Casa de Yu Zhang (Yu)

-Empecé el curso tarde.-expliqué.- También yo tuve que ponerme al día y era mucho que enseñarle en poco tiempo. Estoy seguro de que en el próximo trimestre aprobará todo, yo me ocupo.-mostrarse demasiado inteligente también podía ser peligroso. A él le gustará tener un mínimo control sobre mis acciones: eso era mi deseo expresado de una forma ligeramente más infantil que el resto del discurso (eso le daría un toque impaciente) de que Yu siguiese acudiendo a la escuela.- Eso es precidamente lo que deseaba solicitarle. Mis estudios no me permiten mucho tiempo libre fuera de la escuela, por lo que me sería complicado ver a Yu si está lejos... supongo que sabrá lo que dicen de las relaciones a distancia, nunca salen bien. Por mucha psicología que se tenga.-reí un poco en deferencia a su broma. Me venía bien mi habilidad de actor desarrollada para que durante tanto tiempo nadie se metiera en mi vida.- Esa es mi petición, en un principio -dejé en el aire la insinuación de que eso era un primer paso, que lo interpretase como deseara. Si dejase ese como mi único deseo me haría ver débil y con pocas ideas, alguien sin ambición no es bueno en negocios.- Por supuesto, eso no quita el placer que me ha supuesto conocerle.-sumar una pincelada de deferencia.

Miraba con detenimiento al muchacho mientras le escuchaba permitiéndole hablar. Cruzó sus manos a la altura del mentón cuando terminó, pensando bien lo que le estaba diciendo. - Bueno, bueno… basta de adulaciones. Vienes a pedirme a Yu, ¿no es así? - resumió las palabras del joven. Por un momento pareció meditarlo dejando el cigarro en el cenicero consumiéndose olvidado - en realidad no eres el primero en hacerlo. Siempre ha tenido algo especial que a todos le hipnotiza - no era ese comentario ni por asomo cerca de ser un cumplido, sino más bien como quien quiere hablar de lo valioso y cotizado que sería esa pieza que quería adquirir. - Y muchas veces me he visto obligado a rechazarlos. Como comprenderás no puedo entregarle mi hijo a un Don nadie, es la preocupación de un padre asegurarse que está en buenas manos. Es por eso por lo que le mandé venir aquí… Xia es una niña bastante terca y de mal carácter, nadie quiere una mujer así y desde luego nadie ha mostrado interés en ella, al contrario que con Yu. Aunque éste no heredó los conocimientos de un hombre y no sirve ni para los estudios ni para los negocios, se estaba convirtiendo también en una pieza inútil. Así que por una vez, por repulsiva que me parezca, su condición podría servir de algo y podría buscarle un buen matrimonio. Desde luego que en todo lo que hemos viajado no le han faltado pretendientes pero ninguno lo suficiente bueno para él y tengo que asegurarme de que a quien decida entregárselo no me decepcione ni después venga otro mejor, ¿entiendes? Seamos fríos, Kei… Por mí, Yu sería todo tuyo mientras él te lo permitiese, podrías llevarlo contigo y así no habría ninguna distancia que te impida estar con él. Se te ve alguien inteligente, con mente de negocios y de buena familia… alguien en quien podría confiar en un principio. Pero entiende que aunque te lo entregue no es algo seguro, lo vuestro podría acabar. Conozco a mi hijo y sé lo caprichoso, egoísta y pesado que puede llegar a ser. Y mientras estuvo contigo yo he podido haber rechazado grandes ofertas y si lo vuestro saliese mal, las habría desperdiciado y no voy a permitir bajo ningún concepto que eso ocurra… Por eso estoy dispuesto a llegar a un acuerdo contigo. Tú quieres a Yu y yo quiero la seguridad. Ya que eres menor ahora todo esto se sostiene por débiles palabras y no puede haber ningún tipo de acuerdo escrito hasta que tú no cumplas la mayoría de edad y puedas firmar en tu nombre. Mi única condición es que si de verdad quieras a Yu será tuyo para siempre y no podrás renunciar a él. Si no crees estar seguro de que tu interés en él dure tanto, entonces mejor renuncia a él si no quieres arrepentirte de haberme hecho perder el tiempo…

Asentí con un seco gesto.

