Paseo por el desierto (Yukimura Kei) [Cerrado]

Sol achicharrante sobre mi cabeza, desierto a mi alrededor, piernas a dormecidas, cuerpo tambaleante y mente medio dormida... A parte de eso, nada más sentía o veía en la larga avenida a las cuatro de la tarde, cuando todos están descansando al lado de un precioso y querido ventilador, yo estoy deambulando por las calles en busca... de comida. ¿A qué hora se me habría ocurrido a mí comprar como mascoto a un hurón que parece un alien comiendo? ¡Ese bicho enano se ha ventilado toda la comida en menos de una semana!

Claro, ahora todos pensarán "pero nada te mandó a ir a las cuatro a salir a comprar comida".

¡Error! Si así fuese yo no estaría aquí diciéndole adiós a mi piel nívea... Pero es que el mundo está ya tan tan mal, que ya hasta las mascotas le ordenan a sus amos. ¡Ese maldito bicho no se callaba ni con calmantes, ni whisky ni nada! Y para colmo de comilón y quejica, también me salió delicado, pues no quiere comer otra cosa que no sea su comida. El diablo existe y es ese condenado bicho...

Lo peor es que no paro de deambular por las calles porque al haber salido únicamente una vez no tengo ni idea de dónde quedaba la tienda de animales. Estoy por contratar un guía turístico que me guie pero... ¡es que no hay nadie! ¡Solo, vacío, desértico!

Inspiro y expiro profundamente con la esperanza de librarme aunque fuese un poco de este asfixiante calor y me desabrocho los dos botones superiores de mi camisa blanca para facilitar la entrada de aunque sea un soplo de aire fresco. Reanudo mi paseo en busca de una librería por ésta avenida infernal recorriendo con la mirada distintos escaparates. Ropa, juguetes, colonias, tiendas de tod a cien... A pesar del calor es agradable abandonar el instituto un rato, no porque me sienta encerrado, a eso estoy acostumbrado, sino para escapar un rato de un edificio tan lleno de gente como es una escuela, y tenía la escusa perfecta. Tras una semana allí mis reservas de lectura habían quedado agotadas. Normalemente considero mi rapidez de lectura como algo positivo, pero se convierte en una molestia cuando los libros apenas te duran. De ahí que ahora me encuentre en una calle extrañamente vacía, dada la cantidad de tiendas (supongo que el calor mantiene a la gente a raya y harán sus compras en el centro comercial, con el tibio airecito del aire acondicionado), buscando algún sitio en que pueda conseguir lectura. En la escuela hay una biblioteca, pero prefiero tener libros propios.

Finalmente me paro frente a un escaparate con la palabra "Librería" escrita. A pesar de que tras el cristal no veo ningún libro de mi interés decido darle una oportunidad, algún buen libro deben tener.

Vale, vale... Me rindo. Lo mejor será entrar a una tienda a preguntar si no quiero desperdiciar un esperado viernes.

Ni siquiera miré a qué tipo de tienda entraba pues lo único a lo que iría sería a preguntar. El mismo silencio de las calles reinaba en el local, aunque al menos había alguien al otro lado del mostrador.

Me acerqué despacio hacia a él con cuidado de no hacer mucho ruido para no perturbar el silencio. - Disculpe... - le llamé tímidamente una vez cerca del dependiente - ¿sabe por dónde queda alguna tienda de animales por aquí cerca? - pregunté débilmente con miedo de que no quisiese contestarme.

- Lo siento, por aquí cerca no conozco ninguna, muchacho. Pero puedes mirar por... - hasta ahora prestaba atención a sus palabras hasta que dejé de escucharlas cuando el sonido del móvil sobre la puerta agitarse a la llegada de un nuevo cliente detuvo mi escucha.

Al pasar me recibe un alegre tintineo, la puerta ha rozado un movil listo para anunciar mi entrada. La tienda está algo oscura, ya que tras el escaparate hay un aparador con libros que impide a la luz entrar por ahí y me figuro que no habrá encendido muchas luces por la escasa clientela que recibirá en un día como hoy.

