Paseo por el desierto (Yukimura Kei) [Cerrado]

Durante un rato permití que continuase el agradable contacto, disfrutando de su suavidad sobre mi piel. Cuando consirderé que ya era el límite retiré mi mano en un movimiento lento. Agadecí su preocupación silenciosa de igual manera.

A pesar de la cierta complicidad que flotaba en el aire, me disgustaba el tinte comprometido que lo impregnaba, por lo que busqué algo con lo que salir al paso y que se disipara la tensión.

-Tampoco quiero que me creas cobarde.-puntualicé.- Es solo prevención, pero éstas cicatrices son viejas y no has de preocuparte, esos métodos ya no sirven conmigo, no me dejo abasallar.-mi voz sonó firme y sin duda. Y era cierto, las únicas personas que lograban hacerme vacilar eran las culpables de esas heridas, nadie más me haría obedecer, porque ni siquiera ellas tenían el control sobre mí. Así era como se me había formado mi personalidad y carácter fuerte con el paso de los años.- Y... ¿me haces el favor de explicarme por qué soy un provocador?

A pesar de la aparente inocencia en mi voz, mis ojos se entrecerraban con astucia y mis labios estaban torcidos en una sonrisa ladeada. Sabía bien a qué se refería, aunque en su momento no me diera cuenta ya que lo hice sin intención.

Inflé mis mejillas con fastidio por su pregunta en un acto por demás infantil quitándome todas las ganas de contestar algo de lo que había dicho anteriormente pues ahora había quedado encrucijado ante su pregunta que dudo que me dejase escapar sin contestarla, tan solo por el hecho de picarme, pues seguro que sabía a qué me refería.

- Pues... porque siempres estás provocándome... - le mascullé aún con el inconformismo de la conversación pintado en mi cara - haciéndole felaciones a una cereza en público, ¡eres un pervertido! - le acusé señalándole con el dedo - y siempre estás haciendo streaptress o exibiéndote por ahí delante de la gente, ¡exibicionista!- le volví a acusar recordando el día en el que empezó a cambiarse delante de mí - y esa noche por poco me violaste y eso que aún tengo mis dudas... y, y... y a saber de qué más serás capaz... - le dije mirándole con miedo como si de un momento a otro fuese a hacerme algo terriblemente malo.

Chasqueé la lengua, divertido. Estaba comenzando a encontrar realmente entretenido hacerle perder los nervios de esa forma, y parecía que podría disfrutar de ese placer muchas más veces. No se me escapó su infantil gesto, en cierta forma adorable. Me mordí el labio, atajando la risa.

-Pero Yu... ¿un pervertido, yo?-compuse una expresión de completa y dulce inocencia.- Yo no planeé nada de eso, sólo tu cabecita sacó sus propias conclusiones de actos inocentes. ¿Violarte, yo?-puse un tono de incredulidad en cierta forma exagerado.- Ay, ay... ¿qué cosas te anda diciendo tu subconsciente? Mmm... espera, ¿has dicho exibirme? Pues tú eres el único que me ha visto cambiarme.-abrí los ojos con fingida sorpresa.- Qué cosas, que cosas...

Seguí murmurando cosas por el estilo mientras negaba con la cabeza en actitud pensativa, consciente de lo que le estaba picando. Después levanté la mirada con una chispa de diversión brillando en mis ojos, mostrándole que estaba tomando ésto como un juego y no hacía falta que se pusiese a la defensiva.

- Sí, sí, tú - le afirmé rápidamente como la cosa más obvia del mundo poniendo un falso tono de enojo - el mismo que finje que es inocente pero en el fondo esconde un demonio pervertido - aclaré consiguiendo por fin captar su atención y que dejara de murmurar idioteces. - El que sólo te hayas cambiado delante de mí no quita nada, es más, confirmas mi teoría de que quieres provocarme. ¡Sé que por la noche me tocaste! - le acusé repentinamente sin creerme ni yo lo que decía - porque siempre sueño cosas que me están pasando en la realidad... ¡y tú! ¡no parabas de tocarme en mis sueños! - aunque tuviese que exagerar o inventarme las cosas demostraría que Kei SÍ es un pervertido, quizás puede que acierte en algo de lo que diga ahora y gane esta batalla... Ahora va a ver que Yu no se corta en decir nada - Y también te oí mientras dormías ¿sabes que hablas en sueños? Gemías mi nombre porque sueñas y fantaseas conmigo tanto durmiendo como despierto, porque me deseas ¡y por eso quieres seducirme! Porque todos los tios os creeis que porque soy bajito, con carita de inocente y de apariencia infantil, soy un uke violable - finalicé inflando de nueva cuenta las mejillas pero estaba vez a la par que me cruzaba de brazos dando a entender que a la mínima haría un berrinche que ni el niño más consentido del mundo me igualaría. - Pervertido necesitado de un polvo... - le insulté bajito con rencor mirándole con los ojos entornados.

No aguanté más la risa y la dejé fluir, sincera y cristalina. Nunca había encontrado placer a los juegos hasta ahora, ya que nunca había tenido nadie con quien jugar.

-Tu mente te juega malas pasadas.-contesté con tono bravucón.- Tus deseos se reflejan en tus sueños e ilusiones, y ahora me quieres echar a mí la culpa. Exactamente, en tus sueños. Porque no en la realidad. Y sé de buena tinta que no hablo en sueños, ¿o crees que he pasado todas mis noches solito en mi cama?-insinué con malicia.- No necesito ningún polvo, no le encuentro dificultad a conseguilo.

Me eché hacia atrás en una pose desvergonzada. A ver qué contestas a eso.

Al ver la tranquilidad que reinaba en él a cada palabra y esa pose relajada no pude evitar sonreír de lado en un gesto de perversión, pues sin duda tenía que contestarle y mucho. Si quería juego, Yu le dará juego.

