Crisis (Yu) (cerrado)

Hacía ya rato que los rayos del sol iluminaban la habitación. Sinceramente, había preferido dejar a Yu dormir un rato más después del amanecer en lugar de despertarlo, no solo para dejarle descansar, sino porque a pesar del dolor subyacente era muy placentero dejar pasar las horas mientras acariciaba los cabellos de Yu, en ningún momento abandonados. No había cerrado los ojos en ningún momento de la noche y fue una experiencia descubrir que al amanecer el sol sacaba destellos cobrizos al pelo de Yu, que normalmente dejaba ver solo el más puro y llameante rojo.

Mirando el reloj y viendo que ya era mi hora habitual de despertar, las ocho y media, suspiré y estiré mi cuerpo desperezándome para destensar mi cuerpo entumecido. Me incorporé con cuidado de no molestar a Yu, quien aún dormía profundamente, con las manos frente al pecho encogida en el colchón, anteriormente apoyadas en mi pecho hasta que el sueño le había relajado lo bastante para dejarlas caer.

Silenciosamente me arrastré por la cama, saliendo por los pies para no tener que pasar por encima suyo y bajé al suelo sin el menor sonido. Mis piel no hieron ruido mientras cogía del armario unos pantalones de chándal negros y una camiseta que quedó tapada por una sudadera azul claro. En el mismo mutismo me metí al baño y me cambié las vendas de la frente por una cinta de tela blanca. Solo una vez terminado el rpoceso volví junto a la cama para mover suavemente a Yu con una mano, intentando despertarle.

-Buenos días. Yu, despierta, es de día.-dije a media voz.- Voy a entrenar un rato, pero si quieres puedes quedarte durmiendo un poco más aquí. ¿Escuchas?

Me removí adormilado en la cama desocupada toda para mí. Sentía todo el cuerpo pesado como si me hubiesen dado una paliza y tuviese algo metido dentro de la cabeza que me iba a reventar el cerebro. Me esforcé en intentar entender todo lo que me decía, al menos retener la información para asimilarla después mientras intentaba asentir o dar alguna torpe señal de que le prestaba atención aunque me costase poder sacar - ā...- articulé hundiendo mi rostro en la almohada para que la luz no taladrase mis ojos.

No sé cuanto tiempo más estuve en la misma posición con la mente en blanca pero ya desde hace un rato que todo permanecía en silencio y me sobresalté al sentir algo húmedo en mi mano que me hizo incorporarme de un salto en la cama, despertando completamente. Recorrí la habitación con mi vista y no encontré ya a nadie en ella. De repente todas las palabras que había retenido volvieron a mi cabeza y supe la razón por la que estaba solo. De nuevo volví a sentir la misma humedad pero esta vez agaché mi mirada para encontrarme con Ame dándome los buenos días y me quedé un rato acariciándola pensando en lo que hacer.

No tenía ninguna gana de salir, así que cogí el portátil sobre la mesa y me lo lleve a la cama donde me tumbé en compañía de Ame y encendí la máquina para buscar algo con lo que entretenerme.

Revisé varias páginas mientras escuchaba música y veía algún video. Estaba leyendo una pequeña historia cuando me invadió el antojo de escribir algo, así que abrí un documento y empecé a enlazar palabras que nunca fueron unidas. Odié el resultado por el sentimiento que había detrás pero aún así, antes de cerrar lo guardé en algún lugar de la memoria. De todas formas aunque alguien lo leyese, no encontraría ningún valor o sentido a esas palabras.

Apagué el ordenador y miré la hora que era, sorprendiéndome de lo rápido que había pasado el tiempo. No tenía nada más que hacer así que bajaría a comer. Me despedí de Ame antes de marcharme y cerrar la puerta.

Después de tantos rompederos de cabeza durante la noche necesité dedicar la mañana al completa a entrenar para que el esfuerzo me dejase el cuerpo relajado, y cansado, sobretodo cansado. Con los músculos agradeblemente machacados por el ejercicio revitalizante, regresé a mi habitación y me di la segunda ducha del día, ya que la anterior fue pasadas las doce de la noche. Me vestí con un simple chandal blanco.

Completamente agotado me eché en la cama, debajo de la cual saqué una bolsa de patatas fritas que quedó vacía en pocos minutos y abandonada de vuelta a la madriguera que mañana debería ordenar tras lo revuelto que quedó con la intromisión de Yu.

Solo entonces mi mente consiguió quedarse en blanco para dormir sin sueños. Así me dormí de lado en la cama sin siquiera cambiarme el chandal por un pijama y pasaron sin que lo notase varias horas. El siguiente recuerdo fue despertar con el cuerpo pesado como el plomo pero la cabeza plenamente calmada y equilibrada. Desde pequeño las artes marciales me habían servido de vía de escape para el estrés y la frustración, cosa que no había cambiado con el tiempo.

Suspiré, dispuesto a mantener mis pensamientos pesimistas apartados al menos unas horas más. Me levanté y bufé al ver cómo estaba vestido, en el momento de ponerlo no me había fijado en que era un chándal viejo que ya me quedaba justo y gastado. Esta vez me pse unos pantalones de línea recta negros, una camiseta blanca y unas converse. Tras echarme encima mi chaqueta negra salí de mi habitación para dirigirme a la de al lado esperando que Yu estuviese allí. Cuando mi mano estaba a medio camino hacia el picaporte recordé en un flash la noche anterior... y el movil, que debería haber sonado para despertarme por la mañana, si no fuera que ya no estaba en el bolsillo de mi chaqueta en ese momento.

