Crisis (Yu) (cerrado)

Hasta ahora no había hecho más que aclararme lo que ya sabía y lo que mi mente se encargó de encajar. Pude hacerme una idea bastante acertada de cómo era su vida de pequeño y por qué. Eso explicaba ese matiz diferente que le caracterizaba del resto del mundo. Aunque su actitud insocial se me hacía corta, lo que me extrañaba era cómo era capaz de seguir viviendo sin odiar a las personas después de ver, como único ejemplo, el trato que le dieron a él.

En el parque... Aquella vez que le eché en cara que no me contaba ni sabía nada acerca de él después de verle con un hombre. Le recuerdo, y también su advertencia de que era alguien peligroso y tema zanjado, no volvimos a hablar de ello desde aquella vez. De hecho... desde entonces nos hemos dedicado a hablar exclusivamente de mí. Lo sabía todo, me conocía mejor que nadie y sin embargo, yo no conocía apenas nada de él.

Y ahora... ¿ahí quedaba todo? ¿Por algo que ocurrió hace mucho tiempo y por unas personas que ya ni ve, es que está así? - No sabía que era tu hermano... Pero... ¿qué tiene eso que ver en todo esto? Ellos no están aquí y ya no tendrás que volver a verlos cuando puedas vivir por ti mismo y salgas de aquí - lo lógica sólo me decía que eso no era así y que lo que le había pasado tenía alguna relación con ellos, que ellos le había hecho esto y que no estaban tan lejanos como pensaba...

Desvié la mirada de los azulejos para verle de frente, con estos ojos que eran míos y no lo eran. Simples cristales tras los que no quedaba nada de mí. Mi alma estaba encogida en algún rincón, sollozando en silencio. Cristales del hielo más puro y pulido.

Pestañeé una sola vez, lentamente. Después volví a mirar al frente y esa voz mecánica e impersonal volvió a resonar en el pequeño cuarto para continuar la historia. La última resistencia había sido derribada, la última oportunidad que Yu tenía de salvarse, salvarme, salvarnos.

-Mi hermano...-introduje, como ajustando mi mente a ese punto, el importante.- Él tiene ocho años más que yo. Tiene ahora veinticinco. Cuando era pequeño ya lo enviaban a escuelas de alto prestigio, internados, por lo que siempre lo vi poco. Cuando venía a casa siempre me buscaba. Era el único que tenía interés en verme. Me buscaba para hablarme de muchas cosas del mundo de afuera... yo no salía casi nunca de casa de pequeño. Cuando fuí más mayor empecé a escaparme de vez en cuando, pero de pequeño mi mundo se reducía a la casa. Tenía un ala entera para mí y ese era mi mundo. Él le hizo poco menos que un berrinche a su madre para tener una habitación en mi misma ala, aunque ella no quería ver a su niño con el hijo bastardo. Recuerdo que esa vez yo tenía tres años, él tenía once. Él era el niño perfecto y adorado por su madre. Traía buenas notas, estaba en el club de kendo del colegio y siempre estaba rodeado de gente. Para mi padre era un sucesor ideal. Por eso cuando terminó la educación secundaria lo enviaron a la universidad directamente, lo vi mucho menos. Cuando terminó hace poco más de un año lo vi aún menos...-mi voz se apagó, perdida en ensoñaciones.- El hijo perfecto, ¿eh?

- Vaya... No sabía eso de él - en esta ocasión, lo que acababa de escuchar si era nuevo para mí... Siempre imaginé que su hermano sería como sus padres, de ahí a que nunca hablase de él y después de la indiferencia que parecía tenerle, jamás hubiese imaginado que le diese ese trato, como cualquier otro hermano mayor cuidando del pequeño. Aunque no me encajaba que dijese que era alguien peligroso... si fue la única persona que estuvo con él cuando nadie más lo estuvo.

- Es realmente increíble, me imagino lo orgullosos que deberían de estar tus padres de él... Me alegro de que al menos le tuvieses a él pero es una lástima que le vieses tan poco. Supongo que todos los hermanos son así... Me refiero... que no importa lo que los demás piensen o le dicten, para ellos su hermano siempre será su hermano y nadie puede romper ese vínculo - de pequeños se nos convierten prácticamente en nuestro mundo y él con más motivos.