Sin embargo hay luz suficiente para distinguir claramente a los dos ocupantes de la tienda. El hombre de edad mediana, con algunas canas y unas gafas redondas sobre la nariz que está tras el mostrador debe ser el dependiente. La otra persona en cambio me sorprende encontrarla. Cabello rojo inconfundible, jamás creí que justamente Yu pudiera estar en una tienda de libros, no se le ve demasiado amante de la lectura. Si no estaba bastante seguro de su identidad, se confirmó cuando se dió la vuelta a mirarme, prontamente avisado por las campanillas. Dada la sorpresa en su expresión entiendo que él tampoco esperaba verme allí. Le saludo con un movimiento de cabeza, inexpresivo como siempre.

-Vaya, ¿y qué haces tú por aquí?-levanto una ceja inquisitivamente mientras me acerco al aparador junto al que está esperando al fin encontrar algo interesante.

- Gra-gracias por su ayuda... - le agradecí al dependiente cuando volteé a verlo para seguidamente dirigirme a Kei. - Hola - saludé un poco cohibido por el ambiente silencioso - obviamente no a comprar un aburrido libro, si ni siquiera leí el que nos mandaron para clase. Menuda que me lió el profesor ¿no recuerdas...? - contesté dando a relucir mi pasión por los libros y mi disciplina para cumplir lo que se me manda - solo entré a preguntar por una tienda de animales pero tendré que seguir buscando, aunque quizás descanse un rato de ese calor infernal y vea algo de manga... ¿Y qué hay de ti? ¿De compras? - pregunté sin el típico tono burlesco que me caracterizaba, supongo que no esperaba encontrarme a nadie aquí y menos a él.

-Hum... Sí, el profesor de literatura parece tenerte un gran aprecio.- aseguré. Tras una semana de compartir clases tenía una idea bastante aproximada de su ineterés escolar.- Pues sí, de compras.-ignoré el tono en que lo dijo.- Se me ha terminado la lectura y busco algo interesante con que entretenerme.

Mientras hablaba examinaba los distintos títulos de la estantería. Mayormente historias o bien romantico-empalagoso, romántico-sexual, aventura para niños o fantasías en que no me sorprendería encontrar unicornios mágicos. Tsk... Hoy día los escritores se encasillaban en temas y argumentos tan absurdos y repetitivos que no me extrañaba el escaso éxito de la lectura los últimos años. Y si había un libro con un historia medianamente buena, a menudo llegaba tan cargada de cosas inútiles que impelían a deshecharlos antes de engancharse. Otros eran buenos, buen argumento, buena narración... pero que no entraba en mi tipo de lectura.

Sacaba un libro, leía un poco por encima y de vuelta al estante. Casi empezaba a pensar que no encontraría nada decente hasta que di con el tesoro enterrado entre literatura de mala calidad: El catalejo lacado. Mi cara se iluminó con el descubrimiento. El tercer tomo de la trilogía de La materia oscura, había leído los dos primeros con interés y no dudaba que el tercero estaría a la altura. Los otros se habían quedado en mi habitación de mi casa, pero recordaba todo con claridad y no necesitaría releerlos a pesar de hacer un par de años que los leí.

Me volví hacia la caja, satisfecho al haber cumplido mi objetivo de encontrar un buen libro. No me duraría mucho, pero parecía que no había ningún otro interesante en esa tienda y ya me las apañaría.

-¿Cuanto será?

-Veintidos, veintitres si quieres llevarte también un marcapáginas de la colección.

Negué educadamente mientras tendía un billete y un par de monedas dejándolos en la mesa. Con expresión de estudiante educado y amable guardé el libro en una bolsa que me dió para darme después la vuelta. Según estuve de espaldas mi expresión retomó la apatía, fuera de la vista del adulto.

- Sin duda, pronto me harán entrega de una beca - contesté con sarcasmo mientras miraba como Kei se movía de estantería en estantería, así que decidí mirar yo también un poco entre la pequeña pila de mangas buscando el género adecuado, cuando al rato escuché la inconfundible voz de Kei, al parecer tuvo más suerte que yo y sí encontró algo ya que yo seguía sin dar con lo que buscaba. Cuando creí que ya habría terminado de pagar me volteé a verle, ya que la tienda no era excesivamente grande nos encontrábamos a una distancia prudencial como para poder hablarnos. - Ey, no pensarás irte sin mí, ¿verdad? - le pregunté mirándole con desconfianza - bah, podemos irnos ya, no hay nada interesante. No encontré nada de yaoi... - me dirigí hacia a él encogiendo los hombros y bufando - ne, ne ¿me acompañarás a buscar una tienda de animales? Es que ya estoy aburrido de deambular por ahí solo - le miré con esperanzas con una mirada profunda y retadora para que se apiade de mí.

