Junto al fuego de la chimenea (Yu)

Continuación de tema "Fuegos artificiales junto al lago helado": https://tsukinohikari.foroes.org/lago-f57/fuegos-artificiales-junto-al-lago-helado-t309.htm#26927


En un principio pensé en volver a mi habitación e irme a dormir, pero cambié de idea casi según entré. A pesar de lo tarde que era y de estar seguro de que mañana pasaría el día en cama recuperándome de un buen catarro (menudo día de Navidad que va a ser) no tenía sueño y así no conseguría dormirme, por mucho que me conveniese. Visto lo visto, le susurré a Hikaru a donde iba y que volvería pronto y salí silenciosamente de la habitación. Hikaru no me había contestado ni se había movido, pero sé que me ha oído y que dejará la puerta sin cerrar con llave para mi vuelta. Según bajo las escaleras y me acerco a la biblioteca comienzo a dudar que haya sido una buena idea: mi cabeza empieza a sentirse pesada.

Me supone un alivio llegar a la biblioteca, y una sopresa darme cuenta del ambiente caldeado que reina aquí en pleno invierno. Lo entiendo enseguida al ver una luz dorada iluminar tenuemente la estancia. Casi escondida en una esquina de tan enorme biblioteca hasta ahora no me había fijado en su existencia. Supongo que deben encenderla sólo por las noches en las vacaciones de Navidad. Es sorprendente cómo un pequeño fuego puede calentar una estancia tan grande pero tan fría... Sonrío mientras niego con la cabeza y me poso después una mano en la frente: también puede aplicarse esa frase a algo no tan literal... creo que me está subiendo fiebre.

Desechada la idea de coger un libro me acerco al fuego y en lugar de sentarme en un sillón pequeño orientado hacia él que tapa la chimenea (justificiando el que no la hubiera descubierto antes), me siento con las piernas cruzadas frente al fuego, permitiendo que comience a secar mi pelo y mi ropa mojados por la nieve al derretirse sobre mis hombros. Sabiendo que la ropa mojada solo me empeorará me desabrocho con torpeza los botones de la camisa y me la quito dejándola sobre el sofá para que seque. Pronto la sigue la cinta de la frente y mi pelo queda completamente suelto, libre de la sujección que ésta suele proporcionarle. Me doy cuenta del irrelevante detalle de que me ha crecido el pelo desde la última vez que me fijé, ahora me llega casi a los hombros en negros mechones lacios y húmedos. Me lo escurro un poco con las manos quitándole gran parte del agua y dejo que el calor de la chimenea comience a ocuparse del resto de mi pelo y la humedad de mi torso.

Entonces miro la bolsita que llevaba antes escondida bajo la camisa y por suerte se ha salvado de la humedad. La tengo a mi lado y no puedo evitar pensar en la persona para quien lo compré... espero estar mañana al menos lo bastante lúcido para dárselo, aunque sea dejándoselo a la puerta... y espero también que el listo de su compañero no lo encuentre antes. La charla y las paces tendrán que esperar a que yo esté en plenas facultades físicas y mentales. Vuelvo la mirada al hipnotizante movimiento del fuego y me froto los ojos con una mano mientras bostezo. Parece ser que no necesitaré el libro después de todo. Apoyo mi espalda en el asiento del sofá y me dispongo a descansar un rato. Probablemente nadie me encontrará porque en invierno hay poca gente en el edificio y dudo que vayan por la mañana a la biblioteca, pero prefiero no dormirme por si hay algún lector madrugador por ahí. De forma que relajo mis músculos agradecidos por el calor y dejo mi mente bailar igual que las llamas de la hoguera.

Al final no pude encontrarme con él en el camino de vuelta, sólo esperaba que no se debiese a que algo le ocurrió. Aunque esa angustiante posibilidad se desechó cuando al tiempo de llamar a la puerta de su habitación, me abrió Hikaru que parecía estar durmiendo y me dijo dónde se encontraba. Agradeciéndole, me fui en seguida a buscarle sabiendo su localización.

Abrí sigilosamente las puertas de madera de la biblioteca para cerrarlas a mis espaldas con la misma cautela. Sentí el sonido las ascuas de fuego arder, como si me llamasen a hacerles compañía en la gélida noche. Apreté la tela de la gabardina arrugada entre mis brazos cuando al doblar una estantería me encontré con esas luces que parecían proceder de la nada, apareciendo destellos en el aire, pero su fulgor no se equiparaba a esos dos pares de lunas que brillaban con luz propia.

Allí estaba, observando el fuego sintiéndose envidioso de él… Mas tú no nada tienes que envidiarle, pues como las llamas yo te observaba sin saber el origen de tan efímera visión, pudiendo permanecer durante horas sin llegar a hallar una respuesta mientras en mis ojos tu reflejo vibraría como el de la luna sobre el mar.

Mis pies prácticamente arrastran el suelo con la misma mesura durante los escasos pasos que nos separan, sin querer ser descubierto aún, para tener hasta el último momento la posibilidad de volver por donde había venido. Dando por terminado mi margen para retractarme, me senté a su lado compartiendo con él la visión al frente sin voltear a verle.

No sabía por dónde comenzar, realmente no era con él con quien me había enojado, simplemente le contesté de ese modo y esas palabras por mi estado, mas no debido a él. - Lo siento… - murmuré al fin, anunciando con ello que no quedaba rastro de mi antiguo enfado para proceder a explicarme suavemente y con un tono de voz relajado - no quise contestarte así, ni estoy enfadado contigo… En realidad no lo estaba con nadie, fue la forma a la que mi mente respondió ante sentirse demasiado invadida, fue simplemente una defensa… Lamento la inesperada interrupción, sabía como era él y temía que algo de esto pasase. Me disculpo por su parte si te incomodó… Y también lo hago de la mía… Actué muy molesto por lo que me dijiste y no sé realmente si eso también me molestó o no… Quizás tenga una idea equivocada pero es la que he podido construir a partir de lo que sé, así que no puedo tener otra, no puedo opinar diferente - con eso hacía alusión a su comentario de que opinaba sin saber, pues era obvio que si no sé, sólo podría opinar de ese modo… Aunque no debiese de comentar desconociendo todos los datos, no podía evitar sacar mis propias conclusiones y en momentos en los que me descontrolo, sacarlos a la luz.

- Sólo quería explicártelo y disculparme contigo por haberte tomado como… eso - si en el momento de mi arrebato ni siquiera me atreví a mencionar ese adjetivo, en pleno control de mí tampoco podría, sabiendo que fue con el que le califiqué - también hablé ya con Raiku, ya está todo solucionado… Y sobretodo… siento haber provocado todo esto, no era mi intención que acabase así la noche… y lo que más, es que no hubieses podido ver los fuegos artificiales, no tienen nada que ver con estos - concluí volteando finalmente a verle notando que no tenía su frontal y es más, hasta ahora había pasado inadvertido que tampoco llegaba camisa y al echar un rápido vistazo a su pecho y abdomen desnudo un leve rubor tiñó mis mejillas. - Aunque… aún no ha finalizado la noche - aclaré formando una ligera curva en mis labios.