Recibía bien la información dada, hasta ahora sin sobresaltos y sin ninguna razón para odiarle como él cree que haré después de escucharle. Aunque sabía que aún me quedaba por escuchar el resto que explicaría suficientemente como para poder encajar todas las piezas sueltas que tenía en mi cabeza aún sin encajar. - Pero ese afecto que le tenías... ¿ya no existe? - intenté seguir indagando.

Asentí despacio, repetidamente, dejándole hablar.

-El hijo perfecto...-repetí ignorando su pregunta.- He dicho el hijo perfecto Yu, no el hermano perfecto.-expliqué con suavidad.- Oh, sí, estaban realmente orgullosos de él, cumplía con todas sus espectativas. Durante un tiempo creí que yo también les parecería un buen hijo si lograba igualar su nivel. Lo igualé. Mi tutor siempre recibía la respuesta correcta a cada una de sus preguntas. Entrenaba con mi profesor de artes marciales hasta caer rendido. Le superé. No sirvió para nada. Él seguía siendo el hijo perfecto y yo seguía siendo una sombra más en el pasillo.

-Te equivocas completamente. Mi hermano no es como el resto de hermanos, no es como el tuyo... habría deseado que fuera como el tuyo... No creo que entiendas aún... hasta qué punto mi hermano era adorado por -vacilé un momento.- la esposa de mi padre. Tuvo cada capricho que se le antojó. Yo no era su hermano, era su nuevo y mayor capricho. Un nuevo juguete. Nunca hubo ningún... vínculo, como tú lo llamas. Tampoco yo le quería, no quería que estuviese cerca y me aliviaba cuando se iba fuera. Le tenía miedo.- la última palabra fue apenas un susurro, pero susurrado con tal fuerza que pareció resonar en el silencio.

- Eso es injusto... - no podía creer que hiciese todo eso sólo para intentar ganarse esa... consideración que sí le tenían a su hermano. Y aún así, no consiguió nada con ello. ¿Toda nuestra vida tenía que depender del lugar y cuándo naciéramos y no podíamos hacer nada para cambiarlo? Hasta ahora creí que el destino siempre había sido bonito pero a veces también podía condenarnos...

El pequeño atisbo de luz que creí que hubo en su niñez se desmoronó tan rápido como que todo lo que sube baja. - ¿Un capricho? ¿A qué te refieres eras su capricho? - inquirí sin evitar que se notase mi enojo al escuchar el trato que le tenía, sonaba como si fuese un juguete con el que divertirse... y no me gustaba como sonaba, nada de nada. Tanto como para tenerle miedo... ¿desde cuándo Kei le tenía miedo a algo? Y aún más sorprendente era saber que no era a algo, sino a alguien... Si era mejor que él en todo, ¿por qué iba a tenerle miedo?

-La vida es injusta, ¿nunca te lo habían dicho?-el humor negro expresado con mi voz mecánica resultaba escalofriante.- Me refiero exactamente a eso, simplemente.-repetí con paciencia.- Su capricho, su juguete, su juego favorito. Llámalo como quieras. ¿Alguna vez, de pequeño, tuviste un peluche? De esos rellenos de algodón a los que les hablas de todo sin preocuparte de lo que ha hecho en tu ausencia, tirado solo en la cama. Seguramente jugarías a representaciones con él, las pequeñas historias que montan los niños de que su muñeco hace tal o cual cosa y disfrutan imaginando que es una persona y las reacciones que tendría esta: risa, ira... llanto. Pero que aún así siguen siendo solo obras de teatro en que tú eres el director y el muñeco es un títere al que hacer bailar para tu diversión. Mi hermano disfrutaba especialmente pidiéndome representarle las cosas que pasaba en su ausencia. Sobretodo quería que le contase lo que hacía su mamá, y entonces se enfadaba e iba a reñirla, diciendo que no pegase a su hermano... que se lo iba a romper.-de nuevo, como un juguete.

¿Por qué tenía la sensación de que no había mejorado nada y estaba peor que al principio? No dejaba de comportarse extraño y cada vez parecía más hundido. No sabía que hacer... - ¿Qué se lo iba a romper...? - repetí incrédulo, con miedo, auténtico miedo de escuchar como alguien podía tratar a una persona como un juguete hasta en la forma de referirse a él - ¿cómo puede pensar de esa forma? Como si no fueses humano... Y sólo siendo un niño... - ya pensar así no podía ser bueno, imagino que habría sido un niño consentido al que le pusieron en el pedestal más alto y ahora ni él podría con su ego ni avaricia. Daría cualquier cosa por no conocer a esa persona que presagiaba ser más desagradable de lo que podría imaginarme...