- Oh, la Cenicienta ha tenido compañías en su cama... ¡no me digas! - le dije rápidamente levantando la mano en gesto de que callase - esas compañías eran pagadas ¿a que sí? - le pregunté con burla entrelazando mis dedos para posar mi mentón sobre estos - ¿Yo? ¿Querer acostarme con alguien como tú? ¡Por favor...! - contesté como si fuese la idea más absurda que hubiese escuchado en mi vida. - Yo no he dicho que no puedas conseguir uno, sino que lo necesitas - le aclaré sosteniendo firmemente mis palabras, cada vez más en que realmente necesitaba uno - por supuesto que no dudo que no puedas conseguir uno... Se te ve de familia adinerada - añadí con burla dando a entender que la única forma de que ese consiguiese compañía sería pagando, aunque no creyese realmente que eso sea cierto ya que hoy día un polvo es fácil de conseguir. - Pero conseguirlo por ti mismo lo veo muyyy difícil... Y si no encuentras la dificultad y tan seguro estás de poder... ¿Por qué no pruebas a seducir al chico más irresistiblemente uke, difícil conseguir y que ha dado puerta a centenas de hombres y ha probado los mejores placeres con caras y cuerpos mejores que el tuyo? - le propuse dándole a entender que no me importaría hacerlo con él pues ya había estado con otros hombres… aunque nada de eso sea cierto y aún seguía siendo un virgen que no está dispuesto a acostarse con un cualquiera, pero eso era algo que Kei no podría que saber así que no puede poner en duda que haya o no tenido experiencias sexuales - ¿Te da miedo poner en juego tu título de Don Juan? - le reté con burla acercándome lo suficientemente a él como para quedar a escasos centímetros de su rostro y que mis susurros penetrasen en sus oídos como dagas - Your most innocent kiss... or your sweetest caress... Seduces me... - movía mis labios con parsimonia entonando la canción con la más pura sensualidad susurrada que podía distinguirse cada sílaba pronunciada.

-Claaaro...-rodé los ojos ojos.- Mi familia vive para cumplirme los caprichos, incluidos los sexuales, y pagan a las mejores para que me entretengan.-puro sarcasmo.- En realidad tienes razón, yo no los consigo, vienen solos.-pura verdad. No he olvidado a cierto par de locas que me estuvieron siguiendo hace rato mientras buscaba la librería... Un momento... ¿Dónde están? Da igual, parece que las perdí de vista, mejor.- ¿Que por qué no pruebo? ¿No se te ha pasado por la cabeza que el material reutilizado no me interese?-dada la cercanía que él mismo había propiciado también mis palabras resonaban en susurros.- Aunque claro, siempre es posible que nada de los que has dicho sea cierto, en tal caso, tal vez me interesases... ¿Pero no serás tú, quien me intenta seducir, niño? Así que, ¿hasta dónde pretendes llegar para ello?-separé un poco el rostro él para alejarme de su oído, pero eso consiguió que irremediablemente nuestros labios quedasen a escasa distancia. Completamente aposta, ilustrando con gestos las últimas palabras "¿Hasta dónde pretendes llegar?"

Pasaron unos segundos en silencio mientras sentía su aliento chocar contra mis labios.

-¡Era broma!- sonreí y me alejé algo más de él. Sinceramente, alejarme era en esos momentos necesario, es mejor no confundir ideas. Estaba a punto de hablar de nuevo cuando un grito me lo impidió.

-¡¡¡Kyaaaaaaaaa!!! ¡Mira, mira! ¡Yaoi en vivo!

Una gota se deslizó por mi nuca al ver a las mencionadas chicas mirando en nuestra dirección un par de mesas a la derecha, enseñando unos ojos en forma de corazón por encima de los menús de helados que usaban un momento antes para esconderse.

-Esto...

-No os preocupeis, ¡no os preocupeis! ¡Vosotros seguid a lo vuestro!

A lo... nuestro... no me jodas...

-Esto... ¿nos vamos a otro sitio mejor?- sugerí rápidamente a Yu.

Material… ¿reutilizado? ¡¿Pero quién demonios le ha dicho que yo ya estoy “utilizado”?! …Vale, yo… pero porque yo lo diga no tiene que creérselo, ¿no? La confianza mata al gato… Además yo soy puro, casto, inmaculado, inutilizado, inexperto… Y aunque no lo fuese ¿quién se cree él para venir a rechazarme por el simple hecho de haber sido usado? ¡Pues a saber que tanto de puro tendrá él!

Aunque todo mi cuerpo estaba irritado y sólo hacía caso a los pensamientos de mi sumamente enojada mente, todos estos síntomas parecieron aliviarse al escuchar sus palabras. “Tal vez me interesases…” sustituyeron todo rastro de temblor provocado por la ira por unos escalofríos totalmente opuestos y un agradable cosquilleo en mi estómago que me inquietaba y me ponía realmente nervioso.

Si bien una nueva sensación me provocaba a cada palabra que decía, esta vez no se trató de un simple enojo porque me rechazase por haber sido “utilizado” o una agradable e inquietante sensación en el estómago porque pudiese ser de su interés, si no más bien esta vez me reinó la confusión y el miedo… ¿Yo quería seducirle a él? No me desconcierta la pregunta, sino la respuesta y ese mismo hecho me daba miedo, mucho miedo… el no saber la respuesta. Dudo que el miedo reflejado en mis ojos hubiese pasado desapercibido por él, pues en un movimiento y antes de que pudiese darme cuenta, estábamos frente a frente, por no decir… labios contra labios.

¿Hasta dónde pretendo… llegar para seducirle?

A ningún lugar. No tomas ningún camino si sabes que ninguno llevará a Roma ¿cierto? Aunque antes de querer tomar ningún camino, te preguntas… ¿Acaso quiero ir a Roma? Porque yo no quiero… pero ¿es realmente eso lo que deseo; no ir? O, ¿no quiero porque sé que por mucho que busque no encontraré ningún camino? Porque no merece la pena apartar las piedras del río para terminar ahogado. Porque Roma no es tan grande. ¿O quizás pretendo engañarme a mí mismo?