Chasqueé la lengua con fastidio, solo podía haberlo olvidado en un sitio. Con suerte seguiría en el rincón de la playa, confiando en que nadie en su sano juicio se metería entre las rocas el primer día del año y menos con el frío que hacía. Mi mano envolvió finalmente el asidero de metal y abrió la puerta. Visto que no estaba echada la llave, probablemente estuviese alguien dentro. Cambiada mi intención de pedir a Yu que me ayudase a encontrar un libro en la biblioteca, asomé la cabeza dispuesto a preguntarle si quería acompañarme en un rato, ya que saldría un momento. Estando ya aquí, mejor aprovechar no fuera a estar ausente luego.

Tras terminar mi almuerzo regresé a mi habitación donde me encontré con Christian durmiendo la mona. Seguramente no haya llegado hace mucho de su desfasada fiesta, de la cual me alegraba de no haber ido porque el olor a alcohol y demás sustancias que había desprendido en la habitación delataba en que clase de antros había sido. Con el frío que corría fuera no me atrevía a abrir las ventanas para que ventilase un poco el desagradable olor, así que, resignado y sin hacer ruido para no despertarle, decidí empezar con el trabajo de recuperación que tenía pendiente para estas vacaciones.

Fueron agobiantes las horas con el sonido del tic-tac del reloj que cada vez parecían ir más despacio y trabajando, tuve entretenimiento para el resto de la siesta y parte de la tarde hasta que escuché como mi compañero empezaba a despertarse y decidí tomarme un descanso y continuar después. Dejé el bolígrafo sobre el escritorio y me giré para ver como se levantaba torpemente de la cama en busca de las zapatillas de estar en casa.

- Buenas... - dudé un momento como seguir, mirando la hora en el reloj sobre la pared - tardes - como única respuesta sólo recibí un gruñido mientras se dirigía al cuarto de baño donde empleó bastante tiempo. - ¿Qué tal se te dio el fin de año? - pregunté al verle volver a la habitación, esta vez con cara más despierta

- Ps... No había nadie interesante con quien charlar - resumió con simpleza sabiendo que no fue, ni por asomo, tan horrible como decía.

- Oh, con que charlar, ¿eh? ¿Seguro que no buscarías algo más? - pregunté picarón poniendo los pies sobre el escritorio, decidiendo que por hoy no trabajaría más.

- Ya, bueno... Tenías que haberte venido, se me hubiese hecho más llevadero - agregó sabiendo que lo hacía para que me sintiese bien, pero que dudaba que realmente me hubiese echado tanto de menos teniendo a tanta gente alrededor. - ¿Y tú que tal con tu amorcín? - me devolvió la pregunta con el mismo tono de burla que empleé yo anteriormente mientras se cambiaba de ropa. Como respuesta sólo volteé el rostro avergonzado (conste que no por él, sino lo implícito en su pregunta) y con expresión ofendida por haberse referido de ese modo a Kei, al menos era discreto en decirlo cuando otros oídos cotillas podían escucharlo.

- Pues... bien - de nada servía hacerme el tonto o negar que sentía amor por alguien y menos con Chris, que aunque nunca lo confesé directamente, era una evidencia mayor a que ahora mismo eran las seis de la tarde. Por primera vez, no sabía que más agregar, tampoco había muchos detalles...

- ¿Te quedaste a dormir con él? - preguntó curioso ganándose un simple asentimiento de cabeza por mi parte. - Y... no se habrá vuelto a sobre pasar, ¿verdad? - continuó provocándome un sonrojo a un mayor, mirándole sorprendido.

- ¡Claro que no! - negué con rapidez por lo absurdo de la idea, tanto como que era increíble como Kei podía considerarle una mala persona cuando, como justo ahora, se preocupaba por mí, y viceversa. - No pasó nada... Sólo somos amigos - resumí pensando en que más agregar hasta que me detuve al ver como alguien abriendo la puerta.

-Perdonad si interrumpo.-la mirada se me oscurece ya antes de entrar por completo. Mi absoluto desagrado nada disimulado hacia el otro ocupante contradice la amabilidad de mis palabras. Tras un último momento sosteniendo la mirada de la persona non grata con una expresión claramente fastidiada, volteo a Yu ignorándole de forma completamente despreciativa. No me gusta, el tipo no me gusta nada de nada.- Solo quería decirte que en un rato voy a bajar a la biblioteca por un libro, por si te apetece echarme una mano en la búsqueda. Lo digo por que te va a interesar, es novela homoerótica.-dejé caer. Miré el reloj de su mesita: seis y media, calculando estaría de vuelta sobre las siete y cuarto.- Tengo que hacer una cosa antes, pero estaré a y media en mi habitación si me picas.

Permanecí con la puerta abierta en espera de su respuesta, resuelto a continuar ignorando descaradamente al Cristo indigno de su nombre. Por el rabillo del ojo observé satisfecho la mueca de odio mal disimulado que se formaba en su cara ante mi actitud y, más profundamente, mi pura existencia. A veces realmente me sacaba de quicio la ceguera de Yu frente a las intenciones de ese insecto.

-¿Te parece?

Al escuchar el tipo de novela que iría a buscar, cualquier duda que pudiese haber tenido sobre acompañarle o no ya estaba resulta. Aunque era agradable sentir su interés y que me tenía en cuenta, y eso ya era motivo suficiente para querer ir. - ¡Claro! - apresuré en contestar, sonriendo desde que le vi entrar por la puerta. - En un rato me paso por allí - acepté rápidamente no queriendo entretenerle mucho en eso que tuviese que hacer, aunque Christian interrumpió antes de que pudiese despedirme de él.