Me encogí de hombros.

-No tengo nada interesante que hacer, de todas formas.-le miré conforme según abría la puerta. El tintineo repiqueteó de nuevo.- ¿Tienda de animales? ¿Para qué la buscas?

- La mirada del demonio que se esconde bajo la apariencia de un hurón me engatusó para comprarlo y ahora vivo con un devorador que me obligó a salir a comprarle comida... - le contesté sin estar muy seguro si entendió algo de lo que dije saliendo de nuevo a la avenida - ¿Y alguna novedad de tu parte? ¿Que se cuenta el niño bonito? - pregunté sin prestar mucha atención a lo que decía o a mi alrededor, este calor conseguía despegarme del mundo.

-¿Te has dejado mandar por un hurón?-pregunté casi sintiendo como una gota me resbalaba por la sien.- No sé lo que contará el niño bonito, pero yo simplemente quise escapar un rato y conseguir algún libro para no aburrirme. Nada nuevo, todo viejo, tranquilo... monótono.-expliqué con voz monocorde.

Ya habíamos empezado a recorrer la avenida y tras tan sólo un par de calles vi el letrero enunciando la tienda de animales.

-¿Será esa?-ojos entrecerrados con pasividad.

- ¡No! Ya te he dicho que es el demonio, no un hurón... - le reprendí mirándole con rencor - ¿escapar? Eso no se hace, está prohibido - he de reconocer que me gustaba "burlarme" (ya que realmente no lo llamaría así) de él, siempre y cuando no alcanzase el límite de su escasa paciencia.

Asentí con la cabeza cuando noté al lugar al que se refería dirigiéndonos en su dirección - oye, Kei... ¿tú me harías un favor? - pregunté un poco temeroso - es que al menos quisiera aprobar el examen de las recuperaciones de este trimestre y el de matemáticas ya se acerca. Y como mis progenitores se enteren de que suspendí todo... - tragué en seco al imaginármelo y no tenía nada de bonito. - ¿Me ayudarías a estudiar? ¡Por favor, por favor! Tú eres muy listo y te lo sabes todo... - le rogué tomándole de las manos y viéndole a los ojos - ayuda a tu amigo, anda...

Me encogí de hombros, conforme.

-Yo también tengo que hacerlos, ya que me perdí los de casi medio trimestre al llegar tarde debo obtener mas notas con que hacer la media. El problema...-me masajeé un momento el cuello, que me dolia por la mala postura en que había dormido esa noche.- Es que yo suelo estudiar el día antes... Así que me deberás una por hacerme estudiar antes de tiempo...-pronuncié con un suspiro, que sea inteligente y se me dé bien estudiar no significa que me guste, de hecho se me hace realmente aburrido.-Bueno, ¿entramos?-indiqué con un gesto la puerta de la tienda de animales a la que habíamos llegado casi sin darnos cuenta.

- ¡Gracias! Claro, claro... podrás pedirme todo, todo lo que quieras - confiaba en su buen juicio en que no fuese a pedirme algo que estuviese totalmente fuera de lugar. - Y a todo esto, parecer bueno en los estudios ¿qué tienes pensador estudiar o ser de mayor? - le pregunté con mi característica curiosidad infantil, con la esperanza que no me devolviese la pregunta.

Asentí ante sus palabras entrando primero al local, esperando que me siguiese me dirigí al mostrador y hablarle un poco cohibido al dependiente para pedirle lo que necesitaba con un tono más bajo de lo normal y con una modulación diferente en mi voz producto de la timidez, pues hasta que tomaba confianza con una persona siempre era bastante tímido.