-Por supuesto, lo entiendo.-conformé un mohín leve mientras susurraba lo siguiente como si hablase más conmigo mismo y no fuese mi intención que lo oyese.- Otros pretendientes...- volví a elevar la voz, como si volviese repentinamente en mí.- Entiendo -repetí.- que es difícil traspasar la propiedad -personalmente odiaba la palabra "propiedad" aplicada a una paersona, pero la situación parecía requerirlo.- de un hijo a otra persona, más si conoces a la persona en cuestión de poco tiempo. Por desgracia las vacaciones son cortas y dudo basten para satisfacer la necesidad de largas charlas para conocernos y tomar confianza.-no lo lamentaba en absoluto...- De manera que solo puedo darle mi palabra de es a Yu a quien quiero, que Yu me quiere a mí y que esa circunstancia no tiene apariencia de ir a cambiar. No obstante, tal vez cuando al final de curso vuelva a visitarlos con esta misma convicción y puede que algo más -hice referencia a un posible proyecto de matrimonio tras el instituto.- quede convencido de que voy en serio con su hijo. Si esto no le satisface, le prometeré aquí y ahora que Yu será siempre mi único acompañante y no renunciaré a él. No tema esa posibilidad.

Dejada clara mi respuesta esperé su aceptación, o puede que la petición de que, efectivamente, lo jurase, que no sería tan raro. Tal vez quisiese añadir algo. No me había gustado que insinuase que podía arrepentirme de haberle hecho perder el tiempo, pero en el fondo me hizo gracia: ¿se creía capaz de algo en mi contra? Ridículo.

Una orgullosa sonrisa delineó sus arrugados labios. - No sabes lo que me alegra oír eso - abandonó su actitud atacante - no hay nada más grandioso que cuando dos personas logran entenderse. Aunque también me temo que no podré dedicar mucho más tiempo a debatir sobre este asunto por lo ocupado que me tiene el trabajo, así que, ¿qué tal si damos ya tomada la confianza? Así yo podré confiarte mi bien más preciado si tú prometes hacerte cargo de él y a final de curso estaremos encantados de volver a recibir tu visita - realmente el punto de que sería su único acompañante poco le importaba, aunque no era algo que fuese a decir, pero las compañía que ese joven se buscase no eran de su incumbencia siempre y cuando su relación con Yu no se marchitase por otras compañías.

-Bien, me alegra también a mí escucharle.-sonreí más sinceramente de lo que lo había hecho en toda la sesión. Más que nada por alivio, ya estaba todo solucionado.- Lástima no poder compartir más conversaciones como ésta con usted, tenía un especial interés en debatir sobre la teoría de ese libro sobre la expresión facial. Obviamente, le prometo solemnemente hacerme cargo de Yu y cuando termine el curso volveremos a hablar del tema en un rato que tengamos libre.- esa frase llevaba escrito "no me puede usted llamar si yo no estoy de acuerdo", quisiera él o no, yo tenía más rango.- Supongo que con ésto se termina la reunión, no quiero molestarle más en su trabajo pues por mi padre sé que es contraproducente la presencia de otra persona en la misma sala durante su duración.-descrucé las piernas.

Liang se enderezó de nuevo de su asiento para despedir a Kei formalmente, dando su trato por cerrado con una breve sacudida de manos. - Bien, entonces puedes llevarte a Yu contigo, puedes quedarte aquí el tiempo que quieras y espero que no te defraude, ya oficialmente es todo tuyo…

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Escuchó una ligera sacudida en la puerta paralela a la cocina, la que daba al despacho de su marido. Curiosa asomó su mirada encontrando a aquel joven del que le habían hablado ya la noche anterior. Se acercó hasta el marco de la puerta con una coqueta y sincera sonrisa.

- Tú debes de ser Kei, ¿verdad? - preguntó la voz suave de una mujer de aspecto joven y facciones delicadas - un gusto conocerte, me han hablado ya de ti. Yo soy Lixue, la madre de Yu - hizo una cordial y perfecta reverencia como si hubiese nacido para los buenos modales haciendo naturales sus movimientos - debéis de estar hambrientos ahí arriba… - pronunció con un deje de tristeza - tomad, que aún sois jóvenes y tenéis que alimentaros bien - le ofreció el plato con los últimos Dim Sum que quedaban.

Me di la vuelta hacia el lugar de donde procedía la voz. El aspecto dulce de la mujer concordaba perfectamente con su voz y lo cierto es que, dentro de mis reservas habituales, me agradó intantáneamente. Le correspondí la sonrisa con otra igualmente amable por mi parte. Era difícil que nadie me saludase por primera vez con dulzura, y suponía un agradable cambio. Sentí que no necesitaría intentar impresionarla como al padre, pero recordando la escasa información que poseía de ella, no retiré del todo mis reservas. Aún así le hablé con tono idéticamente dulce.