- ¿Y ahora que eres para él? No puede seguir tratándote de esa forma, ¿no? Ya no es un niño... - no lograba entender a qué se refería con representar, si fue que le hizo hacer cosas desagradables, travesuras... como si fuese un esclavo y jactándose de ello. Loco...

-Romper, sí.-afirmé. Había legado al punto en que ni siquiera era consciente de las reacciones de Yu y simplemente hablaba, sin escuchar realmente.- De esa forma... sí, sí que sigue, se convirtió en rutina. Él venía, hablaba y yo escuchaba esperando impaciente su partida. Me daba miedo, no entendía. No entendía a ese chico que se suponía era mi hermano. Tampoco entendía por qué me daba tanto miedo si no me pegaba ni me reñía como mamá y papá. Pero me lo daba, mucho. Su voz, sus palabras, la forma de mirarme. Era muy niño para entender nada de eso, y cuando crecí ya era muy tarde. Mi hermano ya no era un niño, no, y ya no jugaba a juegos de niños, pero seguía queriendo su muñeco. La diferencia es precisamente que había crecido, y cuando un niño crece, sus juegos no desaparecen, solo cambian. ¿Tú sabes a qué juegan los niños mayores, Yu? Yo tenía once años... o puede que doce ya... no sé, fue alrededor de mi cumpleaños cuando a él se le ocurrió el juego.

Intenté encontrar una posición más cómoda, recorriendo mi vista a todo mi alrededor que seguía igual y con Kei mirándome pero si mirar nada. Estaba prácticamente cargado sobre la pared, de rodillas pero dejando caer todo el peso de mi cuerpo sobre el suelo, empezaba a sentir calambres sobre mis piernas y me paraba de removerme inquieto aunque le escuchaba. Inspiraba e inspiraba una y otra vez profundamente, intentando calmarme. Mi cabeza dolía, no me encontraba bien... Aquí no me encontraba bien, todo estaba demasiado cargado.

Entonces seguía siendo así, por eso no quería que le viese aquella vez... No quería que yo supiese como era el resto de su vida, porque daba escalofríos. Porque cada palabra era un paso hacia delante, hacia un precipicio y era ahí donde me encontraba, justo al borde. ¿Y si con la siguiente caía? - No... no lo sé... - no sabía la diferencia ni tampoco quería saberla, tenía miedo de caer... - no sé a que jugaba... - pero ya no podía echarme para atrás, sólo causaría más dolor, tenía que terminar lo que había empezado - ¿a qué juegan los niños mayores? Kei... - esperaba la respuesta clavando mi vista sobre sus ojos, sólo a sus iris miraba pero seguía sin recibir nada de ellos, ya no me hablaban, sólo era un autómata y dolía... Mi pecho punzaba por sentirle ahora tan lejos de mí.

Me volví a mirarle con mis ojos vacíos. Incapaz de seguir hablando, sin sentirme con fuerzas ni siquiera en este estado de decirselo en voz alta. Mi cuerpo tomó la decisión por sí solo. Era el final. Adiós, Yu. Adiós, Kei.

-Los niños grandes... Mi hermano, juega con su muñeco... a esto.

El movimiento fue rápido y lento a la vez, meticuloso, con el tiempo dejado amplio para escapar... al menos si se hubiera dado cuenta de lo que venía. A gatas, con una mano soportando el peso de mi cuerpo. La otra tocó su mejilla. Con un cuidado que nada tenía que ver con dulzura o cariño sino más bien con el cuidado dado a algo frágil, mis labios acariciaron los suyos una única vez. Una centésima de segundo apenas.

Y aún así al retirar la mano, ésta pareció resistirse a la orden, anhelando permanecer en contacto con la suave piel.

"Es distinto."

Se removió el Kei que se encogía temblorosamente. Pero ahora no era Kei quien mandaba, y la mano cayó laxa. La mano de un muñeco de porcelana de cabeza gacha.

Mis ojos estaban desorbitados, perdidos en algún lugar sin pestañear, sin poder creer. Fue cuando sentí su contacto que me di cuenta de todo y todo mi mundo se descolocó. Como pude ser tan ingenuo... ¿Cómo pudiste haberlo hecho?