- ¿Qué no ves que está conmigo? ¿O es que no sabes buscar solito? - volteé a mirarle extrañado por la bordería que dejaba ver a kilómetros. - Además, ¿para qué quieres tú una novela homoerótica? Yu no va a estar a disposición tuya siempre que lo demandes, ¿sabes? Ni que fuera tu acompañante para dejarlo tirado cada vez que quieras...

- Chris, no es así... - intenté hacerle ver con voz entristecida por su actitud sumamente ofensiva y sabiendo como era Kei y el odio que ya le tenía, no podía salir nada bueno... Y lo peor es que no sabía como arreglarlo ya que no podía volver en el tiempo para hacer que Chris no dijese aquello, cosa que realmente hubiese deseado.

Sonreí solo ligeramente ante la rápida respuesta. Este día parecía que no solo sería mi mejor cumpleaños, sino incluso uno de los mejores días. Sin dejarme afectar realmente por el comentario del otro le miré con escaso interés, de arriba abajo, y suspiré como quien encuentra algo sumamente mediocre, el cual era el caso. Todo él era deficiente.

-Disculpa, me pareció oirte ladrar, ¿era a mí? ¿O al perro que los de la habitación del otro lado del pasillo están escondiendo?-pregunté con sorna.- Por supuesto no espero que entiendas algo tan complicado como las conversaciones privadas, pero para la próxima vez, lección número uno: si el tema no te incumbe, calladito estás más guapo. Obviamente, Yu puede quedarse a disfrutar de tu agradable compañía, comprendo que te importe más tu irritación para conmigo que su diversión, pero ten la cara de mostrar algo de vergüenza, y, esforzándote un poco, amabilidad en lugar de tomar tú las decisiones del resto. Respecto a para qué la quiero, lo dejaré a imaginación de tu cerebro, si es que te da para tanto. No obstante te daré una pista, por norma general, los libros son para leerlos.-y con una sonrisa helada y completamente impersonal concluí mi charla, pasando de nuevo a ignorarlo olímpicamente, como si me hubiese limitado a explicarle a la pared por qué los peces pueden respirar bajo el agua.

Me volví a Yu como si acabase de contestarme y no hubiesemos tenido interrupción.

-Entonces a las siete y media en mi cuarto y bajamos, pasa de todas formas si ves que aún no he llegado. Además a esa hora la biblioteca estará vacía, con suerte. Hasta ahora.

Con un gesto de cabeza salí por la puerta y la cerré aún estando de frente. Después me di la vuelta y comencé a andar a paso ligero. Lo cierto es que me había sentado bien, desde que estoy con Yu me he ablandado mucho y me alegra descubrir que esa parte de mí capaz de cerrar la boca a sujetos indeseados no ha desaparecido. Tras tantos años había tenido mucho tiempo para forjar una serie de tácticas para alejar a las personas. Ironía, falta de atención y falta de interés, algunos de mis favoritos.

Aunque no era una situación especialmente agradable, tuve que hacer fuerza en reprimir una pequeña risa que se me estuvo a punto de escapar por su ocurrente forma de ser sarcástico. Esta vez he de admitir que Chris lo merecía, así que me alivió ver como volvía la paz, al menos por un momento, aunque no pude evitar que un mal sabor de boca se me instalase al saber que eso habría sido una patada para su orgullo. Pero aún así, prefería hablar para dejar zanjado ya el asunto antes de darle tiempo a Chris de que se arrepintiese y le contestase algo.

- De acuerdo. Hasta ahora, cuídate - le pedí antes de que se marchase volviendo mi vista a Chris, quien mascullaba algo entre dientes. Al volver a quedarnos solos, permanecimos un momento callados mientras pensaba en la conversación anterior. La verdad, temía que acabase enfadándose por la poca atención que le dedicaba, dejándole siempre solo para irme con Kei. Entendería si se siente celoso por no dedicarle a él el mismo de tiempo y más viendo que no se llevan especialmente bien.

Negó varias veces con la cabeza desviando su vista al suelo, viendo que no pensaba decir nada y menos reprocharle. - En serio, algún día tendrás que decirme que le ves... - pensé un momento en si contestarle o no, ya que sabía que no me creería si le decía que conmigo era diferente, diferente a como es con él y a como es con el resto del mundo.

- Le veo muchas cosas - no me encontraba en el mejor momento de inspiración y además nunca se me dio bien hablar de este tipo de cosas, menos con él viendo en la actitud protectora en la que se pone. Ambos me resultan tan parecidos en ese sentido, con su modo de intentar hacerme ver el peligro y que el otro no me conviene.

- Sí, claro y “esas cosas” se llama físico - replicó con un deje de enfado - Yu, por favor... No es amor, tú no sientes amor. A ver, eres listo y no deberías dejar que su físico te imponga tanto ya que no lo es todo. Y además todo esto te está haciendo sufrir, ¿no te das cuenta? No quiero que te sientas ofendido por lo que te estoy diciendo, es para que no te sigas destruyendo por un capricho pasajero...

Caminé a paso rápido por el pasillo y las escaleras esperando no tardar mucho. Mantuve la mente en blanco para nada que no fuera donde podría haberme caído el movil. Decidí deshacer el recorrido de la noche anterior ante la posibilidad de que no me cayese en la playa sino durante el camino.