Oí un levísimo sonido de arrastre en la alfombra. De esos sonidos que a uno normalmente le pasan completamente desapercibidos, pero se vuelven sorprendentemente atronadores cuando te sientes enfermo. Intuí que debían ser pasos, y sólo una persona se me acercaría con sigilo a estas horas de la noche. Por eso no me sorprendí cuando oí el sonido característico de alguien al sentarse en el suelo, cerca de mí. No volteé mientras hablaba, pero le di un par de vistazos por el rabillo del ojo sin que se diese cuenta. Cuando terminó bostecé suavemente, sin intención de ser grosero, solo tenía sueño. Me froté los ojos para despejarme la vista del velo que la cubría la enfermedad antes de contestar. Fui consciente de que gran parte de mi fortaleza mental estaba desmoronada y, resignado, comprendí que no podía hacer nada.

Estiré las piernas hacia el fuego, acercándolas al calor, y torcí mi tronco en su dirección, aún apoyado en el sofá. Le miré con la mirada de nuevo velada, pero tratando de enmascararlo tras el hielo.

-Yo no estoy enfadado... ya no, pero sí estaba, y estoy, cansado. No negaré que me molestó el... calificativo presupuesto.-respiré profundamente.- Te mueres por preguntar.-en un principio pretendía formularlo en forma de pregunta, pero salió como una sentencia afirmativa, sin discusión. Aunque probablement él no lo habría preguntado, ni lo hubiese considerado, una parte de él estaba seguro carcomida por las dudas.- ¿Qué quieres saber? Te responderé siempre que no pase los límites. No me enfadaré tampoco.

Esperé paciente armándome de fuerza para no dejar traslucir un sólo ápice de debilidad ni aún enfermo.

- Lo siento, no debí de haberlo dicho sino estaba seguro… - aunque por lo que él decía, se dejaba ver como alguien así, aunque sea un erróneo prejuicio y era precisamente eso lo que quería saber… Pero no sabía bien cómo preguntarlo, ya que no podía simplemente preguntarle que con quién lo hizo, sonaría demasiado entrometido además de que un nombre no respondía a mi duda. Tampoco podría preguntarle que por qué lo hizo, aunque la curiosidad me matase por dentro, pero sé que esa pregunta no tenía por qué interesarme ya que es como si le estuviese pidiéndole explicaciones de algo que el es libre de hacer.

Fue un tiempo el que permanecía callado, pensando bien una respuesta que se adecuase, pues era un sentimiento de curiosidad, avaricia y despecho que tendría que aplacar en una pregunta. - ¿Cómo… pasó? - fue la indecisa pregunta que encontré más acertada, aunque intentaría ser más claro en intentar explicar lo que deseaba saber - y si ha sido sólo con tu o tus parejas en algo formal o si has tenido muchos rollos por ahí y vas de cama en cama conquistando a las víctimas… - a lo mejor yo también me trataba de una de ellas, uno más al que le hacía sentir como que era especial, le consolaba, se comportaba tierno hasta que las veinticuatro horas estemos buscando ese cariño que se nos volvió adicto… pero que en el fondo, podría tratarme de otro más que caía en sus redes y yo ni en cuenta, como un tonto… por eso también quería saber cómo era él en ese aspecto, para adquirir un poco de seguridad, pues si sólo estaba con las personas a su alrededor por placer… me dolería.

Por unos minutos permanecí mirandole fijamente, meditando la forma de contestarle. Pestañeé con lentitud, casi perezosamente, y me estiré para desentumecer los músculos y despejarme la cabeza. Finalmente volví a mirarle para responder.

-Veamos... lo que quieres saber es si soy de los que juegan con la gente. Con lo que me cuesta llevarme con la gente, cualquier persona vería mi actitud hablar por sí misma en ese sentido, pero puesto que aún quedan dudas te lo diré: no, no lo soy. Y realmente me desagradan esas personas. Fue una vez. Incluso en una "perfecta" vida como la mía hay momentos especialmente malos. Escapé de casa aquella vez, no era la primera vez que lo hacía para librarme un rato del encierro que era mi casa, de vez en cuando a algún bar o discoteca.-los recuerdos comenzaron a fluir por mi cabeza, reflejándose en mi mirada perdida hacia la chimenea.- Aquella vez estaba especialmente mal. Me metí a una disco, ya la había frecuentado antes. Sólo quería escapar de la realidad. No hubo ningún engaño, ninguna segunda intención, ninguna intención de algo serio. Yo no recuerdo su cara ni su nombre, y ella no recordará tampoco los míos. No, no estaba borracho. No, ella tampoco. Y por si te lo preguntas y quieres detalles, no, ella no era virgen, y me daba igual, porque de toda forma sería sólo una evasión, una forma de olvidarlo todo un rato. No hubieron mariposas en el estómago, no hubieron sonrojos, no hubo dulzura ni amor. Solo sexo, pasión y desenfreno. Yo la usé a ella, ella a mí, nadie obligó a nadie y no fue más allá. Tras ello volví a casa y me metí a la cama a dormir. No volví a dedicarle un pensamiento a aquella chica, y estoy segura de que ella a mí tampoco. No es que el que hubiera sido mi primera chica impotase. Fue un momento más, punto. Me había librado por una noche de los pesares, nada más. Y eso era lo que buscaba. Pero fue aquella vez, no creas que ando buscando por ahí cuerpos para olvidar, no soy ningún play boy, no te preocupes. ¿Tienes más preguntas?

No desvié la mirada de la chimenea. Mi voz monocorde en todo momento.

- Es... extraño - fue lo único que supe agregar después de haber comprendido lo que me había explicado. Estaba bastante incómodo en esta posición así que coloqué su chaqueta y el macuto sobre el sofá para poder tumbarme boca abajo a gusto, mirando hacía a él con la cabeza apoyada en mi mejilla para poder verle mejor. - ¿De verdad se puede olvidar así? - pregunté excesivamente intrigado, aleteando ligeramente los pies levantado sin darme cuenta - yo lo he intentado con... - callé un momento al saber cual sería la siguiente palabra que diría, de todas formas él ya conocía cómo - otro tipo de cosas... pero no funcionan... ¿En serio eso funciona? - volví a preguntarle un poco sorprendido de que fuese así - pero es que... sería sólo un momento y después volverías a la realidad. Además se ve muy... frío - de sólo imaginármelo esa la sensación que me daba, algo totalmente vació que hasta me daba pena - hacerlo con una persona que no se conoce, ni volver a verla, no sentir nada... lo veo raro. Aunque a lo mejor es que yo soy demasiado... sentimental, pasional, novelesco… Pero es que siempre he pensado la manera definitiva para olvidar es el amor, creo que con él te haces más fuerte, dejan de importarte tus propios problemas, sólo te importa poder estar con él… ¡como los anticuerpos con los virus! - aclaré con ese ejemplo dando a relucir mis buenos de conocimientos adquiridos durantes sus clases particulares - por eso quiero enfermarme con el virus del amor… para poder conseguir lo que tú conseguiste pero para siempre. Visto así, ¿no te parece que vale más la pena buscar a alguien? - le animé sin ningún ánimo de lucro - y pues ahora sí que tengo otra pregunta… ¿Entonces no te liarías con nadie más? - le cuestioné con total inocencia que para cuando lo hube preguntado fue que me di cuenta que podía sonar demasiado interesado…

Me encogí de hombros.