Una vez que me hubo entregado la dichosa comida, pagué la cantidad que me había indicado para salir ya de allí volviendo a ver a Kei. - Bueno, esto ya está... ¿vamos a algún sitio ahora? - ya que él era nuevo no estaba seguro de si conocería esto, aunque yo tampoco es que lo conociese como la palma de mi mano pues solo había salido una vez - hay muchas cosas por aquí, a parte de tienda de todo tipo hay cines, centro comercial, muchos bares y discotecas, aunque creo que esta vez es preferible no ir a beber de nuevo, parques con lagos... De hecho he oído que por las noches en algunos suelen abrir algunos pequeños tenderetes y la gente pasea por ahí para verlos y comprar e incluso puedes alquilar barquitas para pasear... Me encantaría ir algún día, tiene que ser bonito ¿no? - le informé ilusionado, pues cuando yo llegué aquí jamás pensé en encontrarme una ciudad así, pensé que todo sería más aburrido, pero con diferencia me estoy divirtiendo aquí más que en ningún lugar en el que haya estado.

Observé con curiosidad el comportamiento de Yu ante el dependiente, notando de inmediato la gran diferencia entre cuando hablaba conmigo y cuando hablaba con él. Por alguna razón imaginé que con la mayoría de personas se mostraba de esa forma y no tal y como yo lo había conocido. Tal vez fue una intuición, tal vez un deseo de sentir que conmigo se mostraba diferente... prefiero pensar que fue lo primero.

Al salir de la tienda y con más espacio para hablar sin escuchas indiscretas (no me agrada que otras personas escuchen de mi vida si no soy yo quien decide contarles, y eso incluía al dependiente) contesté a su pregunta.

-En realidad no lo tengo muy decidido...-dije con sinceridad.- Tal vez me dedique a escribir, algo de ese tipo...-estaría bien cualquier cosa que no me obligase a socializar más de lo necesario y que pudiese llevar a mi manera, sin nadie dándome órdenes.- Estaría bien algún sitio al aire libre, cualquier sitio con terraza, estoy cansado de recintos cerrados. Así me cuentas de tu futuro.-lo último lo dije en parte porque parecía esperar la misma pregunta de mi parte cuando preguntó, y en parte para que hablase él, ya que no era mi fuerte ni tenía interés en que lo fuera. La última semana habíamos charlado con relativa frecuencia y me había acostumbrado, pero seguía prefiriendo que hablase él.

Vale, era obvio que devolvería la pregunta, así que si no quedaba otra que contestar... - Bueno, hasta ahora creía que en el futuro moriría de cáncer de pulmón hasta que vino alguien y me chafó todos los planes. Que por cierto, no me veas la semana de mono que llevo, ¡pero solo he fumado siete esta semana! ¿Verdad que soy genial? - pregunté ilusionado pues aunque aún no lo dejaba del todo, ya para mí era un gran logro - así que visto que mi esperanza de vida se alargará no sé qué haré en el futuro porque no quiero seguir estudiando - hablaba mientras guiaba nuestro camino para ir a un lugar que me parecía adecuado según había descrito. - ¡Oh! aunque no sería mala idea dedicarme a algo de arte... - me interesé por la idea cuando pasó por mi mente - podría hacerme dibujante de comics, empezar de ayudante en alguna editorial cuando salga de aquí... Y luego haría mis propios mangas yaois ¿qué te parece? - cuestioné con interés en saber su opinión al respecto. - ¿Y qué tipo de novelas te gustaría escribir? Podrías hacerlas homo eróticas, te juro que entonces si que pienso leer ese libro - le sugerí con cierta burla y dando a relucir una parte de mí... poco infantil, mientras nos dirigíamos hacía un pequeño café/bar ubicado cerca del parque más cercano, en donde había una terraza que hacía de mirador a las enormes vistas, quizás le gustase. - Ya casi llegamos - le informé distinguiendo en la lejanía el que parecía ser el local.

Le sonreí con aprobación. Probablemente no se daba cuenta de hasta qué punto era un logro, la mayoría de las personas no eran quien a reducir tanto tan rápido. Incluso asentí cuando se autoproclamó "genial" condescendientemente.- Siempre podré escribir el guión para uno de tus mangas.-ya que parecía haber realizado un gran cambio y muy positivo quise alentarlo, me producía un cierto cosquilleo agradable ver que parecía ver su futuro con más optimismo del que presentaba anteriormente.