-Sí, soy Kei, estoy de visita estos días. Es un placer verla, no sabía que estaba.-amplié un poco la sonrisa.- Lo cierto es que cenamos poco, así que muchas gracias.-tomé el plato tranquilamente.- ¿Ha dormido bien usted?- todo el tiempo hablé en chino, en un intento de ser agradable. Cosa rara en mí ya que no solía importarme la impresión que causase en los demás.

Me precipité escaleras abajo mientras oía desde arriba la voz de Kei y buscaba curioso entre los huecos de la baranda con quién estaba hablando, esperando que ya hubiese acabado con mi padre. Bajé más sigilosamente para alcanzar oír algunas palabras que se intercambiaban y adivinando por la voz, que debería de tratarse de mi madre que parecía animada. Pero aún así prefería no arriesgarme y llegue a la planta baja procurando no llamar mucho la atención y sin mirarla directamente.

Me acerqué hasta a Kei intentando que él me tapase de la visión de mi madre disimuladamente y le acerqué, apenas logrando rozarle, algo de abrigo que había encontrado en su equipaje. - ¿Vamos a dar una vuelta? - le pregunté suavemente intentando con eso que así me siguiese, ya que sin decir una palabra más, me acerqué hasta la puerta a pocos pasos saliendo a esperarle fuera.

No quería que notase la actitud cortante con mi madre, más bien porque actué como si no la hubiese visto pero ya se lo había comentado levemente, para ella no era bueno verme, ni para ella ni para mí. Aún así, si todo salía bien, acabaría entendiendo el porqué muy pronto. Sé que era arriesgarse demasiado pero él tenía que ver que no era el único en el que se encontraba en la situación de ocultar algo por el temor y la seguridad de que sacarlo a la luz, harán cambiar las cosas. Y quizás eso, si aún después de todo su reacción resulta ser la gran excepción, quizás, él también se atreva a confiar en mí y que no tema que pueda llegar a distanciarme de él porque jamás sería así.

La conservación se vio interrumpida por Yu quien pasó trayendo mi cazadora marrón y llamándome disimuladamente a seguirle.

-Disculpe, parece que hay prisa.-incliné la cabeza ligeramente en despedida.- Espero poder verla luego, me llevo los Dim Sum. Muchas gracias.- tras una última inclinación de cabeza cogí los Dim Sum en las manos y seguí a Yu al exterior.

Yu me esperaba por lo que no tuve que correr como otras veces. Le tendí el bollo.

-Me los ha dado tu madre, ha sido muy amable y dulce. Te ha mencionado también.-di un bocado, tenía hambre.- Bueno, ¿quieres el informe sobre la reunión extracurricular?- caminé a su lado calmadamente, dejándome guiar.

Cerré la puerta en cuanto salió Kei, aliviado de salir un rato de esa casa. Miré un poco a los lados ya en la calle mientras le escuchaba, intentando recordar el camino, aunque nunca había ido si que recordaba haberlo visto de pasada, además la casa quedaba un poco a las afueras así que no estaba muy lejos y con un rato andando, sino me perdía, podríamos llegar fácilmente.

- ¿Mencionarme? - pregunté un poco ausente sin estar muy pendiente de él ni mirarle mientras le hacía un gesto con la mano de que me siguiese por una de las calles - no sé por qué eso se me hace bastante raro, pero en fin, si tú lo dices… Pero sí, es buena - afirmé simplemente sin entrar en detallas cogiendo después de un rato mi trozo de desayuno y pegarle un bocado. Justo ahora me daba cuenta de que mi estómago rugía y con razón, si justo esta mañana había vuelto a echar todo y apenas seguía sin entrarme nada, pero no es algo que no se vaya a pasar así que no habría de qué preocuparse.

- Claro, cuéntame - dije con voz fingidamente segura tras tragar un trozo, pero que por dentro una parte de mí no quería ni escuchar nada de lo que fuera a decirme, estaba intentando hacerme demasiado el fuerte y empezaba a flaquear. Demasiadas cosas en una mañana, temía llegar a estallar pero no podía posponer las cosas hasta que a mi me diese el antojo.

-Mmm...-le miré, intentando descifrar su expresión neutra. Tras un par de minutos en silencio para probar si se daba cuenta y comprobando que no, pasé mi mano por delante de sus ojos.- Eh, Yu, ¿me estás escuchando? ¿Estás bien?-tragué de una vez lo que me quedaba de Dim Sum y reduje el paso.