-Funcionar... funciona, durante una noche, y sólo para ciertas cosas.-aclaré. Por dios que no pensase que eso soluciona algo.- Y sí-sonreí sin alegría.-, es frío. En más de un sentido. Ciertamente eres sentimental y novelesco, pero nadie dijo que serlo fuera malo. Lo de pasional... lo sabrás tú. ¿Liarme con alguien? Quién sabe... En cuanto a enamorarme es más difícil. No porque no quiera, simplemente... no sé, no me veo enamorado, ¿y tú?

Le sonreí, incrédulo. No era capaz de imaginarme regalando flores y bombones o compartiendo mi vida con alguien. Me apreté el puente de la nariz con los dedos índice y pulgar en un intento de despejar el dolor de cabeza y con el movimiento mi reloj pasó ante mis ojos. Aparté la mano para mirar la hora: 00:07. Hacían siete minutos que era Navidad. Mi otra mano estaba sobre la bolsa del lado contrario en que estaba Yu. Volví a mirarle, esta vez con una sonrisa no muy amplia, pero sincera. La debilidad me impidió levantar mi muro de hielo y, por primera vez en la noche, no me importó.

-Feliz Navidad...-pronuncié bajito.

- Feliz Navidad a ti también - le correspondí sonrojándome un poco sabiendo lo que dentro de poco vendría, por lo que los nervios iban tomando el control de mi cuerpo poco a poco, pero aún así le devolví el gesto de su sonrisa que creo que por primera vez había sido él el primero en hacerlo.

Sus palabras corroboraron la impresión que me daba, afirmándome que estaba en lo correcto, lo que me hizo definitivamente ni pensar en la posibilidad de hacerlo, pues no me gustaba sentir el frío. - ¿Y para ti eso es bueno o malo? Me refiero a lo de sentimental y eso… - le aclaré un poco curioso por saber su opinión. - En realidad lo de pasional ni yo lo sé… Aunque lo dudo, ya te dije que mucho hablar pero luego esas cosas me dan grima… acabaría avergonzado - mucho yaoi y todo lo que tú quieras pero a la hora de la verdad… soy yo, no un dibujo y de sólo imaginarme a mí mismo “pasional”…

- Uff… - bufé ante su pregunta rascándome la nuca nerviosamente en busca de una respuesta, aunque me alegró que me preguntase algo - yo enamorado… - repetí pensativo intentando imaginármelo - es que… no sé, supongo que alguna vez lo estaré… Querer no sé siquiera si quiero o no, me da un poquito de miedo. Ya sabes, tú mismo dijiste que no siempre acaba bien y para pasar por algo así, antes preferiría no sentir nada. Además es inevitable sufrir incluso antes de que vayas a ser o no correspondido, los nervios siempre están a flor de piel, tienes malestares en el cuerpo, te sientes débil… Es cómo un virus y lo peor es que no sé cómo podría llegar a saber cuándo estoy enamorado, cómo reconocerlo… nunca lo he estado así que no sé cómo se sentirá si eso que sientes es real o ficticio, amor o amistad, espiritual o físico… - terminé de responderle intentando expresarlo de la manera más adecuada, aunque no sé si respondía del todo a su pregunta, sólo intenté contarle cómo lo veía en mi caso… ver y sentir.

La sonrisa desapareció de mi cara pronto, pero mantuve una expresión bastante afable.

-Pues...-me recosté reacomodándome hacia atrás y me coloqué una mano sobre los ojos. El dolor de cabeza no remitía.- Me es... extraño, ajeno... Es algo que yo no tengo y mucho menos lo tiene ninguna de las perosnas que me han rodeado a lo largo de mi vida... No sé clasificarlo... pero no me parece algo malo.Me he dado cuenta de la diferencia entre tus ideas y tus acciones, sí.-reí interiormente antes los supuestos síntomas del enamoramiento. En este momento los tenía por razones bien distintas.- Sí, sé a qué te refieres...-me interrumpí por un pequeño ataque de tos que ésta vez no pude reprimir como los anteriores, aunque sí atenuarlo y taparlo un poco con la mano, que luego moví en un gesto que trataba de quitarle importancia al hecho.- Pero es mejor así, ¿no? Si te enamoras por segunda vez, significará que ya te has enamorado antes y que terminó mal... Es mejor si tardas en enamorarte y al principio te resulta difícil reconocerlo y llevarlo a cabo y luego tienes todo el tiempo por delante... que darte cuenta demasiado rápido y perderlo por las prisas... No sé, ahora no estoy en plenas facultades mentales y no soy quien a razonar como normalmente hago.- Me incorporé para estar más erguido y retraje la piernas de vuelta. Mis pantalones ya estaban bastante más secos, pero aún me caían gotas del pelo al cuerpo.

Asentí mientras hablaba para que supiese que le estaba escuchando. - No sé cómo seria mejor pero al menos yo sólo quiero enamorarme una vez… creo que si terminó mal no podría una segunda, entonces siempre estaría asustado de volver a correr la misma suerte… - agradecí mentalmente que no estuviese en sus plenas facultades, así podía hablar abiertamente del tema sin temer que su perspicacia se diese a relucir. - Eso es demasiado esperar para mí, soy impaciente y a los dos días estaría muriéndome por dentro, no lo soportaría pero creo que tendré que soportarlo aunque no quiera porque sí que quiero asegurarme y con las prisas dudo que uno pueda asentar la cabeza… Aunque si ya de por sí estoy loco, si encima estoy enamorado, seguro que actuaré como un cabeza loca - bromeé realmente sin desear que eso ocurriese, pues sí que sabía para qué cosas tenía que tener seriedad.