Escogí una mesa exterior cerca de un árbol de forma que entibiaba un poco el ambiente, aunque me senté en la parte a la que daba el sol.

- ¡Me encantaría! - contesté rápidamente entusiasmado por su proposición, tanto porque aunque dibujase no sé si sería bueno inventando una trama, como por el hecho de que me alegraba poder hacer algo así en común. - ¿Pero… a ti te gusta el yaoi? - pregunté un poco asombrado porque de primeras no objetó nada respecto a eso. De todas formas debería de guardarme esa idea para hacer algún proyecto juntos durante las relajantes vacaciones. - Oye, ¿y tú que harás cuando nos den las vacaciones? - pregunté ya que andaba pensando en ese tema y temiendo que se marchase y no poder probar hacer un manga entre los dos. Tomé asiento frente a él que por suerte daba la sombra, no quería convertirme en chino a la parrilla, mientras esperábamos a que viniesen a atendernos, que dudo que tardase mucho porque con este peculiar día no estaban los sitios nada concurridos.

Su entusiasmo mantuvo mi sonrisa impidiéndole desaparecer.

-Ni me gusta ni me disgusta, es un género más. Como todos los géneros tiene sus cosas buenas, por ejemplo dado el escaso público que tiene, impele a los autores a esforzarse más con la trama y los argumentos lo que hace sus historias interesantes.-expuse mi punto de vista con claridad, corrección y sinceridad, ya que debería escribir de temas de esa índole quería demostrar que no le armaría ninguna chapuza. No necesité meditar la respuesta a su otra pregunta.- Me quedo, no les daré el disgusto de tener que aguantarme en casa a mi familia.-no pude reprimir el ligero retintín en la palabra familia. ¿He de adivinar que tú también te quedarás?

- Muy cierto - afirmé totalmente convencido a sus palabras, se le veía bastante puesto en temas literarios. Quién sabe, quizás formemos un buen grupo, nos hagamos famosos a nivel mundial y ganemos dinero de eso, no estaba mal tener buenas espectativas, ¿no? - Así es, prefiero quedarme aquí, no se me perdió nada en Japón, además de que no me gusta pero no te ofendas, es que le cogí manía - contesté con sinceridad intentando que ese último detalle no le ofendiese pues era de su tierra natal de la que hablabla. - Me alegro de que te quedes, ya que la mayoría se van, por lo menos tendré a alguien con quien estar - aunque era de esperarse que así fuese, pues apenas conocí a gente aquí a parte de él y aún menos con las personas con las que había congeniado.

Cuando llegó por fin el camarero preguntándonos que deseábamos, me adelanté primero a pedir lo de siempre - yo... tomaré un batido helado de stracciatella, por favor - le pedí bajito pero lo suficientemente alto como para que esperar que me entendiese, de nuevo ese odioso cambio en mi voz que aunque quisiese, no podía controlarlo. El camarero pareció anotar mi pedido en espera de que mi compañero pidiese lo suyo.

-Vaya, ¿entonces deberé aguantarte también durante las vacaciones?-contesté sin ofensa, con mis palabras contradecidas por la sonrisa que amenazaba con hacérseme habitual.

También en esta ocasión persibí el sutil cambio que se operaba en él al hablar con desconocidos. Lo relacioné directamente a mi forma de adaptarme a los adultos, también variando mi comportamiento. Cuando el camarero se volvió hacia mí de nuevo hice uso de la actitud gracias a la cual me había ahorrado unos cuantos sufrimirentos extra en el pasado, aunque supe que en el caso de Yu los motivos eran distintos.

-También yo desearía un batido, pero de menta. Agradecería si lleva chispas de chocolate por encima, a ser posible.-voz educada, expresión humilde y sin embargo con rectitud. Era la actituz que los adultos siempre buscaban en los menores y les complacía encontrarla, impulsándoles a mostrar cierta preferencia inconsciente. Efectivamente, percibí la indiferencia ante el público habitual del camarero desaparecer sustituída por una confianza y confidencia que a menudo resulta útil. En ocasiones incluso te permiten hacer que satisfagan tus deseos sin ninguna clase de forcejeo, de forma servicial. Siempre ante una mirada confiada, directa y sin embargo inocente, se desarman. Complacido aunque renuente a demostrarlo ya que ni él mismo comprendía el porqué, el camarero asintió mientras lo anotaba en el cuadernillo de tomar nota.