Miré al suelo todo el tiempo, sin fijarme más que en eso, intentando no desviarme mucho. Finalmente, llegué a las escaleras de la playa sin nada aún. Resignado, bajé los escalones y arrastré los pies por la arena. Me alivió ver que aún quedasen las huellas, iba a ser un problema si no supiese por donde habíamos pasado y el movil se hubiese tapado con la arena. Por suerte el recodo estaba cercano, y al llegar al lugar en que nos sentamos vi cómo el aparato sobresalía en la arena y lo recogí rápidamente.

Tras sacudirle los granos de arena y comprobar que funcionaba con normalidad miré la hora en la pequeña pantalla y descubrí que solo me había llevado viente minutos la investigación. Llegaría bien sin problemas.

Subí de dos en dos escalones y caminé por el césped sin darme demasiada prisa. Comencé a pensar en el libro, era una novela algo larga, cosa que a Yu seguro que le daría flogera, pero conociéndolo y sabiendo que la novela era bastante explícita, pronto se engancharía y no sería quien a quejarse. Lo cierto es que lo había ojeado un poco casi según llegué al instituto pero lo había dejado de vuelta en alguna estantería, estando como estaba con la trilogía de Luces del Norte. Recordaba con bastante claridad los momentos sueltos que había leído y repasé los que a Yu le interesarían más, en prevención de chantajes y sobornos futuros.

-¡Hola, Kei-kun, felicidades!-el movil que había vuelto a sacar del bolsillo para comprobar que estaba en todas sus funciones se me cayó al suelo con un chasquido. No tuve tiempo de pensar en si estaría roto o no, un par de brazos me habían rodeado con fuerza y la misma voz habló de nuevo, esta vez muy cerca de mi oído.- Así que habías perdido el movil, ¿eh? Bueno, eso explica que no te llegasen mis mensajes de felicitación, ni el de que vendría a pasar este día tan especial contigo...

Obviamente era difícil hacer que sus palabras no me ofendiesen y tuve que controlarme para mantener la calma y no contestarle con algo atacante, porque la verdad, se me habían quitado las ganas hasta de eso... Pero me hubiese gustado decirle cuatro cosas, como qué sabía el sobre lo que era el amor, en qué se basaba para pensar que era su físico lo que me imponía, cuándo me había visto a mi sufrir por Kei cuando el sufrimiento sería si él no estuviese conmigo y quién se creía para tomar de esa forma mis sentimientos, por algo tan simple y pasajero.

- No sé si será amor, porque nunca antes lo he sentido como para poder reconocerlo, así que nadie en esta habitación sabe lo qué es el amor como para opinar - con sutileza le eché en cara que era el menos indicado para hablarme de amor. Bien no me importaba lo que hiciese pero no me gustaba que fuese hipócrita con eso. - Pero si el hecho de verle, me alegra el día y me recuerda lo hermoso que es vivir y sentirme agradecido y tranquilo por al menos, poder considerarme lo suficientemente cercano como para entrar entre su pequeño grupo de amigos, es motivo para decir que sólo sea físico y que no le amo... Entonces tendrás razón al decir que no es amor lo que siento.

Pareció meditar lo que me decía hasta que acabó dejando escapar un largo suspiro. - Si es amor, aún peor me lo pones... Es más doloroso olvidar algo de esa magnitud a un simple capricho.

- Christian, ya... Por favor, déjalo ahí - le pedí sin más ganas para hablar sobre ese tema, ya estaba en mi límite.

Mi respiración se aceleró y mi cuerpo se estremeció de golpe. Sus manos quemaban y hacían arder mi pecho donde lo tocaban. Deseé agitarme bruscamente y quitarme de encima esas manos que tan mal me hacían. Deseé gritar y empujarle para escapar de allí. Deseé tantas cosas en una milésima de segundo...

Pero la realidad fue que no hice nada.

Simplemente era incapaz de moverme. Mi cuerpo estaba congelado y mis pies se habían fundido con el suelo. Solo era capaz de distinguir con claridad lo que desearía no saber. Era sencillo, de lo más simple. Solo hay una razón por la que mi hermano viaje kilómetros hasta aquí a verme. Y solo hay un regalo de cumpleaños que según él merezca la pena.

Me abrazó pegado a su pecho con más fuerza.

-Vamos, Kei, ¿qué reacción es esa? Te he deseado un feliz cumpleaños, ¿no vas a contestar?

Inspiré aire, en un intento de calmarme. El intento fue fútil.

-Creí... que no vendrías, es tarde.-conseguí farfullar.

-Sí, bueno, el tren se retrasó y debía hacer un par de cosas antes de venir. Aún así se ve que el destino es amable con nosotros, siempre te encuentro aunque no estés en tu habitación.

¿Qué destino? No seas ridículo... No finjas que esto es una inocente casualidad...

Miro a mi alrededor moviendo únicamente los ojos. Las calles están vacías. Por supuesto, Kei, nadie pasa el primer día del año caminando por las calles en un día frío y ventoso. El primer día del año...

-El primer año y el sumpleaños, estas fechas son para pasarlas en familia, ¿cómo iba a olvidarlo, niño? Así que aquí me tienes, dispuesto a pasarlo contigo. Es mucho mejor que pasarlo solo encerrado en tu habitación. Ven, jugaremos un rato para celebrar tu nuevo año, ¿sí?

"No... ¡Joder, no! ¡Hoy no! ¡Precisamente hoy...! ¡No hoy! ¡Por favor...!"