No me pasaron desapercibidos sus contables gestos, lo que me hizo empezar a preguntarme qué le ocurría y entonces recordé que Raiku me informó que antes de irse parecía estar mal. - Oye… ¿te encuentras bien? - le pregunté reincorporándome de mi sitio para volver a sentarme pero esta vez arrodillado cerca de él, casi encima suya - déjame ver si tienes fiebre - le pedí mientras pasaba suavemente mi mano sobre su frente, apenas sin tocarla, únicamente apartando los mechones para subir un poco la mano hasta quitar los cabellos que le tapaban para poder tomarle la temperatura. Acerqué mi rostro aproximado al suyo aún más hasta posar mis labios suavemente en su frente, deteniéndome en sentir la temperatura. En seguida noté como estaba más alta de lo normal, gracias a que el método que mi hermano usaba para tomarme la temperatura era mejor que el de las manos, pues éstas solían estar calientes y variar mucho su temperatura, al contrario que los labios, que al estar humedeciéndolos se mantenían a una temperatura media.

- Tienes un poco de fiebre - le informé una vez que me separe y volví a apoyarme sobre mis piernas para enseguida alcanzar mi macuto del sillón y buscar en su interior algo que darle - toma… siempre traigo algo encima - le dije ofreciéndole la caja con unas pastillas que necesitaban agua para tomarlas, pues siempre me ayudaban para cuando no podía beber, bien porque me encontrase en la calle y me diese uno de mis típicos mareos. - Lo siento, te enfermaste por mi culpa… - me sentí mal por eso ya que ni siquiera él podía ser inmune a ese frío y en cambio dejó que fuese él quien se pusiese mal. - Soy un torpe, al final ni pudiste ver los fuegos y encima acabas malo… Pero bueno, siempre te queda verlos en año nuevo - le animé haciéndolo también internamente conmigo, intentando sacar fuerzas para lo que ahora vendría y que la vergüenza no me ganase - como dijiste que no celebraste nunca la Navidad… pues intenté darte lo más parecido a una, así que no podía faltar esto… - agaché mi rostro mientras hablaba por los nervios apretando la mochila entre mis manos antes de empezar a buscar en su interior y extraer de ella una pequeña bolsa que rápidamente le ofrecí aún mirando mis piernas y esperando que la cogiese rápido para dejar de pasar este mal rato de cortedad.

Por favor, que el color rojo de mis mejillas sea por la fiebre. Cuando se apartó de mí juraría que la fiebre me había subido de golpe, porque aunque antes tenía la frente caliente, ahora la sentía arder. El corazón que parecía haberse ralentizado por la enfermedad pareció recuperar por un momento su rapidez habitual o puede que mayor, pero tal vez lo imaginé, ya que pronto volvía a latir de forma perezosa.

Vi que al separase de mí una gota de agua procedente de mi pelo le caía por la mejilla, cristalina a la luz de las llamas. Durante un instante recordó el fantasma de una lágrima, y si no supiera su procedencia juraría que lloraba, porque tenía los ojos brillantes... Tal vez sólo fueran las llamas, o puede que se hubiese preocupado por mí por la fiebre.

Asentí respecto a la fiebre, pero rechacé las pastillas con la mano.

-No hace falta. Además los medicamentos a menudo me sientan mal... y el 50% de las veces no me hacen mucho efecto. Nunca he pasado un año sin enfermar de gripes o catarros, así que estoy acostumbrado, no te preocupes. Consecuencias de escapar de casa y que mis padres cierren las puertas y ventanas para que no entre el resto de la noche.-lo dije en un tono poco afectado, más bien con burla, ya que en realidad me traía sin cuidado.- No me moriré por un resfriado, sería demasiado sencillo y tonto. Lo que no sé es si estaré del todo restablecido para fin de año, pero iré de todas formas.-me encogí de hombros, sin preocuparme. Me arrepentí al momento del gesto porque eso hizo que moviese la cabeza y me sacudiese una nueva descarga el dolor de cabeza.

Cuando me alargó el paquete tan repentinamente tuve la tentación de sonreir, pero eso fue antes de que la realidad me golpease. Un regalo. Me había comprado un regalo de Navidad. Abrí los ojos con sorpresa, aún muy confuso para reaccionar, y por un momento olvidé hasta la niebla que paseaba por mi cabeza. Tras un par de segundos, al fin toda la información pareció ordenarse en mi mente y al parecer eso no había sido el último movimiento involuntario, porque mi mano se alargó lentamente hacia el envoltorio antes de que yo mismo se lo ordenase. Lo cogí con cuidado en la mano y lo acerqué a mí. Al fin completamente consciente de lo que sucedía una sonrisa comenzó a extenderse por mis labios, tirando de las comisuras hasta formar una sonrisa amplia de oreja. Una sonrisa dulce y sincera. No por el objeto, fuera cual fuera el que guardase ese paquete de color, sino porque mi mente había ido más allá del objeto material y vislumbrado la calidez con que me lo entregaba.

Y comprendí lo que Yu quería decir cuando dijo que si se enamoraba lo sabría aunque no lo hubiese sentido antes. Porque yo jamás había sentido ésto antes y sin embargo lo reconocía sin flaqueo alguno. Era feliz, por esto y por todo. Por algo tan sencillo como el ambiente agradable junto a la chimenea, por cada ambiente agradable anterior, por su compañía en cada uno de ellos. Realmente adoraba el no estar ya sólo. Y no, esta vez estaba seguro de que no era ninguna ilusión febril. Si ésto era tener un amigo me arrepiento de no haberlos tenido antes. Aunque tal vez no era tener un amigo, sino tenerle a él como amigo.

Con la mirada entrecerrada de forma inocentemente placentera, seguro de que ahora brillaba a pesar de no poder verla y creer tanto tiempo que mis ojos no tenían esa cualidad, y la sonrisa sin perder la calmada alegría le miré un momento directamente, sin la muralla que la fiebre había derrumbado hacía ya rato. Fue un solo momento antes de volver mirar el paquete, disminuir un poco tanta intensidad y comenzar a abrirlo con más frialdad de pensamiento pero no indiferencia.

Poco a poco fui levantando mi vista para poder ver su reacción, temiendo lo que pudiese encontrarme… Kei sonreía como nunca lo había hecho, su mirada estaba llena de ensueño, desprendía felicidad… Entonces no me importó ya lo que pudiese ocurrir ahora, podía incendiarse el colegio entero porque pensaba contemplarle en ese estado para siempre. Su alegría me contagiaba cada vez más, sentía que había valido la pena todo esto… La ansiedad de saber si bajaría al patio, el mal trago de la sinceridad, el frío de invierno, las inesperadas interrupciones, las acusaciones, los nervios, la ira… Ahora entendía por qué las discusiones no eran del todo malas pues la reconciliación era la mejor parte, pues después siempre llegaba algo maravilloso para hacer pasar el mal trago, una de sal y otra de arena…

Quería abrazarle fuerte, fuerte… que nunca se separase de mí, que siempre pudiese sentirme útil para él, de hacerle feliz. Quiero cambiar el transcurso de su vida, hacia un sendero mejor, consumir su mente y hurgar en su corazón… Quiero que descubra el cariño y dedicación envuelta en papel, las horas que pasé buscando los paisajes más hermosos para plasmarlos en pequeños trozos de papel con delicadas letras en ellas que graban un título que expresaba la imagen acompañada de su correspondiente canción.