- Sí, sí, te estoy escuchando - volteé al fin a verle para que no sintiese que le estaba ignorando, aunque por un momento me había ido más a mi mundo que a este. - Estoy bien, es solo que… - no encontré las palabras para explicarlo ni un orden adecuado - ¿recuerdas que te mencioné que tenía un hermano que hacía tres años que no lo veía? Pues he decidido hacerle una visita... que le hagamos una visita - rectifiqué - e intento recordar por donde era, no quedaba muy lejos de aquí... Por eso perdona si no te presto demasiada atención, es que no estoy muy seguro de lo que ahora voy a hacer... No es por mi hermano, es por ti, por eso quiero hablar antes algo contigo. Pero primero cuéntame cómo fue, puedes hablarme mientras, te escucho, ¿o es que son malas noticias? - ya me hacía ponerme en lo peor.

- ... Entiendo.-asentí. Algo en su expresión hacía sospechar de algo más. Esperaría para saber el qué.- No, en absoluto.-sonreí animadamente.- El señor me ha llamado a su despacho, en el que guarda una gran cantidad de libros... algunos bastante interesantes.-me retraje un momento pensando en un par de títulos especialmente bueno.- Me invitó a fumar, me medio amenazó sobre la posibilidad de estar haciéndole perder el tiempo...-volví en mí enumerando los hechos.- Y tras todo ello nos dio su bendición de buen samaritano y me encargó a su hijo Yu para tenerlo de esclavo el resto de su vida.-resumí intentando relajarle ante su aparente inquietud.- Así que ya sabes, sé un buen esposo y cuídame mucho.

- Supongo que eso es bueno... - aunque la idea de ser el esclavo de alguien no era muy llamativa - ¿y aceptaste fumar? Al menos me lo habrás traído para mí, ¿verdad? - pregunté inocentemente observando que iba a pasar al lado de una papelera y atento a que no se diese cuenta, tiré el resto de la comida que era casi la mitad. Si comía ahora demasiado volvería a vomitarlo y Kei se volvería a molestar.

- Si yo ya te cuido mucho - puse voz melosa - pero dime cómo ser mejor esposo, haré todo lo que me pidas... todito, todito. Pero tú también tendrás que consentirme... o me iré con otros o a por tabaco - le amenacé más animado.

Por un momento me tentó la oportunidad de contestar mal, como irremediablemente me inclinaba mi odio hacia el tabaco y a veces incluso las bromas respecto a él. Por suerte me relajó un poco ver que el objetivo estaba cumplido y Yu parecía haberse relajado un poco.

-Créeme y perdóname, pero prefiero molestar a tu padre que acercarme un cigarro a los labios.-afirmé. Miré sus manos vacías con disgusto y entrecerré los ojos cansadamente mientras mantenía las cejas arqueadas.- Ahh... -suspiré, decepcionadamente. Bonita mañana de un bonito día... de perros. Ya estaba muy cansado... La noche en vela, las discusiones y presiones a principios de mañana, una cena ligera (por no decir casi nula) y un único Dim Sum de desayuno... Sumémosle las escenas que cruzaban mi cabeza entre despertar y despertar. Mi hermano estaría ahora en la escuela, y muy enfadado. Solo esperaba que no consiguiese otras vacaciones pronto. Si pudiese elegir preferiría meterme a mi habitación a solas para descansar un poco de la compañía, me cansaban estas vacaciones en que no tenía apenas tiempo para estar solo. Chasqueé la lengua, mirando al frente, joder... Además...- ¿Sabes?-comenté de pronto como quien no viene al caso.- Pronto seré un año mayor que tú, cumplo diecisiete en enero.-en realidad no era importante, no es como si alguno de mis cumpleaños hubiera sido un día feliz, ni como si mi padre no lo lamentase cada vez que llegaba, ni como si mi... madre se acordase.

- Lo sé... ¿puedo preguntarte por qué no puedes soportarlo? ¿Es sólo el olor? Aunque sea el olor, he conocido a gente que tampoco le gusta pero no suelen ser tan radicales. Bueno, no importa... de todas formas ya hemos acabado aquí así que podemos irnos de este sitio cuando queramos y ya no tendrás que soportarle y yo cumpliré una de las mayores mentiras del mundo: en año nuevo dejo el tabaco - comenté un poco de broma, ahora el de humor raro parecía él, para luego volver a tomar un poco de seriedad en el asunto

- Ahora en serio... he estado pensándolo mucho y esta noche he decidido que ya no quiero que me des ninguno, tíralos. No valen la pena, sólo provocan que discutamos, así que prefiero dejarlos antes que volver a pelearme contigo y perderte a ti - aún cuando nunca tuve en cuenta mi salud, me di cuenta de que él era más importante que mi propia vida.