Los gritos me sacuden violentamente por dentro y mi corazón late en una carrera irrefrenable, La garganta está seca, los ojos dilatados. No tengo miedo, estoy sumergido en el pánico más absoluto. Y mientras, mi cuerpo no trasluce nada, son emociones demasiado fuertes para dejarlas salir, me dejan la mente en blanco, arrasan con cualquier pensamiento coherente. Mis ojos se han vuelto vidriosos y la vista se ha perdido en un punto entre la finitud y el infinitos. Secos.

Hoy... era feliz... realmente era feliz... iluso, ingenuo Kei... cómo pudiste pensar siquiera que eso duraría... ¿Acaso no lo habías entendido con la suficiente claridad? ¿Cómo pudiste perder de vista la marca de hierro que cargas? ¿Cómo te permitiste soñar en medio de una pesadilla?

Mi cuerpo está desmadejado como el de un títere, y Tetsuya disfruta actuando de titiretero. El cerebro no precesa, las órdenes no fluyen. No veo, mi vista está velada en grises y azules, cómo esos sueños de los que uno se siente incapaz de despertar, en un callejón lateral. No oigo, un zumbido contínuo hace las veces de música de fondo para un espectáculo obsceno e inmoral.

Duele, y el dolor físico pasa desapercibido frente al que resquebraja mi alma. Otra vez. Como cada vez. Y luego tendré que recoger los pedazos y montarlos de nuevo, sin esperanza de que las fisuras desaparezcan. Solo me queda desear que el juego termine y él se canse de la diversión. En mi desesperación agradezco la escasa paciencia de que goza mi hermano, todo sucede a gran velocidad en el mundo físico, alargándose horas en mi angustia fronteriza a la locura.

Tengo el labio roto, los músculos machacados de una forma bien distinta a la satisfactoria fatiga consiguiente al deporte y todas las esperanzas que estos meses habían forjado en mí se habían caído al mismo profundo foso en que destacaban mis ilusiones infantiles.

Todo había terminado. Estaba solo. Al mirarme supe que estaba apoyado aún en la pared, mis ropas estaban arrugadas, pero en su sitio. Podía irme. A algún sitio. Fuera de aquí. Fuera...

Comencé a andar.

Me levanté un poco malhumorado de la silla para ventilar la habitación, a ver si así también se salían algunas ideas estúpidas. Nada más entreabrir un poco, una fuerte ventisca azotó la puerta de cristal provocando un sonoro estrépito. El viento corría fuerte en la ciudad, como si estuviese gritando de dolor y yo no pudiese entender lo que me quería decir. Contemplé las solitarias vías desde lo alto, no había nadie en ellas, parecía una ciudad fantasma que guardaba un profundo secreto entre sus estrechas calles.

Un extraño sentimiento de impotencia me dominó y el tiempo se ralentizó. No tuve en cuenta si mi compañero me habló, pues toda mi atención estaba en algo fuera de mi alcance y que desconocía.

Volví a cerrar la ventana dispuesto a devolver todo fuera y que nada más entrase dentro. Me sorprendí cuando, al darme la vuelta dispuesto a encontrarme a Chris, no había ningún rastro ya de él en la habitación, no sabía cuánto tiempo había estado ausente ni a que grado de absorción llegué que no me di cuenta de cuando desapareció ni de los cambios a mi alrededor.


Escuché a un sonido a lo lejos, tenía los ojos velados y me moví perezoso con todo el cuerpo adormilado. Sin darme cuenta había acabo durmiéndome entre el cansancio y el aburrimiento, no sabía bien cuánto tiempo había estado durmiendo. Miré a Christian entrar por la puerta, quien me había despertado con el ruido al volver.

- ¿Aún sigues aquí? - me descolocó su pregunta, sin recordar en qué otro lugar debería de estar ahora... Mierda, había quedado con Kei y lo había olvidado por completo.

- ¿Qué hora es? - pregunté incorporándome de la cama y buscando algún reloj, espero que no se me haya hecho demasiado tarde.

- Van a dar las ocho. Quedaste con el idiota a las siete media - contestó con un humor extraño en él y sin dignarse ni a mirarme en ningún momento. Hablaría con él más tarde sobre lo que sucedía, no quería que le hubiese sentado mal cualquier cosa que hubiese hecho, aunque por ahora ya se me había hecho bastante tarde.

Me alisé rápidamente las ropas y de un brinco salté de la cama, sin más entretenimientos. - Se me hizo tarde... Lo siento, nos vemos después - me despedí antes de cerrar la puerta de un golpe. Disminuí el paso para dirigirme hasta la habitación de Kei y piqué varias veces la puerta para ver si seguía dentro... Pero no obtuve ninguna respuesta, seguramente ya habría bajado a la biblioteca, aunque me extrañaba que no se hubiese pasado a llamarme al ver que no llegaba. Supongo que será mejor si entro un momento para comprobarlo y si no está, bajaré a la biblioteca a buscarle.

Bajé la manilla de la puerta, la cual no estaba echada por llave, así que con suerte aún seguiría habiendo alguien dentro, ya que era extraño que se la hubiesen dejado abierta sino había nadie. La abrí de par en par y apenas podía ver nada, todas las luces estaban apagadas y las persianas bajadas no dejaban entrar ni un desquicio de la escasa luz de la calle, que a estas horas ya empezaba a echarse la noche.

Me quedé en el marco de la puerta observando, había algo que me bloqueaba a entrar. El presentimiento de esta tarde, hasta ahora olvidado, volví a recodarlo pero esta vez su intensidad era mayor y a pesar de que las ventanas estaban cerradas, una ventisca pasó a mi lado y no supe si fue real o producto de mi imaginación.