- No es gran cosa… pero espero que te guste - le advertí sabiendo en parte que no sería así pues era difícil que después de ver su contenido, su actitud cambie. Empecé a inquietarme de nuevo cuando el papel se iba rasgando dejando ver en su interior lo que podría apreciarse como un disco normal y corriente… Sólo que si se observaba detenidamente se podía deducir que no correspondía a ningún grupo famoso, ni tenía créditos ni nada… En su portada, el dibujo que más tiempo, trabajo, esfuerzo y elaboración me había llevado hacer… Consistía en un paisaje de un lago verdoso con los reflejos del crepúsculo en sus aguas, a sus orillas se alzaban las montañas donde cascadas daban a dar a la espesa laguna, entre la espesa niebla que se confundía con las violetas nubes del cielo azulado y por último, a un lateral, mi kanji que usaba como firma.

- Si lo abres… - le ofrecí para poder seguir explicándole de qué se trataba. En su interior, un disco en el que estaba dibujado la misma imagen de la portada - como no sabía que música te gustaba… y alguna vez te oía poner música instrumental… decidí tocarlas yo mismo. La mayoría son de piano, ya que cuando llegué al instituto retomé su práctica después de años sin hacerlo. He grabado mis favoritas, a algunas les he tenido que añadir algún instrumento más modificando los instrumentos en el teclado, ya sabes, sobreexponiendo grabaciones y bueno… el del club de música me ha ayudado mucho - expliqué riendo nerviosamente, que no pensase que yo sería capaz de hacer todo eso solo.

- Y la canción diez “The last song” es… una especial, pero antes tendrás que escuchar las demás hasta llegar a ellas… Intenté elegirlas y ponerlas en orden, de modo que cada una fuese transmitiendo algo diferente hasta llegar a la última, como si fuese una historia contada con música. Y cada sentimiento de la canción lo he intentado descifrar en cada pintura que encontrarás en la libretita esa… Ya que normalmente ahí es donde suelen poner los grupos sus letras, yo he decidido pintar la canción y ponerle su título correspondiente… - intenté con eso explicarlo, aunque para eso ya lo vería él más detenidamente.

- Y bueno… lo otro - le dije señalándole otro paquete un poco más grande que estaba debajo del disco - ya que no siempre estarás en tu cuarto o no podrás escuchar música, pensé que un Iphone de esos te serviría… Además ahí puedes leer o escribir mientras escuchar música, es multiusos - le sonreí una vez terminé, ya más relajado habiéndome quitado ese peso de encima y ahora y más que nada, deseando que le gustase, que pudiese disfrutar su regalo y no lo olvidase nunca.

Reí suavemente, felicidad líquida y cristalina. Un soplo de aire frío me hizo en cogerme sobre mi mismo mientras mi cabeza se empañaba un poco, pero no consiguió empañar mi alegría. Agarré fuerte el disco acercándolo un momento a mi pecho, para después pasarlo junto con el Iphone a mi otro lado. El lado en que aguardaba mi propio regalo. Por un instante dudé, pero después cogí la bolsa y saqué de él un par de pequeños paquetes. Seguramente no se esperaba que le comprase algo yo también, ya que me había llamado él. Sería una sorpresa, como fue mi intención desde el principio.

-Ahora casi me da vergüenza mi regalo. No es tan bonito como el tuyo, ni tampoco tan trabajado. En realidad, yo soy más de cosas prácticas, así que me tendrás que perdonar no saber que hacer para estos casos.

Le alargué el paquete más grande, de poco más de un palmo de largo y algo más que medio palmo de ancho. Ambos regalos envueltos en papel plateado. Un vértigo hizo flaquear mi mano en ese instante, pero confío en que mi decaimiento momentáneo pasase como una reacción de reserva y no se preocupase por mi gripe. Mantuve la mano firme para que lo cogiese, sin grandes aspavientos. Con la otra mano apretaba el otro regalo. Ése era el que realmente quería darle tras el que me había hecho él.

Rápidamente un carmín tiñó mis mejillas, completamente abochornado por esta situación que habíamos provocado, era demasiado para mi, la sentía irreal pero sabía que seguía vivo pues los acelerados galopes de mi pecho me lo confirmaban. Sonreí tímidamente en una mezcla de alegría y asombro. Me sentía realmente bien al saber que le gustó, seguía sin poder creer que esto me estuviese pasando a mí y junto a Kei.

- Ni te preocupes - intenté con eso que no se preocupase con un gran gesto de alegría en mi rostro, nada me quitaba la ilusión que me dio su detalle, tan inesperado, mas porque me hacía sentir alguien especial para él, pues no sabía si su “torpeza” (según decía él) se debería a que nunca antes había regalado algo, era algo que realmente desconocía. - Con la práctica ya veras como te será más fácil hacer un regalo que resolver un problema de lógica… - sin más, tomé el paquete que me ofrecía sin poder esperar ni un segundo más, muerto de la impaciencia, pues aunque había recibido montones de regalos en mi vida, había sido la primera vez que me sorprendían de este modo, sin esperarlo y siendo de él, lo hacía aún más especial.

Con miedo a romper hasta el papel, fui deslizándolo oyendo el crujir del envoltorio, recordando la sensación cómo se sentía descubrir algo con tus propias manos, preguntándote qué sería lo primero que verías asomar… Hacía tres años que Santa Claus que dejó de pasarse a dejarme regalos, por ser un niño malo y ahora volvía a sentirme como un niño… - Gracias… - le agradecí suavemente con la voz demasiado débil pues no me daba para más, prácticamente sentía mis ojos borrosos mientras mordía mis labios intentando mantener la compostura.

-En realidad ese no es gran cosa... sólo pensé que podía resultar útil.

Vi cómo lo manejaba, como si se tratara de una reliquia y me di cuenta de que yo no era el único para quien recibir un regalo estaba fuera de lo común. Eso me produjo un sentimiento agridulce, entre la tristeza al imaginarle esperando por regalos en las fiestas sin recibirlos y la alegría que me producía su ilusión por algo que yo le diera.

Retiró el papel plateado entre cuidadoso e impaciente, dejando ver el regalo. Como yo había dicho era algo de utilidad práctica, y muy arraigado a mi forma de ser. Un pequeño tomo, algo mayor que la palma de una mano pero no muy delgado. En la portada, un chico de ojos verdes sonreía bajo el título "Guía de dibujo especializada en el género yaoi", con el subtítulo "Trucos, consejos, ejercicios de creación de historias propias". No era realmente gran cosa, lo que realmente deseaba darle lo tenía en la otra mano, pero lo dejaría para el final.

