- Más bien no fue hasta ese entonces que no empecé a creer en él. No creemos en las cosas porque queramos sino porque las necesitamos - y en mi caso pensar que habría alguien esperándome me dio fuerzas, simplemente adopté otra manera de ver las cosas y que me sirvió de mucho, además de que me gustaba esa forma de pensar, darle un toque más místico o romántico, como si fuese sacado de una novela.
Me sentí horriblemente mal, dando por obvio lo avergonzado, cuando se quitó su chaqueta para dármela a mí... Ese gesto era demasiado amable para venir de él, o de cualquier persona, era demasiado bueno conmigo... Definitivamente me mima demasiado...
- Gracias... - susurré sintiendo como el frío se esfumaba de mi rostro, seguramente por el exceso de sangre acumulada que se reflejaba en un sonrojo. - Pero no quiero que tú te congeles sin nada... - me daba una terrible pena verle a él desabrigado, tanto que su último comentario, que normalmente lo hubiese tomado como una ofensa, lo ignoré completamente y tomándolo como una de sus bromas sarcásticas que se tomaba la confianza de decir para romper el hielo. - Lo siento - me disculpé torpemente sacando la lengua por mi despiste.