no tenerte. Me da igual si es sólo un día, un minuto el que podré pasar a tu lado, estoy dispuesto a cualquier cosa por ello. Prefiero morir si tú no estarás en mi vida... Porque sólo hay una verdad... - volví a alejarme de él, quedando cara a cara a escasa distancia, permitiéndole verme directamente a los ojos que brillaban con más fuerza, no sólo por las lágrimas. Era el momento. Ahora o nunca te entrego mi corazón. Acéptalo... o rómpelo.- Te amo... - mi voz firme seguía haciendo eco en mi cabeza, una prueba irrefutable de lo que acababa de confesar, no habiendo vuelta atrás.

Apreté los dientes mientras hablaba con tanta fuerza que me dolieron las mandíbulas. En cuanto soltó mi mano la quité de su pecho como si quemase, apretando mi puño sobre mi pecho bajo las mantas. En mi garganta se ahogó un gemido de frustación. ¡Dolía tanto! Sentía que en cualquier momento iba a dejar de respirar, cayendo en mi propio sufrimiento irremisiblemente. ¿Por qué, maldita sea, era imposible morirse de tristeza aun cuando esta superase cualquier dolor físico?

Con los ojos fuertemente cerrados luché por evitar que mi cuerpo demostrase la profunda devastación que me hundía por dentro. Mi cabeza parecía a punto de estallar, llena de deseos inalcanzables. Dios mío, ¡cómo deseaba responderle que sí, que sí, que sí a todo! Abrazarle y no dejarle ir, confesándole al oído, confidente o a gritos, no importaba cómo, que yo también le echaba de menos, que yo también moría sin él. Que le perdonaría lo que fuera si a pesar de todo se quedaba a mi lado, que no podía soportar el dolor punzante que atravesaba mis entrañas, prendiendo en dañino fuego todo a su paso.

Mis pulmones lucharon por el aire que no recibían a través de mi boca sellada, secos de algo que necesitaban incluso más que el oxígeno. No, no... No te acerques, ¿cómo puedes ser tan estúpido? ¿Por qué tanto esfuerzo en destrozarte así? ¿Por qué tienes que amarme, Yu? Yo no valgo tanto...

Me moví rápido, apartándome de ese contacto que me calcinaba en mis propios anhelos. Mi espalda chocó contra la pared, mi camiseta casi se rompía por la fuerza con que mi mano la apretaba sobre mi corazón. Temblando grité, y sin embargo no lo hice. Aunque la potencia del sentimiento que lo impulsaba era la de un grito, el aire se deslizó siseando entre mis dientes.

-¡¿Eres idiota?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué no entra en esa cabeza tuya que no es buena idea acercarse a mí?! -mi voz se rompió al final de la frase y seguí sin apenas detenerme a coger aliento.- ¡¿No entiendes cuánto duele?! ¡No quiero que sigas poniéndote en peligro por mí! ¡Es difícil, muy difícil mantenerme apartado! ¡¿A qué viene ese deseo autodestructivo que te impulsa a volver a mí una y otra vez?! ¡Con mi hermano no se juega! ¡No eres el primero que sufre por ello!- bajé la voz, dolida por los recuerdos.- Una vez me preguntaste por qué falté a la escuela y te dije que estuve en el hospital. Aquella vez fue porque mi hermano se enfadó mucho... Había un chico por entonces, mayor que yo, que creyó poder lograr lo que tú intentas. Por alguna razón intentaba estar conmigo, ¡y eso solo le llevó cuesta abajo por unas escaleras gracias a un pequeño empujón por ignorar las advertencias de mi hermano! Te aseguro que el viaje y la estancia de dos meses en el hospital le quitaron toda gana de relacionarse conmigo... -no dejaría que supiese, no quería que entendiese hasta que punto me dolió ese abandono, aunque ni siquiera quisiese a aquel muchacho.- ¡E hizo bien! Tú deberías hacer lo mismo, antes de correr su suerte o algo peor... ¡Maldita sea!- finalicé con un pequeño grito.

Jadeé intentando respirar, con la excitación aún sacudiéndome.

-¡Te matará, te matará...!-y solo entonces me di cuenta de que se me habían escapado un par de inoportunas lágrimas que ahora se deslizaban hasta las sábanas.