¡Y más útil no podía ser! No tenía ni idea de que existía tal reliquia. Le eché un vistazo rápido pasando las páginas, descubriendo que realmente estaba muy completo, con montones de dibujos y textos de ayuda. Me encantó el regalo no sólo por lo que era, sino lo que significara que me regalase eso… era una forma en la que desearme lo mejor para mejorar y conseguir mi proyecto de futuro, mi sueño, me daba su apoyo para que no dejase mis esperanzas y no me rindiese.

Aún con mi regalo en una mano y sin poder aguantar el impulso que me surgió, salté prácticamente sobre él para abrazarle colgando de su cuello, claro está que con el cuidado de no tambalearle demasiado para que su cabeza no diese muchas vueltas, aunque me aferré lo bastante fuerte como para que le fuese imposible soltarme. Acaricié su espalda cuando mis manos se deslizaron un poco sobre ella notando la falta del tacto de la tela… Fue entonces que recordé en las condiciones que Kei se encontraba y yo le abrazaba estando desnudo de cintura para arriba, teniendo ese cuerpo expuesta y sin obstáculos pegada a mí. Gracias a que mi mentón estaba apoyado en la curva de su cuello y hombro, no podía ver mi rostro sonrojado, por lo que no quise romper el contacto aunque mis manos empezasen a temblar.

Bien... Esta vez estoy seguro de que el color incandescente de mis mejillas no es directamente provocado por la fiebre.

Su gesto me tomó completamente, sin estar preparado para tanta efusividad, y cuando me di cuenta ya le había devuelto el abrazo sin siquiera dudarlo un segundo. Este tipo de gestos instintivos tan comunes para otras personas eran impulsos inexistentes en mi carácter hasta ahora. Tal vez... aún quedaba en mí algo más humano de lo que creía, fuera del miedo o la ira helada. No había sido como la otra vez en que lo vi obvio para calmarle. Esta vez fue simplemente porque quería hacerlo.

Independiente de esos pensamientos, me permití sentir ese cariño aún unos momentos y darle un apretón con él envuelto en mis brazos y mis manos arrugando ligeramente su camisa antes de despegarlo sin rapidez ni resistencia. Una parte de mí se quejó por ello pero se vió atenuada ante la lógica de que ya era hora de darle el segundo regalo.

Aproveché el movimiento de alejarle para tomarle la mano y ponerle la mano el otro regalo, más pequeño y alargado que el otro, envuelto de idéntico plateado. Intenté hacer desaparecer al máximo el rojo de mi cara para decirle:

-Me alegra que te gustase.- y espero que no se percate de cuanto.- En realidad el que más quería darte es éste. Me pareció frío regalarte sólo algo práctico, aunque creo que a pesar de todo volví a anclarme en lo tradicional y poco original.

Sonreí mientras el contacto duró desde que sentí sus manos en mi espalda, casi nada más terminé yo de rodearle. Pero sabía que era inevitable que el momento de separarse llegaría pero el mal sabor de boca fue atenuado cuando sentí algo entre mis dedos que no recordaba que estuviese ahí antes… Miré asombroso hacia mi mano viendo que la de Kei también se encontraba sobre la mía, en seguida pasé mi mirada de duda a él, que parecía que el abrazo le había mareado un poco.

- No te hubieses molestado… con ese habría sido más que suficiente - intenté reprimir una sonrisa para que no quedase una amplia, sino un gesto infantil y divertido. - Además, me encanta esa parte de ti clásica - le halagué queriendo agradecerle todo con esa muestra de un sincero cumplido, mientras empezaba a abrir el envoltorio.

Sonreí de nuevo mientras le veía desenvolverlo, dejando al descubierto una sencillita caja blanca. Al abrir la tapa quedó al descubierto un pequeño colgante de cristal transparente engarzado en un enganche piramidal que lo sujetaba con una filigrana circular a una fina cadenita plateada. Al levantarlo por la cadena lanzó un destello blanco que relució por un momento en la penumbra.

-Aunque parezca cristal es un mineral llamado espejo del arcoiris. Lo encontrñe de pequeño entre las rocas de un río cercano a mi casa, aunque por entonces no sabía lo que era ni lo que valía. Aún así se convirtió en mi posesión favorita de pequeño porque no es cristal corriente. Pedí que me lo engarzaran para llevarlo siempre conmigo, aunque yo lo llevaba colgando de la cintura del pantalón. Pero lo especial es la razón por la que se llama así. Normalmente es transparente como lo ves, pero al ponerlo a la luz...- le cogí la mano con que sujetaba el colgante y le hice colocarlo entre él y la luz del fuego, cogiéndolo los dos con el dedo índice y el pulgar. Al instante su interior pareció reflejar distintas tonalidades de todos los colores, verdes, azules, rojos, rosados, amarillos... Un espectáculo de fuegos artificales en miniatura, miles de rayos de luz de distintos colores entrelazados como al mirar hacia arriba desde debajo del agua. Rebotando contra las paredes del cristal y sin poder salir de el pequeño pedazo de mineral.- Refleja todos los colores del arco iris, como dice su nombre.-concluí.- También dicen que lo que realmente refleja es el corazón de quien lo sostiene... De pequeño lo creía... y lo creí más aún cuando dejé de verlo brillar y no lo volví a llevar conmigo, según... crecí.- murmuré sin especificar más. Aparté mi mano dejándolo sostenerlo solo él para que lo apreciase más claramente.

No me había dado cuenta de lo cerca que estábamos ya que no lo había apartado mucho tras el abrazo. Una nueva oleada de debilidad y un trallazo en mi cabeza difuminó un poco mi mente.

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Este es mas o menos el colgante: http://www.amorysuerte.com/modules/catalog/images/colgante_cuarzo_02.jpg

Su colgante… el colgante de Kei desde que era pequeño, ahora era mío… me lo entregaba a mí. Cuando abría la caja y me encontré con ese colgante, no esperaba toparme también con la historia que él me contó, era la parte que más consiguió impresionarme. Saber que tenía algo suyo, del pequeño Kei, me hacía sentir privilegiado, más cerca de ese niño. No sabía si hacía bien en hacerme ilusiones porque me confiase algo que era realmente valioso para él.

Ese enorme destello de todas las gamas de colores me tenían hipnotizado y sus palabras embobado en un sueño irreal… en el que al final si que pudimos ver los fuegos artificiales juntos al observar el cristal sobre las llamas, aunque éstos eran aún más hermosos pues eran propios de la naturaleza.

- ¿Es para mí? - murmuré tontamente sabiendo que la respuesta era afirmativa, aunque necesitaba oírla para saber que no era ningún tipo de broma.

- Es el más hermoso que he visto nunca… - admití aún boquiabierto tocándolo entre mis dedos, era tan transparente que parecía adaptarse a la perfección para quien lo cogiese. -Tú mismo lo has dicho… no hay colores sin luz - le recordé sabiendo que si se opacaba era porque dejó de haberla, pero nunca es tarde para encontrarla de nuevo… Ya que me entristecí al saber que dejó de brillar al verlo… Mas confiaba en que juntos, como justo ahora, pudiésemos ver los siete colores para siempre.