- Sí, lo sé - le respondí como si fuese algo normal que lo supiese, hasta que caí que él nunca me lo había dicho y me di cuenta de mi error - es que... tenía curiosidad por saber cuando era tu cumpleaños, así que registré tu cartera... - expliqué bajito intentando que no se enfadase - entiende que es el deber de un amigo saber eso, pero te juro que no vi nada, ni estaba buscando cosas raras, ni tampoco miro tu móvil, ni te estoy espiando o controlando...

Consideré que sería contraproducente admitir que ya los habia tirado esta noche, al no soportar más llevar eso encima (aunque estuviese aislado en el paquete) y menos tras la discusión. Así que mejor no decir nada, aunque no me avergonzase en lo absoluto prefería dejarlo así y no darle ninguna razón para darle más vueltas. De modo que solo contesté con un:

-Eso está bien.-con solo tres palabras lo resumí todo, no tenía el ánimo para halagos, pero dejé que mi voz trasluciese satisfacción. Eso mejoraba el horrible día, no demasiado, pero lo mejoraba. El caso era que se mantuviese firme en su decisión. Todo el rato había mantenido la vista al frente, observando las pequeñas nubes vaho que salían con cada palabra que pronunciaba. No dije nada respecto a que no fuera a perderme, ya no, prefería esquivar esos temas ahora que entendía mejor adónde llevaban los riesgos y que mi corazón estaba bien sellado a los excesos. Pero no pude evitar girar la cara lentamente hacia él con un ceja levantada al oír su respuesta.- ¿Decías?-pregunté como si hubiera escuchado mal.- Pequeño acosador, no habrás llegado a meterte en el papel de novio tan al fonfo como para volverte la enamorada desconfiada que espía las pertenencias de su novio, ¿verdad? - Porque claaro, es más facil robar una cartera que preguntar directamente. De todas formas mi voz tenía un ligero timbre de diversión y regocijo por la situación en que se había metido él solito al escapársele. Solo un pequeño detalle me preocupaba.- ¿Y el móvil? Espera, ¿eso cuándo fue?- dije con un convincente tono de incredulidad, en realidad una parte de mí se había tensado, había recibido un par de mensajes más de mi hermano, y prefería que no los leyese. Solo esperaba que cuando me miró las cosas fuese hace más de una semana.

No pude empezar a reír durante un buen rato por el nuevo título que me había ganado y por su sarcasmo - jaja yo no... espío las pertenencias de nadie - negué entre risas aún intentando calmarme - ni soy un acosador, ni una enamorada desconfiada... aunque de ti si que desconfío, no me fío ni un pelo de ti - volví a la normalidad, lanzándole una mirada que corroboraba lo que decía.

- Pero si te he dicho que le móvil no lo miré... - le observé durante unos segundos a los ojos... ¿había colado? - esta bieeen... Fue hoy después de ducharme, es que me estaba preguntando que como era año nuevo, ahora algún mes de este año tienes que cumplir los 17 así que me entró curiosidad por saber cuándo era y soy tan impaciente que no pude esperarme, así que miré en tu cartera el DNI y vi también el móvil a un lado, que por cierto, fue regalo mío así que tengo derecho a trastearlo, y quería ver que fotos tenías - exactamente para ver si tenía fotos suyas - por si me gustaba alguna y me las pasaba al mío - para poder tener alguna foto suya en los momentos en los que no estaba o pensaba en él...

Espera, eso no suena de obsesionado ¿verdad? Ni modo, nadie dijo que el amor no fuese loco - y me moría por saber si debajo de esa faceta de niño educado y centrado se encontraba uno que tiene fotos pornográficas en el móvil. Pero eres tan soso que no tienes ni una solo foto suya, es un desperdicio, debería darte vergüenza - le regañé propiciándole un ligero capón, casi una caricia. Ahora que lo pensaba, parecía que había dicho que quería ver si tenía fotos pornográficas de él, pero no creo que haya pensado eso ¿no? - así que me has obligado a decidir que a partir de ahora te echare fotos, muuuchas fotos... Empezando por ahora ¿sí? ¿sólo una? - volví a cambiar mi expresión a una tierna, mirándole con ojitos de niño bueno a punto de morir sino le daban ese caprichito.

Entonces solo había visto las fotos... Ahí solo tengo imágenes de paisajes.

- Bueno, supongo que si hubieras sido un acosador habrías mirado también los mensajes.- concedí asintiendo.- Espera, ¿qué? No, ni hablar, odio que me hagan fotos, nunca.-negué con la cabeza rotundamente.- Y después de media vida viendo flashes donde no deberían haberlos, estoy más que convencido. No me gustan las fotos.