¿Broma? ¿Desde cuando las bromas dejaron de sentirse como cariñosas cosquillas para volverse puñales en el pecho? ¿Desde cuando dejó de inundar la alegría que estallaba en una carcajada para volverse dolor que estallaba algo en mi interior en mil pedazos? ¿Desde cuando? Que no me avisaron…

Se acabó el juego por hoy.

Ya que volvió a su lugar, alejándose de mí y quedando al alcance de su vista mi rostro descompuesto, no tuve otra que reconstruir mi anterior expresión. - Jajaja - reí, en una risa falsa, pero que traté de hacer lo más creíble posible. Lo que menos me apetecía ahora era darle explicaciones a él.

Una gota cayó también sobre mi sien al escuchar tal comentario, bien ni siquiera me molesté en voltearme a verlas, sólo me quedaron fuerzas para levantarme e irme sin mirar a nadie - eh… sí - afirmé seca y débilmente parándome de mi asiento a una rapidez demasiado delatadora y comenzando mi camino hacia ningún lugar en concreto, con los pies apresurados y cabizbajo, sin ni siquiera pararme a comprobar si era seguido o no. Cualquier diría que estoy huyendo y no precisamente de ese par de locas yaoistas…

He de admitirlo, para no estar habituado al ejercicio el chico corre muy rápido. De hecho tarde un par de segundos en alcanzarlo.

-Oh, vaya... me acabo de dar cuenta... nos hemos ido sin pagar... No creo que me vuelvan a recibir bien ahí...

Ya estábamos algo lejos, pero Yu seguía corriendo. Al darme cuenta de que seguía corriendo sin dirección y con la cara oculta pensé que tal vez estaba molesto por algo. Chasqueé la lengua, no creía haberme pasada pero tal vez lo ofendí de alguna manera. Ya que no paraba de correr me cansé y lo cogí de la muñeca. Mi primer impulso fue preguntarle directamente, pero me lo pensé un momento y en su lugar callé y tiré de él en una dirección concreta. En mi camino hacia el instituto había pasado la última noche allí y conocía algún lugar que otro. Había uno que me gustaba especialmente y me dirigí hacia allá. Lo guié hasta un parque poblado de altos árboles y con multitud de arbustos. Una vez allí me metí entre unos matorrales altos llevándole medio arrastras. Finalmente encontré el sitio que buscaba, completamente oculto entre la maleza. Un banco solitario algo desgastado se erguía en un pequeño claro completamente oculto. Uno de los árboles se inclinaba ligeramente sobre él dándole sombra, mientras por otro lado el sol le daba de plena calentando la vieja madera. Un apacible islote de tranquilidad en medio del parque siempre habitado por gente. Como confirmando mis pensamientos una brisa movió las ramas de los árboles en mágico efecto.

Más despacio entré con él en esa pequeña burbuja que descubrí en mi búsqueda de un sitio solitario. Me senté y le miré para que hiciese lo mismo. Si bien mi chino era muy rudimentario rebusqué en mi memoria y pronuncié, torprmente, en su idioma natal.

-Es un pequeño secreto.

Escuché sus palabras con atención, recordando nuestro descuido que por las prisas ni había caído en ello, más eso no hizo que me actitud fuese a cambiar y aún menos mi apresurado paseo.

Después de oírle a hablar volví a enfrascarme en mis propios pensamientos hasta que una mano se aferró a mi muñeca haciendo dar un brinco del susto que me dio, pues estaba completamente desconectado del mundo. Al verle a la cara temí que fuese a preguntarme por mi actitud pero suspiré con alivio cuando comprobé que no era así, sino que me guiaba hacia algún lugar (hecho que agradecí pues yo no me fijaba por donde iba).

Le seguí atentamente, consiguiendo que la desagradable sensación que reinó en mi cuerpo fuese quedando olvidada, al menos por un tiempo. Con curiosidad miré hacia donde habíamos llegado descubriendo aquel hermoso lugar, que seguramente muchas personas que vendrían al parque lo pasarían por desapercibido, lo que me hizo sentir privilegiado por haberme traído hasta este lugar.

Esas últimas palabras consiguieron, inconscientemente, robarme una amplia sonrisa mostrando todos mis dientes blancos con ilusión. Tanto porque por fin había alguien que me hablaba en mi idioma como el detalle en sí y que hubiese compartido conmigo ese secreto.

Si bien antes corrí para huir de él, en esta ocasión fue para acercarme y tomar asiento a su lado apoyando mis brazos un poco más atrás de donde me sentaba para tener mayor facilidad para mirar arriba, entreviendo entre las hojas que se movían con la brisa, el cielo abierto.

Por un momento pensé que ya era suficiente respecto a mi voto de silencio y decidí volver a hablar, de nuevo con la misma naturalidad y tranquilidad, mas no de un tema que a mi parecer no sería agradable, pero ya llevaba tiempo que quería hablar de ello y supongo que este mágico lugar sería ideal para guardar dentro sus secretos. - Kei... - le llamé primero con tono un poco serio y preocupado, para que no se sorprendiese por la repentina pregunta y que entendiese que no sería algo gracioso lo que diría, pues lo menos que quería era ofenderle o hacerle algún mal con la pregunta - puedo preguntarte... ¿por qué es que tu familia te odia? - logué pronunciar mirándole a los ojos con el ceño un tanto fruncido en una muestra de preocupación, la cual podía notarse en mi voz. No sé por qué no pude evitar que mi mano agarrase su muñeca, prácticamente su brazo, acariciándolo con el pulgar... quizás en una muestra de apoyo o recordando que fue ese el brazo en donde me enseñó sus cicatrices, las cuales suponía que fueron hechas por aquellos que deberían de amarle y no herirle, como osaron hacer, pues podía entreverlo entre sus sarcasmos y frases de desprecio...