- ¿Kei...? - pregunté intentando encontrar alguna respuesta entre la penumbra y la única que recibí, el silencio. Agaché la vista al suelo, donde se filtraba una pequeña luz por una rejilla debajo de la puerta del baño. A lo mejor había alguien ahí dentro... Avancé dos pasos, cerrando la puerta a mis espaldas.

El único movimiento en mi cuerpo era un leve temblor. No tenía nada que ver con el agua fría que caía sobre mi espalda. Apenas sentía el leve golpear de las gotas, encogido en el plato de la ducha, con las piernas firmemente apretadas a mi pecho en un auto-abrazo protector. Diminutas lágrimas se deslizaban por mi cara, provocadas por la regadera. Mis ojos hacía ya demasiado que habían perdido esa capacidad. Con la cabeza baja, parecía que realmente descendían de mis ojos antes de car sobre mi ropa, ya completamente empapada.

A mi alrededor, dispersados sobre el suelo del baño habían multitud de papeles. Bocetos, en blanco y negro, a colores rojos y azules... Dibujos, decenas de ellos. Hasta cuatro cuadernos de dibujo habían sido necesarios para semejante repertorio. Mis dibujos. Los odiaba. Odiaba cada uno de ellos.

Todos distintos.

Paisajes, cielos, habitaciones, arboles, flores... Justo a mi lado el dibujo de una rosa deshojada sobre un suelo agrietado mojado en un líquido indescifrable por estar en blanco y negro comenzaba a humedecerse por algo del agua al desbordarse.

Todos iguales.

Múltiples diseños, el mismo dolor en cada trazo. La misma melancolía. Los odiaba. Tal como me odiaba a mí mismo. ¿Cómo puede pensar nadie que aún hay algo que salvar en mi alma? Estoy sucio. Este agua no puede lavar mi interior.

Mi mente no registraba ninguna idea, no había lugar para la razón en este momento. Solo para el dolor. Solo para la desesperación. Solo para la angustia. Solo para la desolación.

Ante el sonido de la puerta no moví un músculo. Solo levanté la vista al oír que me llamaban. Cierto, había quedado con Yu para algo... No sé el qué. Tampoco importa. En realidad, nada importa. No quiero que me vea. Aún así, no puedo levantarme. Simplemente, soy incapaz de levantarme a cerrar la puerta.

Solo espero y veo abrirse la puerta.

La luz me cegó los ojos, tardé en acostumbrar mi vista y entonces lo supe. Ese sentimiento que aparecía y desaparecía desde esta tarde, procedía de esta misma habitación, el presentimiento de que algo extraño ocurría.

Todo era un caos. Las imágenes de cada uno de los dibujos aparecían en mi mente, ninguna se quedaba atrás. Por cada una que veía, aumentaba mi miedo y desconcierto. Y lo peor es que sólo deseaba sacarlos de mi cabeza para que no me torturase ese sentimiento de desmedida tristeza, impotencia y desesperación. ¿Era eso lo único que había en su alma después de todo?

Cualquier cosa que hubiese imaginado al otro lado de la puerta, discreparía bastante de la realidad, porque lo cierto es que, en ningún momento no creí que nada pudiese estar sucediendo de verdad. Pero algo había sucedido, es algo de lo que estaba convencido desde que mis ojos habituaron a la luz y en seguida supe, que si me hubiesen dado a elegir, preferiría no haber abierto nunca esa puerta y arrancarme los ojos antes de hacerlo...

Todo con tal de que mis retinas nunca captasen su imagen machada, empapada bajo el agua, un Kei que nunca creí que existiese, un Kei del que me advirtieron, un Kei que me negué a creer, un Kei agónico. Recorrí cada milímetro de su cuerpo, buscando las respuestas, que no quería oír pero que necesitaba para calmar mi confusión, de lo que había pasado. Su labio partido me dio la primordial idea de que no era nada bueno y lo peor que pude haber hecho en este momento, fue mirarle a los ojos, un espejo que reflejaba aún mejor que sus dibujos, el estado de su alma.

Mis pies avanzaron solos hasta su cuerpo y empecé a salir de mi ensimismamiento, no podía quedarme parado sin hacer nada a esperar a que algo ocurriese, antes debía de saber que estaba ocurriendo. En ningún momento había tenido precaución de mantener oculta mi impresión e intenté ahora camuflarla lo mejor que pude, intentando aparentar estabilidad. - Kei, ¿estás bien? - enseguida me autoregañé por hacer una pregunta tan estúpida como obvia - no te quedes ahí, te estás empapando... - me esforcé porque de mi voz saliese un tono animado pero acabó en un intento mal disimulado por intentar mantener la tranquilidad. Mi pulso tambaleó hasta que conseguir apenas tocar su hombro con mi mano para llamar su atención.

Mis ojos miraron sin ver los movimientos vacilantes que hacía por acercarse, sin levantar apenas la vista del suelo. No, no estoy nada bien, en absoluto. Y no me importa mojarme, así casi me siento limpio. Casi.

Me aparté con un respingo, repeliendo su contacto. Con el gesto me pegué más a la pared y me encogí más fuertemente. Seguía temblando.

-No me toques...- ... estoy sucio...

Solo quiero quedarme aquí solo, vete. Vete ya...