Y en estos momentos… resplandecía.

Asentí aunque no fuese necesario. Se lo quité de las manos para abrir el cierre de la cadenita y pasarla por su cuello, cerrándolo por atrás y dejando mis brazos por un momento en un falso abrazo. Al terminar me di cuenta de que mi cara estaba a la misma altura que la suya y sus ojos veían cada recobeco de los míos. Mi cara ardía y mis ojos se enturbiaban, demasiado había aguantado ya mi debilitada fuerza. La enfermedad tenía al fin paso para llevarse lo que me quedaba de voluntad y mis ojos carecían de defensas ante el mundo exterior, sin barreras que impidiesen que nadie mirase mi alma a su través... sin barreras que impidiesen que la mirada bicolor me golpease con toda su fuerza hasta lo más hondo. Parecían relucir por la mezcla de alegría y ternura, por algo que yo había hecho. Un soplo de viento de origen desconocido agitó las llamas llevándose consigo la situación de mi mente.

Porque entonces mi mundo comenzó a girar, con la misma vertiginosidad de cada vez que miraba sus ojos fijamente, elevada al cuadrado. Mis manos habían caído inmóbiles en sus hombros y él no parecía fijarse en el detalle. Pestañeé y cerré los ojos, intentando conservar un mínimo de dignidad por medio de esquivar su mirada, pero demasiado tarde ya, porque el remolino no giraba ya en sus ojos sino en mi interior, y mi corazón seguía el ritmo de sus giros. Y ya perdida mi conciencia y sin fuerzas para resistirlo abrí los ojos de nuevo, cediendo ante lo inevitable.


No estoy seguro de si simplemente me fallaron las fuerzas o yo mismo me impulsé para caer hacia adelante. Sólo sé que un momento después mis labios regalaban una caricia suave, apenas un roce en los ajenos. Apenas un roce que envió mil y una descargas positivas a través de mis labios a todo mi cuerpo. Un roce que llamaba a muchos más, una llamada irresistible que obedecí tan sin pensar como todas mis últimas acciones. Una de las manos que se encontraban en sus hombros se deslizó sin hacer contacto hasta su mejilla, en la que permaneció con el tacto delicado de una pluma. Aprovechado el apoyo, un segundo beso cayó, menos tenue que el primero, menos sosegado, deseoso de acceder de nuevo a las asombrosas sensaciones que provocó aquel.

No hubo pausa para considerar el hecho que en otra situación habría sido tan evidente de que no me había apartado. Incitado sin saberlo por ese hecho, llegó el tercero, más atrevido y fuerte pero con una gran dosis de una dulzura que desconocía poseer, proyectando mi aliento en sus labios antes del contacto final. Con los labios entreabiertos lo siguió el cuarto, y en esta ocasión teblé cómo una hoja mientras movía los labios sobre los suyos, abriendolos pero sin llegar a más. Me pareció sentir el contacto de sus manos suaves en mi pecho, no sé si para apartarme o por otras razones, pero si era por lo primero había provocado el efecto contrario.

No sé cuanto duró ese cuarto beso, compuesto de miles de ellos entrelazados, cálido. Labios cerrados, abiertos, entreabiertos, aliento contenido, suspiro en la boca ajena sin llegar nunca a adentrase en las profundidades. Probablemente no durase tanto como me pareció, pero costaba creer que en tan mínimo tiempo puediesen sentirse tantas emociones. Pero la electricidad que me mantenía en movimiento de disipó imperceptiblemente cuando ese terminó y me alejé un poco, no para coger aliento ya que en ningún momento había perdido la respiración por no ser en exceso profundo, pero sí en una breve pausa en que, perdida la fuerza que me otorgaban, sentí todo mi ser flaquear. Como si no sólo hubiese recibido sino que hubiese entregado cada miligramo de mí en ese beso, mi cuerpo se desligó de golpe de la realidad y mi cabeza cayó, extenuada sobre su pecho.

Ahora sí respirando entrecortadamente tras tanta adrenalina, mi mano la siguió y quedé practicamente tendido sin fuerzas sobre Yu. Todo estaba oscuro y borroso y mi mente no recordaba cómo había llegado allí. Creo que quedé insconsciente un par de segundos, sin entender qué me había pasado y dónde se había perdido Kei.

Suspiré aliviado cuando sus brazos permanecieron sobre mis hombros, descubriendo que estuve rogando porque ocurriese después de colocarme el mismo el colgante, un detalle ideal de su parte.

Aunque tal cercanía no daba margen a que nuestras miradas se desviasen, aunque buscaba el camino para poder esconder el nerviosismo que me provocó tener nuestros ojos conectados, mirándonos sin pestañeos, sin pensar en nada que no fuesen los iris contrarios y a la vez pensando en todo, preguntándome lo que pasaba por nuestras mentes, pues ambas las desconocía. Temía que hablase de más entre el absoluto silencio, temía tanto que entrase en mi mente, que conociese más de mí de lo que yo conocía en estos momentos, que siendo superior a mí, fuese capaz de controlarme.

Como daga que parecía haber atravesado mi garganta, con un chocante sentimiento de miedo y deseo de sumisión, ambiciono ser guiado para disfrutar del camino pero temo en qué ciudad desembarquemos… Nuestras almas quedaron abiertas y descubrí en él, el mismo torrente de sentimientos y sensaciones enigmáticas. Observo cada movimiento suyo, cuando se debilita ante mí, para yo hacerlo ante él… cuando cierra los ojos, para alejar la confusión que inútilmente logrará, pues si levantas la ficha del tablero, debes de mover…

No entiendo por qué juegas de esta forma, con la inocencia de un niño preguntándote dónde la otra pieza, pero no sabes aún que en este mundo los regalos están incompletos… Abre los ojos, yo también lo siento, las dos piezas se unen en un puzzle.

Hoy es una noche de contradicciones en que todo viene de dos en dos, los opuestos, los dos lados de los polos… Porque siempre supe que llegaría, que todo a nuestro alrededor en todo momento indicaba un hecho del destino que no podríamos evitar, que no importa cuando lo intentamos aplazar porque ya no nos quedaron fuerzas para luchar contra el deseo de besarnos… Pero aún sabiéndolo sentir sus labios sobre los míos vírgenes de un momento a otro, plenamente repentino, me desconcertó, estaba totalmente fuera de mí, la sangre bombeaba mi cabeza en la que los latidos se volvieron más graves acompasados con los acelerados de mi pecho.

No le bastó ese ligero roce y en mi aturdimiento seguí sin reaccionar en un segundo, más ansioso de más, por quitarle toda la pureza a mis labios con sus besos y purificarlos a la vez. Me sentía en un sueño, en un sueño en el que abres la boca, articulas pero la voz no sale de sus cuerdas vocales y nadie te escucha porque no puedes hablar, mueres por hacerlo y te sientes inútil…

Pero no podía soñar ahora, tenía que despertar y él con el tercer beso buscaba hacerlo… Al finalizarlo una bocanada de aire salió de mi boca, notando ahora que hasta ahora había detenido mi respiración… y la voz me había vuelto, ahora podía hablar.