-Gracias.-sonreí, una sonrisa falsa tejida a conciencia y perfeccionada con la práctica, que sin embargo parecía agradar a los mayores.

En cuanto el camarero se dió la vuelta, hice desaparecer esa sonrisa con cierto desprecio porque los adultos fueran tan orgullosos de creer que los niños éramos lo que ellos deseaban, ignorándo deliberadamente nuestra propia voluntad y deseo de ser quienes somos y no quienes quieren que seamos. Al volverme de nuevo hacia Yu volví a mi inexpresividad, aunque dado que no parecía haber dejado de mirarme todo el rato supuse que habría notado el cambio y seguido mis evoluciones con atención.

- Por supuesto, ¿quién crees si no que va a ayudarme a estudiar para las recuperaciones de las que suspenda? - pregunté dando por sentado que con un par de ojitos lloroso y carita de lástima conseguiría ablandar ese corazoncillo para prestarme tal ayuda.

Miraba asombrado la actitud de Kei, aún podía llegar a entender que con los desconocidos se comportase así pero cuando yo le fui desconocido él no actuó así... - "¿Puede ser que le había agradado ese camarero?" - pensé para mí mismo con un inexplicable enojo si eso fuese cierto, el que no pude esconder en mi rostro en el cual fruncí el ceño en total desaprobación.

Si su amabilidad y educación hacia una persona desconocida ya me había alucinado, no cabía de la impresión cuando encima le vi... ¡le estaba sonriendo al chico!

¿Sería falsa? ¿o de verdad de estaba sonriendo? Por Dios, pero ¿qué tiene ese tipo? Está normalillo, piel de medio tono, ojos y pelo castaño, nada del otro mundo... Aunque eso no quitaba que cuando vino a traer las bebidas pasase de agradecerle nada y le lanzare una mirada de enfado. Cuando se marchó de nuevo volteé a ver a Kei pero ni mi sorpresa ni mi inexplicable ira desaparecían de mi rostro, pues mira que fijarse en un chico así el muy bastardo...

No pude reprimir algo de risa al fijarme en su expresión. No dije nada durante un par de momentos, regocijándome un poco en su expresión ofendida. Imaginé que recordaba mi comportamiento en nuestro primer encuentro y hacía comparación. Negué con la cabeza y llamé su atención con un gesto para aclararle un poco, ya que el pobre camarero no tenía culpa.

-Es adulto.-dije con simplicidad, como si eso lo explicase todo. Pero ante la confusión en su cara supe que debía explicarme más claramente.- Los adultos esperan esa actitud de los menores-preferí no usar la palabra "niño" ya que no me veía a mí mismo como tal.- y se confían ante ella, te evita problemas-en ese momento dejé entrever que era el uso principal en mi caso- y a veces te consiguen su favor sin que ellos mismos se percaten.-señalé a la mesa, donde se veía la gran diferencia entre su batido (un batido sencillo de stracciatella) y el mío (además del batido de menta y la virutas solicitadas lo adornaba una cereza y se notaba más cuidado.- ¿Entiendes?

Cogí la pajita y bebí un sorbo del batido.

Su teoría no me convencía del todo, no es que no creyese que actuaba así porque era un adulto y por tanto lo hacía con todos, ni tampoco porque esa actitud que él tenía no tuviese resultado, sino que no me convencía la actitud que tomaba al respecto, demasiado falsa para mi gusto aunque fuese para con seguir lo que uno quiere, ni para eso me gustaba fingir para poder agradarle a la gente.