Sentí mi preocupación volar al ver desaparecer la mueca hosca de su cara, y mi corazón dió un brinco involuntario cuando sonrió tan ampliamente. Le había visto sonreir otras veces, con ese compañero suyo a veces cuando los veía juntos, conmigo algunas otras... Pero nunca así, tan ampliamente... tan sinceramente... tan ilusionadamente... solo para mí, porque no había nadie más en ese pequeño jardín del Edén. Y yo mismo sonreí, la táctica había servido y el mal momento parecía haber quedado atrás. Mientras él miraba arriba yo me recosté recibiendo en la cara la luz dorada.

Por desgracia todo buen momento tiene su final, y el de éste parecía haber llegado. La burbuja explotó y me devolvió a una realidad traída por una sencilla y pequeña pregunta. Entreabrí los ojos y lo miré de refilón mientras su mano se deslizaba con suavidad por mi brazo. Por un momento buceé en los ojos dispares, tanteando el terreno. Pestañeé con fuerza antes de incorporarme de nuevo en pose tensa. Lentamente retiré el brazo alejándolo de los mimos y alojándolo en mis rodillas, con las piernas recogidas en postura budista. Durante un rato dejé fluir el silencio de la misma forma que la brisa, que ya no parecía tan dulce, fluía entre las hojas. Mirando fijamente al frente, con la mirada más allá de ese claro. En mi cabeza un pequeño niño se encogía en un rincón con las rodillas abrazadas en un pobre consuelo de auto-abrazo. El niño tenía el pelo negro y de sus ojos azules se desprendían gruesas lágrimas. "¿Por qué? ¿Por qué papá y mamá no me quieren?" Y el niño sollozaba, pero nadie le oía ni iba a consolarlo. Pero sí hubo alguien que contestó su pregunta.

-Por nacer.-respondí, de golpe, tras un buen rato en silencio. Con voz brusca y desprovista de todo rastro de sentimientos y humanidad.- Me odian por haber nacido. Sólo les traje problemas. Me pusieron mi nombre no porque les pareciese bonito ni dulce, sino para marcarme cómo debía ser para no agravar mi pecado de nacer. ¿Sabes lo que significa mi nombre? "Respetuoso". Sin protestas, sin exigencias, sólo obedece y haz lo que te manden tus mayores. Les debes obediencia, después de todo te han permitido nacer. Aunque es mentira, mi madre no tuvo nada que ver, ella estaba en contra de acogerme. Mi padre sólo aceptó para evitar escándalos. Yo era... una vergüenza para él, nací por un desliz, por error, y los errores que no se enmiendan se ocultan a ojos de los demás. Se esconden en lo más profundo de la mansión, para que nadie los vea. Sólo alguna criada y un tutor personal, contratado especialmente para su discreción, era más fácil que enviarme a la escuela. En la escuela hacen pregunas. Los niños curiosean. Nadie curioseaba en la mansión. Lo supe desde pequeño, que yo fuí un error, mi madre era quien más disfrutaba recordándomelo. No siempre con palabras. Ya de pequeño me enseñaron cuál era mi lugar. Cuando aún no entendía creía que realmente merecía todo, acataba los golpes y los gritos. Estudiaba mucho y entrenaba duro, debía enmendar el error y entonces tal vez nacer no sería tan horrible. Pero un día caí. De un día para otro, sin ninguna gran azaña por el medio supe que no era cierto. Me hice mayor en un sólo minuto, cambié por completo de dentro hacia afuera. Supe que yo no había cometido ningún pecado al nacer. Si yo era pecado la culpa era de quienes me trajeron a éste mundo. Aún así callé y seguí acatando lo que me ordenasen, en silencio. Contruí la muralla y ya nadie más volvió a hacerme daño fuera de lo físico, incluso los golpes disminuyeron cuando dejaron de ver cambios en mis ojos, cuando dejé de ver luz, cuando comprendí que no había esperanza: porque yo no podía borrar aquello que les disgustaba de mí, porque yo no podía hacer nada. Para ellos la interpretación fue similar: yo había aprendido a ser lo que ra, punto. Creo que tenía diez años entonces. Kei murió, y otro Kei ocupó su lugar.-me encogí de hombros, el discurso había sido impersonal, sin titubeos, contado como quien cuenta una historia que le es ajena.- Nadie lo sabe.-esta vez el volumen de voz fue ínfimo.- No se lo dije a nadie. Si alguien se involucra no solucionará nada y se verá en problemas. Tú estás ahora en problemas por saber de mí, por estar conmigo, nadie que esté conmigo sale bien parado.-afilé la mirada aún mirando a la lejanía.- Ya te darás cuenta, pero está bien... Ha sido decisión tuya y no responderé por ella, has sido debidamente avisado en diversas ocasiones.-mi mirada se suavizó en desamparo. Eso sólo era cierto en parte, sabía que le había dicho demasiado, y que si alguien se enteraba ambos estaríamos en problemas. También por estar conmigo era un peligro. Pero había mentido al final, aunque él hubiese decidido por cuenta propia estar conmigo soy consciente de que yo podría haberlo alejado si lo hubiera intentado... pero dejé que se me acercase, dejé que la luz me deslumbrara, y mis ojos se habían deshabituado a la oscuridad a la que de todas formas volvería algún día. No le miré, sólo mantuve la vista al frente, sin variar ni un ápice la expresión ausente y los ojos de nuevo cubiertos de escarcha.

Me sorprendí un poco cuando retiró el brazo, aunque cualquiera me preguntaría de qué me extraño pues Kei no es muy del contacto, pero supongo que hasta ahora a mí me lo había permitido, incluso pensé que esta vez hice mal en tocarle aunque mi intención fue la contraria a molestarle, como una pequeña disculpa por la pregunta.