Parecía que lo último que deseaba ahora era dejar mis labios porque volvió a capturarlos, creyendo que él ganaría pero yo ahora busco mi revancha. Sentí sus húmedos labios bailar sobre los míos, en un ansioso gesto por devorarlos que me provocó un enorme escalofrío en mi espina dorsal y cosquillas en mi estómago. Todo mi cuerpo temblaba acompasado de mis labios que luchaban por moverse, pues yo aún no le mandaba la orden…

Ya no aguanto más. Mis labios torpemente le siguen sin atreverme a abrirlos en exceso, dejándolo en un tímido gesto, pero poco a poco empezaba a buscar una forma de colaborar cada vez más porque un humano no puede fingir por más tiempo que ansiaba corresponderle los gestos. Sus suspiros entraban en mi boca y en mi interior se formaba una brisa, que al sentir esa desconcertante sensación un gemido se escapó de mis labios que murió entre nuestras bocas abrazadas.

Al alzar mis manos noté el nerviosismo de mi cuerpo en el enorme temblor de éstas que vacilaban en ponerse sobre su pecho, una de ellas en el saliente hueso que unía su hombre y la otra a mitad de sus pectorales. Quería hacerle sentir bien, asegurarme de que él también sienta lo mismo que yo mientras el beso durase… parecía no tener fin, no querer terminar nunca, no cansarnos de las caricias y sin la necesidad de llegar a más, aunque mi inexperiencia era evidente por mi torpeza en seguir alguno de sus gestos… De vez en cuando mordía sin querer alguno de sus labios por algún gesto brusco de mi parte.

Cuando empezó a separarse nuestros labios inferiores parecían desistirse pues seguían tensándose hasta que su unión se rompió. Comprendí que no habría más cuando su cabeza se apoyó sobre mi pecho. Permanecimos mucho tiempo callados, al menos a mí me pareció eterno, hasta que mi mano se posó sobre su cabeza acariciando sus cabellos, intentando así hacerle desaparecer esos pensamientos que no le decían nada de su cabeza, los que sabía que él también tendría en estos momentos. Quería decir algo pero no sabía el qué… justo ahora acababa de robarme mi primero beso, él lo sabía y también que yo no opuse resistencia, que lo deseaba tanto como él, sentí toda su entrega lo que me apenó no haber podido devolvérsela completa pero esto era nuevo para mí y estaba perdido…

La cabeza me daba vueltas y mi respiración se había vuelto pesada y entrecortada. Mi cuerpo se sentía tan pesado que no hubiese podido moverlo aunque quisiera. Creía que mi cara estaba por arder, del calor que contenía y desprendía. Tenía la vaga idea de que estaba apoyado en el pecho de Yu, pero mi vista estaba demasiado borrosa para fijarla en la tela de la camisa. Algo en mi cabeza me avisaba de que mañana me iba a causar muchos quebraderos de cabeza lo que acababa de hacer, pero ni en esos momentos lo recordaba claramente, así que tendrá que esperar. Abusando cruelmente de mi falta de fuerzas, la enfermedad me envió un ataque de tos mayor que los anteriores.

-Me encuentro... mal...- fatal u horriblemente enfermo habrían sido más exactos, pero ni mi dignidad ni mi falta de fuerzas me permitirían pronunciar esas palabras. Había sido yo quien quiso quedarse aquí a pesar de estar enfermo. Pero es que normalmente habría aguantado sin problemas, habían debido ser la suma de sucesos lo que había forzado mi cuerpo a rebasar los límites.

Sólo entonces me di cuenta de que temblaba. No lo habría imaginado con todo el calor que me abrasaba por dentro. Intenté levantarme, pero sólo logré crispar mis manos entorno a una tela que imaginé sería la camiseta de Yu. Al segundo intento fue mejor... pero no suficiente, conseguí levantarme un poco y elevar la cabeza, pero pronto tuve que volver a bajarla, no me sentaba bien la escasa luz de la chimenea, prefería la penumbra que me otorgaba el cuerpo de Yu... más adelante negaría haber pensado eso.

Empezaba a preocuparme con más intensidad, esa tos no me gustó nada… Tras escuchar sus débiles palabras eché un vistazo a mi alrededor buscando alguna solución, algo que pudiese hacer yo para aliviarle un poco el mal que sentía.

Recordaba como antes había rechazado el medicamento pero no se me ocurría otro modo, así que saqué una de las pastillas que acerqué con mi mano a su boca. - Kei… - le llamé con la voz temblorosa para que me captase un poco de atención y notase la sustancia entre sus labios - va, tómatela, por favor… te aliviará - le pedí demasiado preocupado y encima fue mi culpa que ahora estuviese así, así que no permitiría que siguiese en ese estado o aún peor, que empeorase.

Aún con la mano cerca de su boca, la otra la posé sobre su cuello acercándolo más a mí para que pudiese acomodarse, ejerciendo de paso una leve presión con mis dedos para masajear la unión de su cuello y hombro, intentando así aliviarle un poco los músculos contraídos por la fiebre.

Sabía que aunque se tomase la pastilla, ésta no sería suficiente y que el calor de la chimenea dejó de ser muy beneficioso para una fiebre, así que sería mejor refrescar un poco esa frente. - Escucha… es mejor que estés en la habitación descansando, mejor allí te bajamos la fiebre ¿sí? ¿Crees que podrás levantarte? - le pregunté acercándome un poco a su oído ya que hablaba bajito para que mi voz no le taladrase más la cabeza, preguntando su opinión por si podría soportarlo o le haría sentir peor levantarse ahora, claro está que le ayudaría a llegar hasta la habitación, donde procuraría hacer el menor ruido posible para que su compañero no despertase y no armar demasiado jaleo.

Negué con la cabeza forzosamente y aparté la pastilla con un gesto muy débil.

-Medicamentos no... no me gustan los medicamentos...-me estremecí... hay muchos tipos de medicamentos. Normalmente pensaría con la mente fría y entendiendo la gran diferencia entre una cosa y otra, pero no estaba en situación de pensar. No me tragaría nada, me negaba rotundamente.

Sin embargo intenté levantarme cuando me lo indicó. Si me apoyaba bastante en él podría hacerlo, asentí levemente. Era mejor que volviese a la habitación, quería tumbarme... Pero antes de que me llevase adelante clavé los pies en el suelo. Aún sabiendo lo que me costaría volver a levantarme, me deslicé de su hombro de vuelta al suelo... y cogí del alfombrado el disco de música. Cogiéndolo con toda la firmeza de que era capaz me tragué mi orgullo tendiéndole la mano pidiendo ayuda para volver a levantarme.