- Odio cuando la gente que no es sincera conmigo, tanto como en palabras como con actos, es algo a lo que no estoy acostumbrado - le informé tomando un sorbo de mi batido dándome igual su estado o si estaba o no hecho con cariño - siempre me han tratado con sinceridad en todas partes, con la verdad por delante y diciéndome lo que me tengan que decir, así que qué menos puedo hacer yo que hacerles el mismo favor - finalicé la última palabra con cierto énfasis que denotaba desconfianza al llamarlo así, pues ni estaba seguro si la completa sinceridad podría llegar a rozar lo malo pero como no estaba seguro, prefiero devolvéselo, así les regreso el daño y la alegría. - Es como con mis progenitores - decidí a abrirme un poco - por el hecho de que sean adultos y esperen un comportamiento de mi parte, no se lo voy a dar. Por la simple razón de que ellos tampoco me dan la actitud que yo espero que tengan conmigo aunque sea falsa... ¿así que por qué tengo que darles una actitud falsamente agradable por que ellos la deseen? Ellos dan a mostrar que me odian y yo no voy a ser menos sincero con ellos, así ninguno le debe nada al otro porque no nos hacemos ningún favor ¿no crees? - busqué su opinión con una sonrisa perversa en mi rostro ladeado que mantenía apoyado sobre el dorso de mi mano.

Esperé a que terminase su discurso antes de hablar.

-Entonces no tendrás problemas conmigo en ese sentido.-afrimé.- No sé si te darías cuenta de que a ti no te he mentido, ni he compuesto expresiones falsas.- lo cual era completamente cierto.

Bebí algo más de batido y cogí la cereza con los dedos meñique y pulgar para llevármela a la boca, apresándola entre los labios para quitar fácilmente el tallo y al fin comerla mientras revolvía el batido con la pajita, mezclando las virutas de chocolate con el frescor de la menta. Tras un último sorbo levanté de nuevo la vista hacia él, que me seguía mirando, y vista su sinceridad decidí mostrar también yo algo de confianza y probar así mis palabras.

-En mi caso, por ésto.- tuve un momento de duda antes de dejarle ver de cerca mi brazo. La palidez de mi piel las ocultaba a la vista normalmente, pero mirando con atención de distinguían una serie de cicatrices sin importancia, probablemente de golpes o caídas. De eso eran, aunque no por accidente. Retiré el brazo señalándome la frente, que sabía que él había visto.- O por ésto, y más cosas.

Terminado el momento me recosté de nuevo en la silla y bebí otro sorbo, como si le hubiese enseñado no más que un álbum de fotos.

- Sí, lo sé, es por eso que también soy sincero contigo - afirmé sus palabras de las cuales estaba agradecido que fuesen verdad y espero que fuese así para siempre. Sentí el sudor resbalar por mi cara cuando tomó esa pequeña cereza y jugueteaba con ella entre sus labios, seguramente sin percatarse del nerviosismo que me causaba tal espectáculo. Esa cereza se vía tan suave y esos labios calientes y húmedos que apenas los rozanaba, me provocaron unos escalofríos acompañados por unos aleteos en mi bajo vientre pues mi imaginación era demasiado grande como para no sustituir las cosas y el cambiente por otros muy distintos.

Tragué en seco cuando por fin hubo hecho desaparecer la cereza perdiendose en su interior, como si me hubiese quitado un gran peso de encima. - Por ejemplo... si ahora pienso que eres un provocador, te lo diré sin recato - mascullé sonrojado volteando mi rostro a un lado en un gesto de molestia para que no se diese cuenta de lo que sus acciones me provocaban.

Mi "enojo" desapareció cuando la curiosidad por sus palabras reinó en mí y me hizo ver a aquello a lo que se refería. Al principio no conseguí encontrar nada fuera de lo común pero afinando un poco la vista podía verse esas asquerosas cicatrices marcando ese cuerpo perfecto. No sentí pena, sino rabia porque sabía que esas pequeñas cicatrices que ahora me mostraba no tenían la menor importancia, sino otras que no se veían y que sabía que le dolerían más que esas marcas.

Aunque volvió a su posición anterior, sin poder evitarlo le tomé el brazo para poder verlas de nueva cuenta, pero esta vez para recorrerlas con mis finos e infantiles dedos con delicadeza en una suave pero placentera caricia, intentando borrarlas, sabiendo que le provocaría un ligero cosquilleo en su sensible piel. - Entiendo... yo hubiese hecho lo mismo - le apoyé su actitud pues su situación no fue como la mia y yo en cambio, si podía permitirme mostrar lo que siento ante los que no nos quieren, a diferencia de él.