Me sentí culpable por preguntar, aunque también cada quien era libre de contestar o no y no quería sentir que él se viese obligado a contarme una parte de su historia. Me pareció tan irónico... la causa por la que a él le odian, es la misma por el que a mi prácticamente me consideraron lo más cercano a los dioses. Pero no importa como fuimos recibidos en este mundo, pues al fin y al cabo los dos acabamos del mismo modo. Aunque ciertamente no del mismo, nuestra diferencia es que él sí maduro.

Aunque me hizo sentir desprecio por los de su misma sangre, incluso juraría que si los tuviese delante no podría contenerme de golpearlos y eso que nunca he sido una persona violenta, pero aun después de todo eso... - Me siento orgulloso de ti, yo probablemente hubiese actuado diferente - hablé al fin, ya que no quería guardarme ese sentimiento, supongo que debe de sentir bien que te digan algo así, porque realmente le admiraba, aunque sea frío a veces o callado o inexpresivo, misteriosamente admiraba eso, por poder hacerlo, por poder ser justo consigo mismo, por ser indiferente a los demás. - Es increíble lo que hiciste... - pensé en voz alta para mí mismo aunque... también sentí pena y dolor al oír que un Kei murió, pues sé lo que eso significa... y es que dejó de tener una actitud inocente, digna de quien jamás ha sufrido pero a la vez era la que los ignorantes llevaban a su espalda... como siempre ningún punto extremo es bueno.

- Lo sé... - contesté débilmente esta vez más consciente del peligro que podía correr - pero me da exactamente igual lo que puedan hacerme - y era cierto, cualquier cosa que pudiese pensar, me daba igual... que me insultasen, que me golpeasen, que me matasen o incluso si me intentan alejar de Kei ¿y de verdad creen que conseguirían algo? Dementes que no saben cómo deshacerse de su culpa y odio, no me dan miedo. - Además... sé defenderme solito - le aclaré con arrogancia, en un tono burlesco que él pudiese apreciar. - Gracias por contármelo - él sabía que no era por el hecho de contarlo, sino por confiar en mí y quería agradecérselo sonriéndole de nuevo - también gracias por haberme avisado varias veces, aunque ahora me das más razones para no cambiar mi postura... pues quiero aprender de ti - no sé si sabrá porque es que quiero aprender de él, quizás se extrañe porque quiera algo así, pero era normal visto que aún no conocía que tan débil era, es por eso que ahora, aunque es lo que más deseo… no encuentro ninguna palabra de consuelo o apoyo que pueda darle, sólo decirle que quiero estar con él, pero eso ya lo sabe.

- Sólo quiero que me prometas que... si como tú dices, llego a meterme en problemas por eso o me pasa lo que sea... quiero que no te sientas culpable ni por eso te niegues a ti mismo que nadie más se te acerque - si ahora esta diciéndole esto era porque sé de buena tinta lo que mucho pesa ese tipo de culpa, por no haber evitado algo, algún querido saliese mal parado y tampoco quería que como yo, no quisiese que nadie se le acercase por una mala experiencia, aunque claro... yo era demasiado débil como para mantener eso y enseguida consiento que los demás estén a mi lado - promételo - le demandé prácticamente ordenándole a hacerlo - incluso si es posible... olvídales ¿no sentirán así aún más que has "aprendido a ser lo que eres"? Ya suficiente te perjudicaron en el pasado como para que sigas permitiendo que lo hagan en el futuro... Dedícate exclusivamente a las personas que te quieren, las que te odian no merecen ni escucharlas, ni piensen en ellas, sólo permite que te dañe quien te quiere aunque después tenga que disculparse contigo por ser un estúpido humano imperfecto, al menos sentirás que nunca te deseó el mal... Ya ni siquiera vives ya con ellos, ni los ves, ni les oyes... ni tienes por qué volver a hacerlo, ¿están deseando perderte de vista para que así no recuerden SUS errores? Pues agradéceles su hospitalidad durante estos años largándote de su vida... En lo que estemos aquí no tendremos problema de no ver a nuestras familias y luego, les daremos el favor de que no sepan de nosotros - antes de que pudiese darme cuenta, empecé a hablar en plural, pero no importa, me gustaba la idea - buscaremos trabajo, tú puedes empezar a escribir novelas, mientras yo trabajaré de ayudante de algún dibujante para tener dinero... Porque tenemos que hacer un manga juntos, ¿recuerdas? Pero... - volví a poner mi voz un poco más caída, aunque no demasiado, sólo quité el rastro de alegría y esperanza que reinaba anteriormente y es que había algo que quería aclararle y que por un momento estuve por olvidar - tú no eres producto de ningún error, eres producto del destino - quizás sonaría algo estúpido, ilógico o ni que estoy fuese un cuento de hadas pero creía en ciertas cosas y una de ellas es que cada uno vive para algo o para alguien, que siempre hay algo que no sabemos pero lo sentimos, como si hubiese algo que no podemos recordar pero que no se olvida... es extraño de explicar pero quizás lo que quiera decir es que… a lo mejor él es a quién he estado buscando y por fin el destino nos volvía a unir...

Negué con la cabeza.

-No puedo pometer eso. De todas formas no importa, está bien si nadie más se me acerca. Tampoco te preocupes por mis padres, no me preocupan, hace tiempo que dejaron de importarme.-me encogí de hombros. Lo cierto es que no mentía, hacía tiempo que eso se había quedado en segundo plano, gracias a mi hermano. Tampoco se me escapó su uso del plural, y me causó un secreto placer.- Mmm... ¿debería entonces dedicarme exclusivamente a tí? Porque déjame decirte que eres el único y no tengo interés en cambiarlo. Haz lo que quieras, yo no creo en el destino, prefiero pensar que uno elige sus pasos. Yo he elegido venir aquí, yo he elegido quedarme, yo he elegido estar contigo y tú has decidido estar conmigo, simplemente. Para mí, es mejor así. No respondo ante nadie más que ante mí mismo.

Al fin relajé la postura y estiré las piernas, recostándome más cómodamente.