- Kei... ¿estás bien? - repetí la misma pregunta, más preocupado aún como sorprendido. Esto empezaba a ser alarmante... Era ya mucho tiempo el que había pasado desde que Kei no rechazaba ningún contacto y ahora de repente... ¿Por qué? No era normal, nada normal. - Si es algo que he hecho... lo siento - no sabía si había ocurrido algo ajeno a mí o que me implicara directamente. A lo mejor era todo un malentendido... pero no podía ser una tontería tan simple, Kei no se hubiese debastado de este modo, tenía que guardar alguna relación con algo externo... Su labio partido. ¿Alguien le había hecho daño? ¿Pero cómo...? Kei sabe defenderse bien... Nada tenía sentido.

Me volví a acercar hasta él, después de que se hubiese alejado más, sin importarme que mis ropas se empezasen a mojar poco a poco. No podía permitir que se aislase de nuevo, no podía evitar acariciarle su mejilla suavemente con mis dedos, intentando hacerle recordar quién era y lo que habíamos vivido. - Soy Yu... ¿ya no te acuerdas? No estoy aquí para dañarte... Sólo quiero que te sientas mejor, por eso estoy aquí, no estás solo ¿vale? No lo estás... Si no quieres hablar conmigo... lo entiendo. Pero por favor, a lo mejor puedo ayudarte o aclararte lo que necesites.

Negué con la cabeza, con los ojos vacíos, cabeza gacha. Mi mano se movió sola y apartó la suya débilmente.

-No...-negué sin saber exactamente el qué.- No es culpa tuya... así que vete. No quiero que estés aquí... Quiero estar solo... Déjame tranquilo...-mi voz, al principio indiferente, se rompió. Contrariamente, mi expresión permanecía impasible y lejana.- Márchate, Yu...

Me agarré la cinta de la frente con la mano crispada.

Lo siento, pero por mucho que me lo pidieses, sabía que eso no podría concedértelo. - No voy a hacer eso.... Tú has estado conmigo siempre que lo he necesitado, en mis peores momentos, nunca me has fallado, me has ayudado aunque me estuviese comportando como un tremendo idiota. Ahora que puedo regresártelo, no me voy a ir a ningún lado. Quiero saber que pasa.... Tú eres fuerte. Hasta ahora has podido con todo, incluso has sabido resolver mis problemas. Nada te impide afrontar lo que pase ahora. Quiero estar contigo, para lo bueno y para lo malo, ¿vale? Así que déjame estar a tu lado - visto sus débiles intentos por moverse, volvía a dirigir mis dedos, esta vez hasta sus labios, cerca de donde se podía ver una pequeña grieta y la zona inflamada - cuéntame que ha pasado, ¿quién te ha hecho esto...? - era ahora que le miraba detenidamente de cerca que me daba cuenta del temblor que sacudía su cuerpo pero algo me dijo que no era causa del frío de agua.

-Nadie.-contesté abruptamente.- No ha sido nadie, Yu, métete eso en la cabeza, creételo y vete.-mi voz ahora era más cansada y torcí la cabeza para apoyarla de lado en mis rodillas.- Yo no soy perfecto, Yu, te lo he dicho mil veces pero no has querido escucharme. Vete y sigue con esa imagen de mí en tu mente. A veces se vive más feliz en la ignorancia.-mi voz sonaba ronca como si llevase tiempo sin usarla, aunque no hacían ni un par de horas que había hablado con el mismo Yu.- ¿Los ves?- señalé con un gesto de la cabeza mis dibujos. Sí, claro que los ves. No fue necesario para mí mirarte al entrar para saber cuál sería tu reacción ante ellos.- Son mis dibujos.-dije como si necesitase aclaración.- Sabía que no te gustaría verlos y acerté, ¿verdad? Hazme caso esta vez, líbrate de pensamientos y angustias inútiles y déjame solo. Todo pasará... en algún momento tiene que pasar, siempre pasa...

- Yo... - no sabía que decir acerca de ellos ni que contestarle, ya que no podía engañarle diciéndole que no acertó... - Tampoco a ti te hubiese gustado ver las manchas de sangre que dejé sobre la pared, ¿verdad? ¿Crees que sólo voy a querer ver todo lo bonito que hagas? Quiero conocerte... Déjame conocerte... - acariciaba sus cabellos mojados que no habían perdido su suavidad entre mis dedos - vamos, Kei... esta vez déjame ayudar a pasarlo. Pídeme cualquier cosa, cualquiera menos que me marche ahora porque no voy a hacer eso. Lo siento por mí si no me va a gustar, pero no pienso dejarte aquí así - mis recursos empezaban a agotarse, no había forma de hacérselo entender, sólo quería que le dejase solo pero... ¿sería eso lo mejor? No lo creo, es más difícil cuando uno está solo. - No quiero ser ya más un ignorante... Ojos que no ven, hostia contra la pared ¿no? - le recordé la frase que no hace muchas horas me había dicho él mismo. - Ya no hay marcha atrás, Kei... Me has advertido de algo que podría llegar y aún así, tomé la decisión de no marcharme y voy a llegar hasta el final, pero ya no puedo irme, la oportunidad de elegir ya se terminó - por mucho que lo deseara ahora, mi sentimiento hacia él me lo impedía y aunque ignorase lo que estaba pasando, su dolor ya lo compartía.

Moví un momento los labios y susìré con aire agotado, pero seguí negando suavemente con la cabeza, aún con ella sobre las rodillas. Me rendí en mis intentos de esquivar su contacto porque ya no podía retroceder más, pero no disimulé el aumento de mi temblor ante cada toque. No quería que me tocase, no a alguien sucio como yo.