- Claro que no, te he dicho que no soy un acosador... los mensajes los dejaré para cuando te eches novia - dolía decirlo sin pensarlo, así que preferí ni imaginarlo. - ¡Por favor! Una conmigo, quiero tener algún recuerdo... para cuando un día de estos me pongas de los nervios y en un descuido acabe matándote - o mejor dicho, que sea yo el que le ponga de los nervios y ese sea el motivo de que se quede en el sitio - y no pueda volver a verte y pasarán los años, olvidaré tu rostro y no podré quitarme la culpa en mi vida - mierda... a veces hablo sin pensar en lo que digo y cuando lo pienso me doy cuenta de lo que he dicho y esta vez era a mi a quien no le hacía gracia lo que yo mismo acababa de decir. Matar no era precisamente la palabra que más me gustaba oír, ni si era de mi propia boca. Curiosamente mis palabras me recordaron al sueño que tuve cuando conocí a Kei... y no me gustó recordarlo.

-... No me gustan las fotos...-repetí reticente.- Y hablas como si fuese a desaparecer de un momento a otro, hombre, no tengo ninguna intención. De hecho me encuentro mejor que por la mañana.- un bostezo le quitó algo de efecto a la frase.- Bueno, no puedo hacer nada contra el sueño, no dormí bien...-justifiqué.

- Entonces tendrás que disculparme porque puede que ahora vaya a empeorar de nuevo tu estado de ánimo... - habíamos llegado, sin haberme dado cuenta, a nuestro destino, las puertas del cementerio donde descansaban los recuerdos. Crucé la verja y a partir de ahí, no volví a verle. - Tan solo quería un pequeño recuerdo por si volvías a desparecer como todos. El problema es que cuando decimos que algo es para siempre, nos lo creemos; creemos que será la excepción... Pero por mucho que me empeñe en creer que no eres como el resto, realmente todos nos movemos bajo los mismos mecanismos y no puedo esperar de ti una respuesta diferente... Sabes lo que estamos buscando aquí, ¿verdad? - pregunté quitando de su ángulo visual mi mirada que buscaba indiferente y con discreción, leyendo cada uno de los nombres según nos adentrábamos más. Jamás había entrado aquí pero el que estuviesen ordenadas cronológicamente me ayudó hasta hallar las lápidas de hace tres años. Me paré en seco cerca de una de ellas cuando pude leer su nombre que hablaba por si solo. Wei Zhang.

Recorrí con los ojos los barrotes de hierro con su pintura negra desconchada y esa indescriptible sensación de vacío que provoca cruzarla. Tardé un momento en seguir a Yu al interior. Jamás visité un lugar así. Los cementerios son para que los vivos lloren a las personas que los abandonaron al pasar al otro mundo, pero yo no tenía nadie a quien llorar ni nunca lo había tenido.

Comprendí el significado de venir aquí mientras un frío seco recorriéndome de dentro a fuera, planeando después sobre la superficie de mi piel. Con expresión invariable seguí finalmente a Yu al campo santo. Escuché en silencio más consciente del peso de cada palabra. Asentí quedamente a la pregunta retórica.

El nombre se resaltaba por medio de un relieve en la estela funeraria. Una pequeña piedra entre otras miles que constituía pobremente un lugar al que ir a velar a un ser querido cuya vida se apagó tiempo atrás. Frío mármol como monumento al calor vital que un día desprendió un ser humano. Una fina capa de escarcha coronaba el redondeado borde a modo de manta de invierno.

Viendo al lado, pude ver a Yu, quien no despegaba la mirada de las estilizadas letras occidentales. Apenas había nieve sobre la hierba y allá donde se había derretido ahora quedaban fríos charcos de agua. Sin importarme fuí el primero en arrodillarme, junté las manos y dí dos sonoras palmadas para luego bajar la cabeza sobre mis manos aún en señal de rezo, mostrando un respeto que no reservaba a los vivos.

Permanecí en esa postura sin moverme, esperando reacción en ese rostro de facciones congeladas como el clima. Yu quiso a su hermano. Yu quiso mucho a su hermano, todas sus emociones lo delataban. Conocía la importancia de éste lugar y esperaba sin prisa la historia que guardaba.

Mi expresión era solemne, de ojos perdidos en señal de lamento por alguien a quien no conocí y siendo sinceros habría evitado conocer. Es extraño, que a uno le resulte más facil acercarse a alguien que ni siquiera está. Tal vez simplemente yo soy extraño.