No, no... no podía creerlo - no es verdad... - murmuré recorriéndole con detalle. Herido, demacrado, sucio... Alejó su mano de mí antes de que pudiese reaccionar y apartarla. No quería que me tocase... - Tú... ¿desde cuándo? - intentaba asimilarlo, pero mi mente no podía, ya no le hablaba a él, sólo a mí mismo intentando entender pero a cada que lo volvía a pensar, aún más vértigo me entraba.

Mi cuerpo retrocedió solo, con aún más pánico. Cualquier cosa que hubiese imaginado, esto lo superaba. No podía con ello... no estaba preparado. - ¡Mientes! - estallé poniéndome de pie, mis piernas temblaban y mis ojos dolían. Mi mente solo decía una y otra vez que todo era mentira. Mis dientes chirriaban de la presión ejercida. De nuevo la razón ganaba la batalla a mi cabeza, por mucho que lo intentase, no podía olvidar ni tampoco podía engañarme a mí mismo, de mi mente era de la única de la que jamás podría huir.

- No puedo... - le miré por última vez, tratando de excusarme de mi culpa, por haber creído que era más fuerte - me equivoqué - me equivoqué conmigo, me equivoqué contigo pero tú también te equivocaste conmigo. Todo había sido un error y aquí acababa, porque no tenía la fuerza para sobrellevarlo.

Mi cuerpo no aguardó más, en un segundo mi visión se apartó de él, de sus dibujos, de su vida. Me abalancé sobre la salida, corrí, corrí hasta desaparecer...

-Te doy asco.-no era una pregunta.- Te avisé, te lo advertí...-no estaba seguro de si podría escucharme mientras se levantaba atropelladamente.- Es imposible que puedas amar a alguien como yo... nadie puede...-murmuré.- Lo siento, no debí... permitir que te acercaras, ha sido mi culpa por ser tan inocente sin derecho a serlo... Lo siento...

Mientras salía por la puerta me dejé caer hacia atrás sobre mis piernas, de rodillas. En esa postura le escuché correr, con la mirada aún gacha, le escuché cerrar la puerta de un portazo. Los minutos pasaron sin que se produjera en mí el menor cambio. Al cabo de un rato comencé a removerme y me incorporé torpemente. Con meticulosidad fui recogiendo uno a uno todos los dibujos y apilándolos en un montón sobre mi brazo. Con movimientos pesados los dejé encima de mi escritorio y cerré la puerta del baño.

Después me senté en la cama, aún completamente empapado, encogiéndome en la esquina. Se había terminado. Algo que ni siquiera debería haber empezado. Estaba solo, como siempre había estado y así debía ser. Enterré la cabeza en mis rodillas, y por primera vez en muchos años...

Lloré.

Mis pasos cada vez eran más acelerados, cada vez me alejaba más y más, no tenía ningún destino al que ir, todo se había... ¿desmoronado? Anduve sin saber a donde me llevarían mis piernas, sólo quería salir.

Fuera el cielo estaba teñido de un furioso naranja por los rayos del sol rozando su ocaso. Llegué hasta una de las zonas verdes y desiertas a estas horas, bastante alejadas del resto del mundo.

Me detuve con mis músculos ya dolorosos y mi respiración descontrolada, apoyándome sobre un tronco en busca de oxígeno. Pero pronto mis bocanadas de aire fueron sustituidas por gemidos de dolor e impotencia y no sé durante cuánto tiempo estuve así, llorando con fuerza, que dolerían hasta mis cuerdas vocales sino fuese porque ya no me importa el dolor físico. Nada era comparado con mi interior que había acabado en millones de pequeños cristales cortantes.

Todo lo que él había construido, ahora sin él no quedaba nada, ninguna esperanza. Mientras más alto le ponía, más le dolía caer... ¿Cuánto nos habíamos podido equivocar? Ahora sabía que él nunca estuvo en mi futuro y ninguna promesa podría cambiar ese destino. Todos esos sueños, todo cuanto creí era falso, eran puras ilusiones de ilusos. ¿Acaso podía tener razón? ¿Era imposible que yo le amase? No, aunque nadie más en el mundo que yo pueda, sé que no es así, nunca podré mentir diciéndole que no le amo... Como tampoco siento asco por él, sólo... duele, pero no conseguía entender por qué. ¿Cómo podía decir que le amaba después de abandonarle...?

¿Qué es lo que acababa de hacer...?

CERRADO