-Y respecto a aprender de mí... te conviene más si te limitas a aprender mates y otras asignaturas, no soy un gran modelo a seguir. Hablando de eso, ¿al final qué? ¿Cuándo empezamos? Porque el primer exámen es el jueves que viene.

- Uhm... Exactamente, deberías de dedicarte exclusiva, única y encarecidamente a mí, como tu amo, señor, amigo, confidente, esposo, amante, consolador, seme... - empecé a enumerar inconscientemente una larga lista, cada palabra más comprometedora que la otra hasta que un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando me di cuenta de lo que decía y el riesgo que corría ahora mi nuca. - Etto... era broma - me alejé lo más que pude de él sentándome justo al filo del banco y buscando sacara un tema rápido - eh... sí, bueno... pero no esa clase de destino, sino el destino de las personas... Ya sabes, el principio de que cada vez que nacemos, lo hacemos incompletos y tenemos que buscar nuestra otra media mitad. Por eso es el destino... porque imagina que por no nacer tú otra mitad ahora mismo estaría sola durante toda su actual vida, porque el amor no se decide, así que ahí si existe el destino - y que no se le ocurriese discutirme eso, porque ninguno podría demostrar quién lleva razón, asi que... - Mates... - susurré mientras un escalofrío recorría mi cuerpo - mierda, nos quedan sólo el martes y el miércoles así que... ¿mañana sin falta? - pregunté viéndole con preocupación pues no me agradaba ni un pelo quedarme toda la navidad estudiando, yo que quería divertirse y salir con mis amigos ahora que podía...

Escuché mientras hablaba y mi ceño comenzó a fruncirse según escuchaba cada palabra una tras otra. Hice crujir uno de mis puños cerrando encima el otro y creo que pilló la indirecta.

-El amor me trae sin cuidado, dudo encontrarlo, así que... Oye, Yu... ¿En qué día vives? Estamos a viernes... Y yo no tengo ganas de ponerme a estudiar un sabado, menuda flojera...

- Pues a menos que tu otra mitad haya muerto, en esta vida la encontrarás quieras o no. Es i-ne-vi-ta-ble - deletreé para que se le grabase en esa terca cabeza, había que difundir creencias... - ¿viernes...? ¡es verdad! Creí que era lunes... - contesté rascándome la cabeza nervioso - oye, más flojera me da a mi... al menos tú estás acostumbrado a estudiar, no como yo, que llevo... 3 o 4 años sin estudiar - admití torpemente sin saber bien cuanto hacía ya que no llevaba la cuenta de ello, siempre se me hace curioso como sin hacer nada he podido llegar hasta aquí sin repetir. - Si es el sábado mejor, porque te advierto que soy bastante... difícil, dejémoslo así. Bueno... y ¿dónde quedamos? ¿en mi habitación o en la tuya? - ¿por qué eso me sonaba tan terriblemente mal? parecía sacado de una película romántica.

-Depende de quien de los dos se libre de su compañero mañana... A mí me da igual, también podríamos quedar en la biblioteca... -no mostré mucho interés.

La biblioteca sonaba tan mal... - Es que le tengo fobia a tanto libro junto... - me excusé con lo primero que pillé - mejor ya me paso por tu cuarto y ya veremos a donde vamos - lo dejé caer mientras volvía a subir mi vista al cielo, me encantaba esa vista. Aunque un delatador sonido procedente de mi estómago me despertó de mi pequeña burbuja. Ahora que lo recordaba, con las prisas al marcharme del bar, había dejado prácticamente el batido helado sin tocar.

Asentí, por mí bien.

-Bueno, si tu fobia no te lo impide cuídame el libro mientras voy a por unos crepes. Hay un puesto de dulces aquí cerca y yo también tengo hambre. Estaré de vuelta en cinco minutos.

Me levanté del banco en un único fluido movimiento y estiré el cuerpo agarrotado desperezándome.

- Vale, ¡gracias! - me sentí un poco mimado y mal por hacerle ir a por unos crepes ya que seguramente fue por mi delatador estómago - cuidaré bien de él, mientras no lo abra y vea tantas letras juntas estará a buen recuerdo conmigo - le tranquilicé viendo como ya se marchaba - ¡y no te olvides de pagar! - le recordé antes de que desapareciese de mi vista entre los matorrales y aprovechaba que tenía el banco para mí solo y me sentaba en el, teniendo una vista aún mejor del paisaje. Ahora estando yo solo podía escuchar mejor el sonido de los pájaros y el viento, aunque tampoco es que antes no hubiesemos permanecido en silencio pero mi atención se veía desviada de la armonía del lugar. Inspiré recogiendo todos los olores de las flores. Crepes... nunca probé algo parecido, me pregunto a que sabrán...

Pasé con cuidado de no arañarme entre las ramas de los arbustos. Juraría que cuando pasé una noche aquí vi un puesto ambulante de crepes y empecé a buscarlo. Tal vez tardaría más de lo pensado. Sin embargo pronto avisté el pequeño puesto en una esquina del parque. La práctica facilitó el trabajo de cubrir mi rostro con la máscara del niño bueno y educado para el vendedor.

-Dos crepes con nata y sirope de chocolate, por favor. Le agradecería si se diera prisa porque tengo a alguien esperando.-sonrisa impecable. Sabía que se daría más prisa ahora, y efectivamente distinguí la rapidez y eficacia con que mezclaba los ingredientes para hacer la masa. No me extrañó que aún no estuviese preparado, teniendo el cuanta la escasa afluencia en un día como éste en que había tan poca gente por la calle. Contemplé pacientemente como distribuía la nata y el sirope por la superficie del crepe y los enroscaba en forma de cono para facilitar el comerlo con las manos, guardándolos en conos de papel grueso para no mancharse. Uno de mis postres favoritos, y me removí impaciente por cogerlos por encima de la mesa anticipándolo.

-Vaya, vaya... al fin te encuentro...