-Mi nombre es Kei, es un honor.-no sabía si la persona a quien iban dirigidas mis palabras hablaba japonés, aunque lo sospechaba, por lo que me presenté en chino.

No reprimí el leve amago de una sonrisa torcida que hizo su aparición por breves segundos pero que la realidad de la situación la aplacaba. Me arrodillé también a su lado haciéndole compañía buscando las fuerzas perdidas para hablar. - Siento no haber venido antes... - fue lo único que pude decir con voz dura y forzada por el tabique que se me había formado en la boca de la garganta - espero que aún me recuerdes, aunque seguro que te sería imposible olvidarme... Debes odiarme - mi voz tambaleó un poco más ante la última frase.

- Al menos quería despedirme, ya que no tuve la oportunidad de hacerlo... Siento haber provocado todo esto, pero quiero que sepas que te quiero de verdad, moriría por ti, desearía ser yo quien estuviese en tu lugar, soy yo quien lo merece, no tú... - me detuve un momento volviendo la vista a mi bolsillo, donde rebusqué hasta sacar de él un colgante con dos alas de ángel, su viejo amuleto, el cual olvidó en casa la noche de su muerte, aquel que le protegía.

Lo enganché sobre su lápida para que no volviera a perderse. - Ahora ya puedes descansar en paz... - recuerdo que cuando algo malo me ocurría o sería un día importante, él me enganchaba su colgante al cuello a la vez que depositaba un cálido beso sobre mi frente. - Gracias - dejé caer mis manos, inclinándome hasta que mi frente tocó el frío suelo ante los recuerdos, buscando encontrar su calor. Cerré los ojos mientras las lágrimas buscaban un hueco por el que escaparse y calentar un poco la tierra bajo nuestros pies y sintiese mi arrepentimiento.

Pasados unos minutos en silencio, me incorporé después de hallar un poco de paz en mi ausentada mente y sin apartar la vista de las mismas alas que permanecían tatuadas a mi espalda, di comienzo al relato por el que estábamos aquí. - Cuando vine a este mundo fue por un único porqué... Mi hermano sufría de cáncer de médula con ocho años y no había ningún donante con igual HLA por lo que las posibilidades de que muriese eran casi absolutas. A menos que... se realizase un trasplante alogénico de hermano de HLA idéntico, pero Wei aún era hijo único y no necesariamente un hermano sería capaz de salvarle la vida. Aún así mi madre se negaba a perder a su hijo e intentaría todo por pequeña posibilidad que sea, aún rezándoles todos los días a los dioses....

- Por eso nací, para devolverle la vida a mi hermano. Le salvé, para ellos yo era un milagro, una bendición de los salvadores pero como cada portento, siempre tiene una desdicha... Mientras yo era un ángel de ojos claros, mi hermana era tan solo una boca más que alimentar y con los años la consumió la envidia de ser yo el que recibiese todos los presentes y el cariño. Sólo mi hermano era el único que la defendía intentándola hacer sentir importante pero aún así seguía odiándome sin yo hacer nada y cada vez nuestra relación empeoraba, por mucho que mi hermano intentase aplacar nuestros continuos ataques.

- Estaba en una época rebelde en la que todo lo quería y todo me molestaba sin tener un motivo justificado y el caos llegó cuando mi padre dijo que nos mudaríamos a Japón... Ni siquiera él dio motivos de por qué tenía que abandonar mi hogar donde tenía a mis amigos y como cualquier niño consentido de mi edad, se negó a mover ni un pie y cada día que pasaba que veía mis esfuerzos inútiles y como ignoraban mis berrinches me cabreaba aún más. Cuando llegamos aquí no quería que me hablase ni mi hermano, quien no tenía la culpa de nada... los demonios me carcomían por dentro, los odiaba por lo que me estaba haciendo y permitían verme como sufría... Así que, ni pasada una semana, me escapé de casa... Cuando se enteró mi hermano, no lo permitió, no dejaría que hiciese tal acto de rebeldía y aún menos poniéndome en peligro... Temía que algo malo me pasase estando solo, tan solo era un crío y de hecho no duré mucho ahí fuera.

- A los días tuve que volver a casa y me esperaba la peor bienvenida de toda mi vida. Mi hermano había muerto en un accidente de coche por mi culpa y desde entonces me odian. Al ángel se le habían caído las alas y ahora estaba revelando su auténtica identidad... por consiguiente, perdí todos mis privilegios y mientras mi hermana disfrutaba más que nunca de verme al fin hundido en su misma mierda. Mi padre no paraba de gritarme que le había arrebatado su único heredero, por primera vez en la vida, me golpeaba y mi madre no paraba de llorar de ver todo lo que estaba pasando... Estuve durante días encerrado en mi habitación sin salir ni para comer, tenía miedo de bajar y solo vino mi hermana a desearme una feliz estancia en mi nueva vida. Y ahí no pude aguantarlo más, era mi hermano quien acababa de morir, había perdido a lo más importante en mi vida y encima yo tenía la culpa de todo, yo le asesiné... - dejé que él fuese quien enjuiciase el resto, afrontando una respuesta a la que ya era inmune.