-Te equivocas.-negué.- Aún puedes olvidar esto, vete. Porque... no quiero que me veas. No quiero que lo sepas. Prefiero seguir siendo el Kei que crees que soy...- no quiero que me odies... no quiero perderte...

- No podrás seguir engañándome eternamente, Kei - afirmé con voz dulce, ya que sabía que el único motivo por el cual quería engañarme, no era otro que para protegerme, pero ni aún así puede estar toda una vida mostrándome una persona que no es. - Tú prefieres seguir siendo el Kei que conocía pero yo ya no quiero que sigas fingiendo conmigo a ser una persona que no eres. Ya que estoy a tu lado, al menos déjame saber como eres en realidad, por favor... Sólo quiero... sólo quiero saber que pasa en tu vida - concluí con dificultad en mi voz que se quebró a medias. No había nada de malo en saberlo... no iba a usar eso para dañarle y si bien era cierto que no podía hacer nada por ayudarle a resolverlo, al menos podría confiárselo a alguien, siempre es mejor que guardárselo...

Mi alma estaba ya tan derrumbada que no me quedaban fuerzas para ser fuerte. Mi máscara se rompió por un momento con un sollozo. En realidad, ¿qué importaba? Estaba bien... de todas formas tendría que saber que esto no podía durar. Finalmente se formó en mis labios una sonrisa sardónica, casi masoquista. Lo cierto es que daba igual, ¿o no? Que no lo supiese no cambiaba la realidad. Con un abandono demente que no tenía más objetivo que terminar de hundir aquello que más odiaba, a mí mismo, hablé al fin. Y mi voz sonó totalmente impersonal.

No podía soportarlo más. Y me lancé como un suicida a la autodestrucción.

-¿Realmente quieres saber? ¿Quieres saber la razón por la que detesto cada minuto de mi existencia desde pequeño? ¿Me lo pedirás de nuevo? Una vez hecho no habrá marcha atrás. Si me lo pides, te contaré quién me ha hecho esto y todo lo que preguntes después, pero no podrás olvidarlo.

Le miré de forma totalmente inexpresiva. Mi interior ya no discernía la voz de la razón, que me decía a gritos que me iba a arrepentir. Pero ya no era capaz de mantenerme firme.

Suspiré. No porque hubiese conseguido su colaboración y estuviese dispuesto a abrirse, sino para mentalizarme y prepararme para lo que pudiese venir. A cualquier cosa... estaría preparado, ¿no? Era Kei, la persona que más me importaba y no podía fallarle ahora que llegué tan lejos.

- Sí... claro que quiero - aunque el tono de mi voz me traicionase, arrastrando las palabras como si me costase decirlas - nunca me negaré a saber algo de ti. Tus miedos, tus preocupaciones... - indirectamente, míos también - qué te los causa... De verdad que es lo que quiero. Quiero saberlo todo acerca de ti, quiero saber que te ocurre, quién está detrás de todo esto, detrás de tu vida, que no quieres contarme...

-Está bien...-y ahora ya no era yo quien hablaba, sino un muñeco mecánico que solo compartía conmigo los rasgos físicos. Todo en adelante sería no más que un relato ajeno.- Tú sabes ya bastantes cosas. -introduje a forma de prólogo.- Aunque no conoces a mis padres sé que te haces una idea... bastante aproximada a cómo son. Todo empieza y termina en la familia.- expliqué.

-Yo no debí nacer.-y sonó a una sentencia innegable.- Mi madre no quiso hacerse cargo del hijo de quien la había abandonado por vergüenza. Mi padre jamás admitiría publicamente sus errores, aunque esos errores gateasen hacia él. Yo simplemente era un mal recuerdo y debía quedar como tal, no verle, no hablarle, no... tocarle. La esposa de mi madre aunque fue la más cruel también fue la más sincera, ella no se escondía en argumentos como que los niños buenos obedecían sin chistar. La mayoría de las heridas físicas eran suyas, pero no puedo culpar a alguien a quien impusieron el rol de cuidarme. Ella no quería cuidarme, solo quería a su hijo, el heredero legítimo, el suyo y de papá. Ya te dije que tenía un hermano. -la introducción comenzaba ahora a dar paso a la auténtica cuestión.

Hasta aquí la historia era la base de mi vida, a partir de este punto pasaría a un nivel más profundo que también mis padres desconocían.

-Ya le mencioné una vez. Cre que cuando estábamos en tu casa. Dije que no nos llevábamos bien.-le miré esperando que lo recordase.- Además, le conoces, le has visto.-volví a hacer una pausa, pero supuse que eso sería más complicado de recordar, ya que ni siquiera le dije quien era.- En el parque.- aclaré.- Apenas le viste la cara, pero le viste. Mi hermano, Tetsuya. Más alto que yo, el mismo pelo negro, aunque de un tono distinto.-normalmente al describir a alguien recurres a sus ojos, pero dudaba que Yu le hubiese visto con bastante claridad. Al menos me había esforzado en que tuvieran el menor contacto posible.

Esperé pacientemente, sin dar señal de volver a hablar, mirando los azulejos de enfrente. El seguro de la ducha había saltado y el agua había dejado de correr. Esperaba sin esperar, simplemente sabiendo que Yu estaba asimilando información y preguntaría cuando estuviese listo. Así, nos daba a ambos también otra oportunidad de dejarlo pasar. Aunque sabía que eso no ocurriría y me había resignado sin posibilidad de levantar mi muralla precisamente en estos momentos, tras tan pocos minutos desde que había sido desrozada.