Por un momento me pareció que el tiempo se congelaba, y no en el sentido figurado. No necesitaba reparar en el detalle de que me habían hablado en japonés, mi idioma natal, para darme cuenta de quién me hablaba, una voz peligrosamente juguetona y alegre. Mi mano se crispa sobre la mesa a punto de coger los crepes. Tardo unos segundos en poder moverme para contemplar con las pupilas dilatadas de terror un rostro tan pálido como el mío y con unos ojos también enormemente parecidos pero de un oscuro color verde.

-Tetsuya...-murmuro con voz temblorosa.

-¡Mi pequeño Kei! Ya creí que te habías olvidado de mí... Pensar que llego a casa con todas las ganas de volver a verte y me informan de que te has ido en mi ausencia para asistir de nuevo a esta escuela. Que bien que tenía un par de días libres y vine a verte, ¿verdad? Aunque tardé en encontrarte porque no estabas en ninguna parte dentro del recinto. Que suerte encontrarte aquí, ¿no crees?- sonreía con infantil regocijo. Nadie sospecharía por qué yo debería tenerle miedo, pero yo sabía muy bien de lo que era capaz.

-Tengo... que irme, está prohibido salir del recinto, ¿sabes? No digas que me viste, ¿de acuerdo? Yo ya debería volver...-hablaba, tras el tiempo que llevaba fuera de casa, de nuevo en japonés, atropelladamente, buscando alguna excusa para irme. Pero estaba acostumbrado a que siempre me pasase lo peor, y como siempre...

-¿Ehh...? ¿Qué es ésto?-observé petrificado cómo su mirada se fijaba en los dos crepes y la sonrisa que esbozaba hasta ahora comenzaba a difuminarse.- ¿Dos crepes? ¿No crees que así vas a engordar?-esperé tenso, sabía que esa sería la introducción, un engaño... Es demasiado inteligente para tragarse que ambos son para mí.-O...-por favor, ¡que se calle!- ¿...Será que no son para ti? ¿Estás con alguien?-de nuevo una sonrisa comenzaba a extenderse por su rostro, esta vez con un tinte macabro, falsamente alegre.- ¿Has hecho un amiguito? ¿Me lo presentas?

Apesar de saber que era imposible traté de disuadirle, no quería que supiera... Yu no debía verse más involucrado de lo que estaba. Tetsuya no debía saber de él.

-¿Qué dices? ¡Claro que no! Sabes bien que no me gusta la gente... Los que vienen aquí no son más que un montón de niños ruidosos, ¿por qué iba a querer que alguno sea mi amigo? No digas tonterías... Solo pensaba que ya que en la escuela es difícil conseguir el postre que uno quiere podría llevarme una crepe para hoy en la noche... Para después de cenar...

Me sonrió de nuevo. No había colado.

-Ay, peque, no hace falta que me mientas, dime ¿alguien te está molestando? ¿Alguien no te deja tranquilo? Díselo a onii-san y él se encargará de todo.-su voz de había afilado peligrosamente, la conocía muy bien. Su rostro se endurecía y se ponía serio. Sentí como posaba una mano en mi mejilla y un escalofrío recorría mi cuerpo. No podía mantener más mi aspecto despreocupado y de nuevo tenía los dientes apretados furiosamente en una mueca forzada. La tensión se adivinaba en todos mis músculos.- No has cambiado nada desde la última vez. Bueno, sólo han pasado un par de meses, pero es una alegría ver que no has cambiado nada, esa mirada tuya sigue igual, sigue siendo para mí...-casi suspiré de alivio cuando su mano abandonó mi mejilla, pero me contuve porque supe que eso sería un error.- Por desgracia hoy se termina mi descanso y debo volver ya esta noche, pero ¡eh! Vendré a verte de nuevo pronto y pasaremos más tiempo juntos. Tal vez pueda hablar con el director para acordar algo... De momento, tenemos toda la tarde para divertirnos, ¿qué te parece?

No... ¡No!

-Lo siento, pero en serio, no puedo, debo irme.- cogí a toda prisa los crepes de encima de la mesa.- Mejor lo dejamos para otro día.-o para nunca si puedo evitarlo.

Miré hacia el parque esperando ver un sitio en que perderle. ¡Mierda! ¡¿Qué coño haces ahí?! Mis ojos se abrieron al máximo, debía hacer algo. Le empujé como de casualidad y aproveché su desequilibrio para perderme entre los árboles y tirar de la manga de Yu para que se viniera conmigo.

Cinco minutos... después de cinco minutos el paisaje había perdido todo su encanto, es más, ya empezaba a aborrecerlo. Odiaba esperar, era aún más aburrido que estudiar y si no estudio, menos pienso esperar...

Me levanto de un bote del banco para salir de ese pequeño escondite. Ahora tendré que buscar el dichoso puesto que según había dicho estaba cerca.

Ya que no pensaba guiarme de mi pésimo sentido de orientación, prefiero probar a seguir el camino que lo más normal es que durante éste pueda ver el puesto, pues dudo que estuviese en un lugar para que cuando pasees por el camino no lo veas.

Efectivamente no tardé mucho en encontrar la pequeña tienda de esa comida extraña aunque no había nadie comprando, quizás Kei ya volvió. Antes de darme la vuelta eché un último vistazo a mi al rededor y pude distinguir a Kei entre el solitario parque, así que corrí hasta él para alcanzarle. Conforme me acercaba a él pude divisar como no estaba solo, incluso juraría que ahora mismo Kei parece asustado sino fuese porque sé de sobra que eso es imposible. Parecían conocerse ya que estaban hablando, por lo que preferí mantenerme al margen pero lo suficientemente cerca como para escucharles hablar, pero para mi desgracia era en japonés y lo hablaban bastante fluido y rápido como si fuese su idioma natal, así que no pude entender nada.