Sus palabras se colaron una a una, cada sílaba más dificultosa que la anterior antes de lanzarse una tras otra en desordenado tropel. Entre el sepulcral (nunca mejor dicho) silencio reinante, ni siquiera soplaba un viento que envolviese en algodón las crudas palabras, y fueron resonando empapadas en la angustia, reberberando sin impedimento entre las tumbas.

Y en medio de ello, el colgante se balanceaba por inercia de un lado a otro tristemente, testigo del desasosiego de quien lo llevó consigo tanto tiempo. La sencillez del colgante aproximó mi opinión concebida cobre su hermano.

-Qué alivio, ¿no es así?

Sin darme la vuelta hacia Yu, en su lugar seguí hablando a través de la tumba a esa persona desconocida. Hablé sin prisas, como en una charla común, como si su hermano estuviese sentado a una mesa bebiendo cacao en este día tan frío.

-Supongo que estarías muy preocupado, con este hermano pequeño que tan fácilmente se mete en líos. Ya ves, incluso se ha empecinado en meterse en mi vida, otro lío más que añadirle a la colección. Pero aquí lo tienes, sano y salvo, qué bien, ¿no crees? Ha debido provocarte más de un ataque de nervios, si volvía a casa, si no... Además, siendo un hermano tan tonto. Mira que creerse el culpable, ¿no piensas que se merece un buen coscorrón por ello? Aunque yo mejor se lo daría a vuestro padre, que no te ofendas pero es un bicho de lo más molesto.-deshice la incómoda postura y me senté con las piernas cruzadas en el suelo, de nuevo como si estuviésemos charlando cómodamente y yo escuchase cada poco sus respuestas.- Y pensar que probablemente no fuese más que un accidente de un pobre hombre borracho que conduciese en dirección opuesta... Es muy triste. De todas formas ya puedes descansar tranquilo, yo cuidaré de esta tarambana. Este que tan tontamente espera a mi lado que lo juzque o que le llame asesino, creyéndose preparado sin tener idea. Nunca se está preparado para ello, pero no siempre es necesario estarlo. A partir de ahora me ocuparé de enfriarle las ideas que ni este invierno tan frío parece haber logrado despejar. Sí... -concedí como si me hubiese puesto una pega.- Lo sé, sí, sí... Vale, sé que de momento lo tengo un poco crudo, pero démosle tiempo al tiempo. Ya crecerá, y yo también. Desde luego no niego que le viniese bien una lección de humildad, pero la suerte se ha pasado mucho con él.- volví a hacer la pausa como si me comentase algo.- No, no creo en el destino, como mucho la suerte... Pues eso es estúpido, él no está atado a nada, ni tampoco yo, haremos lo que nos plazca, y que se aguante el que sea que está ahí arriba. El caso es que va creciendo pero le falta mucho. Pronto yo ya seré mayor y no tendré problemas, así que los líos que ahora puedo causarle desaparecerán, ya verás.- en esta conversación conmigo mismo no pude evitar introducir un mensaje también para mí mismo, induciéndome a soportar lo que sabía que me esperaba en mi casa, al menos hasta poder largarme de allí.- Ya ves, ya ves, te prometo que esta vez no tardará tanto, y te lo prometerá él también cuando salga del shock de no verme salir corriendo llamándole asesino. Te prometemos venir a verte más a menudo, para que no te aburras.

Aún en esa postura volví a chasquear mis manos la una contra la otra en señal de fin de la charla. Luego levanté la mirada a Yu, al fin tras tanto rato sin mirarle. Sonreí sin pizca de desagrado, tal vez con algo de melancolía, pero dulce considerando mi forma de ser. Al fin la espina que no me dejaba tranquilo se había aclarado, y las primeras palabras de mi soliloquio reflejaban precisamente el alivio por entenderlo todo además del mensaje obvio.

-Hemos terminado de hablar.

Dije con simplicidad, y dejé mi regazo descubierto presintiendo algo que normalmente evitaría a toda costa. Aunque su respuesta inmediata fuera una sorpresa, tenía muy claro a dónde pretendía yo dirigir el final de este capítulo.