Mis ojos se desorbitaron cuando ese hombre que parecía ser mayor, por su altura y cuerpo, acariciaba la mejilla de Kei y al parecer yo no era el único que esa acción le tomó desprevenida, pues no eran alucinaciones mías... Kei de verdad se veía aterrorizado. Pero... ¿quién era ese hombre? ¿por qué le acaricia tan confiadamente? Que yo sepa Kei sólo me ha permitido a mí y muy escasamente tocarle ya que odia el contacto y aunque sea un adulto dudo que por eso no vaya a reusar de él, entonces ¿por qué se dejaba? Era obvio, sus ojos delataban el miedo pero...

No me di cuenta cuando estaba a escasos metros de mí, mirándome a los ojos. Instintivamente le sonreí pero no tardó en desvanecerse esa ligera mueca cuando le vi pasar por mi lado indiferente, como si no me hubiese visto. Me extrañé aún más cuando al acercarse a mí, me había empujado y aprovechando mi desequilibrio, en un movimiento rápido que apenas podía distinguirse, me agarró fuertemente de la ropa y nos introducimos entre la maleza.

Fue hasta pasados unos segundos, en los cuales recorrimos una gran distancia, hasta que se atrevió por fin a soltarme. Bueno, más bien en un movimiento brusco yo había clavado mis pies sobre el suelo y tirado de mi brazo para que me soltase de una vez, no era como si fuese a dejarme arrastrar por él sin saber qué pasaba y por qué ese comportamiento tan repentino.

Mi inesperada acción le hizo darse la vuelta a verme para encontrarse con un semblante excesivamente fruncido y unos ojos que le miraban reprochadoramente. - ¿Se puede saber que diablos te pasa? ¿A dónde me llevas? - bien podía haberme pedido por las buenas que le siguiese, pero algo me decía que aunque hubiese querido no podía haber hecho eso, así que suspiré con fastidio deshaciendo mi mueca hosca y mirarle más relajadamente - ¿quién era? - le pregunté sin poder evitar que un pequeño atisbo de celos se tintara en mi voz,, por la situación en la que los vi, ya que parecían conocerse y tener confianza y eso no me agradó - ese tipo, con el que hablabas en japonés, parecías conocerlo... ¿Quién era? ¿Un amigo? - sabía que eso era imposible pues él mismo fue quien me dijo que yo había sido el primero - ¿algún compañero de tu antiguo instituto? - parecía mayor que nosotros, también era imposible - ¿algún familiar? - no quedaba otra que lo fuese ya que por lo que sé, no acostumbraba a salir y sólo le conocía su familia. ¿Sería su padre? ¿Ese despreciable hombre podría ser quien le odiase y quien le hubiese hecho esas cicatrices? Desgraciadamente no alcancé a verle la cara y no podría decir si había parecido entre ellos para corroborar mi teoría, aunque preferí no preguntarle si se trataba de él, no quería ser tan brusco, así que permanecí en silencio a la espera de su respuesta.

Lo miré un momento cuando se soltó de mi mano, nada sorprendido por su acción ni su expresión. No es que me hubiera portado finamente, pero valía más ser algo brusco que levantar sospechas en mi hermano. Desvié la mirada casi de inmediato de nuevo al suelo, oscurecida, pude constatar que aún temblaba un poco. Negué furiosamente a cada sugerencia hasta que llegó a la última. Me quedé quieto y apreté los labios.

-Era... alguien peligroso. No te le acerques, es uno de los problemas que te he dicho que puede causarte estar conmigo. Reza porque no te haya visto, porque si lo ha hecho... no será divertido.

Miré a nuestro alrededor para asegurarme de que no nos había seguido y me pareció que así era. Reencontré el camino al claro y me senté en el banco. Era una suerte que estuviese tan oculto, probablemente no nos encontraría aunque nos buscara. Por fin pude dedicarme a intentar relajarme, destensando uno a uno cada uno de mis músculos. Una vez terminado el tratamiento, abrí de nuevo los ojos. Lo miré y levanté uno de los crepes en su dirección, invitándole a probarlo, con los ojos velados de cualquier sentimiento, la mejor forma de ocultar el miedo que había pasado.

- ¡¿Por qué?! - no tardé en preguntarle en cuanto escuché lo que decía. No entendía por qué era peligroso, por qué podría causarme problemas, por qué no debe de haberme visto y qué tiene que ver con Kei - ¡¿Por qué no me cuentas nada?! - aunque no podía evitar gritar, controlaba lo suficiente el tono como para que mi voz no alcanzase a oírse a penas unos metros a la redonda.

Quería seguir preguntándole cosas hasta que hablase pero al ver que su inexpresiva expresión, su máscara, había vuelto, prefería callar y guardame las palabras, cogiendo el dulce que me ofrecía. Estaba bueno, aunque me sabría mejor si no tuviese esta rabia, impotencia y sentido de sentirme ignorante por no saber nada de lo que pasaba, pero por él, por Kei, me aguantaré...

Sentí la rabia bullir en mi interior, maldito mocoso. Me levanté del banco hecho una furia, dominándolo desde mi altura. Mi yo normal y equilibrado no reaccionaría así, pero acababa de pasar un momento de gran tensión, me había arriesgado a alejarle de allí poniendo en peligro mi propia integridad y aquí estaba el crío este pidiendo explicaciones.

-¡¿Pero qué te crees, niñato?! ¡¿Encima con exigencias?! Esta tarde te he contado más cosas de las que nunca he contado a nadie, ¿pretendes conocer cada detalle desagradable de mi vida en una semana? ¿Buscas batir un record? Dices que no te cuento nada cuando te he contado diez veces más que tú a mi. Él es alguien peligroso... y de quien no quiero hablar, pero a ti no se te ocurre que tal vez me duela hablar de él, ¿verdad?

Mi volumen de voz estaba más alto de lo que había estado en mucho tiempo, pero ya estaba harto. Volví a sentarme en el banco, pero esta vez en el extremo, bien alejado de él, dejando la crepe sin empezar en el banco. Mirando con ira fría hacia la nada.