Casa de Yu Zhang (Yu)

-Me temo que no te sigo.-le negué, a pesar de haber entendido con exactitud a qué se refería.- Y me temo que tú a mí tampoco.

Lo único que me impidió suspirar de alivio cuando apareció Yu fue la necesidad de parecer educado. No volteé a verle, sino que directamente le solicité a Xia la oportunidad de entrar al lavabo.

-¿Me permites...?-de vuelta al inglés.

Observé atónito como le hacía paso para que entrase al baño sin poder creer que aún no hubiese entrado… ¿Es que todo este rato estuvo molestándole? Aprovechando que ahora no nos veía, le dirigí una mirada cargada de rencor que ella me devolvió con la misma carga de aborrecimiento - no te acerques a lo que es mío… - le advertí en un susurro que sonó tan antipático como pude, esta vez el comentario no fue fingido ni para aparentar que estuviésemos juntos, esta vez no permitiría que ella me lo arrebatase.

- Que sea tu novio no significa que sea tuyo, porque eso puede cambiar fácilmente… Y yo no me acerco, son ellos lo que lo hacen. No me eches la culpa a mí de que no sepas mantener a alguien contigo… - contestó con expresión cruda mientras desaparecía por fin del pasillo para encerrarse en su habitación. No la detuve ya que no me apetecía lidiar con ella sabiendo que en estos temas podríamos pasar a otros niveles en los que mi padre podría intervenir y eso sería perjudicial.

A los pocos segundos de haberme quedado de nuevo yo solo, decidí entrar yo también en el mío para esperar allí a Kei. Tomé asiento en la silla mientras pensaba alguna excusa que ponerle de por qué no le había hablado de ella y luego saber qué hacía hablando con ella.

Salí del baño unos minutos más tarde preguntándome si debería saltarme mi personal principio de no hacer preguntas... Supongo que dejaría que Yu hablase si quería, y si no lo hacía, ya se vería lo que hacer.

Entré de vuelta a la habitación cerrándola tras de mí y me di la vuelta para mirar a Yu. Caminé de vuelta a sentarme en la camay me quedé mirándole desde esa posición.

-Bueno...-callé tras decir la palabra en tono ameno, como quien espera que el otro comience a contarle sus aficiones. Le preguntaba indirectamente así por su hermana, pero dejándole la opción de hablarme de otro tema. En realidad no importaba tanto, simplemente era una cría bastante desagradable, pero fácilmente ignorable. Lo que realmente me había echo sentir un cierto pinchazo de molestia era no entender el por qué de omitir un detalle que no hacía nada malo, más que desconcertarme y causarme un lío al no saber a lo que me enfrentaba cuando la había visto, y también en el futuro.

Entonces me dí cuenta más que nunca del gran abismo entre la información que le permití ver de mí, y la que él me permitía ver de él. Porque era consciente que ese detalle no era el único que me quedaba ajeno, y por primera vez me molestó. Por primera vez me interesaban temas ajenos y sentía el deseo de saber. Hasta ahora nunca había preguntado, no simplemente porque no lo encontraba correcto, sino porque, en realidad, nunca había estado interesado en saber respecto a nadie.

Fijé rápidamente mi vista en el pomo que estaba siendo girado, para después removerme nervioso en mi sitio cuando le vi entrando por la entrada. Tragué de golpe cuando cerró la puerta a sus espaldas y volteó a verme, volviendo a imponerme su presencia. Ni aún cuando tomó asiento de nueva cuenta dejó de mirarme y yo, como no, intentaba huir su mirada por no ser capaz de sostenerla, ya que me sentía culpable y él merecía explicaciones que no sabía cómo dárselas.

Me esforcé en encontrar un modo en el que empezar y quebrantar este agobiante silencio pero por primera vez, no tenía palabras. Sin poder aguantar más en la misma posición y sabiendo que no despegaba la vista de mí, me levanté de la silla para dirigirme a la ventana, aunque todo lo hacía tranquilamente para que no pudiese notar mi inquietud.

Eché un vistazo a través de ella donde la noche ya cubría el cielo y empezaban a verse las primeras estrellas. Dejé llevar mis pensamientos por la brisa refrescante de invierno y el sonido de los perros ladrar a lo lejos acompañado de algún motor que corría veloz a través de las desoladas calles de toda la manzana.

Cerré fuertemente los ojos para despejarme al darme cuenta de que poco a poco su propio peso los vencía mientras contemplaban el paisaje y un bostezo se escapaba de mis labios. Dispuesto a dejar entrar un poco de esa tranquilidad que se respiraba en las calles, cerré las ventanas para guardar dentro tan solo el calor y la intimidad de la estancia.

Me acerqué ya más relajado a la cabecera de la cama con pasos lentos, justo el extremo contrario a donde estaba sentado Kei, para coger las prendas que había dejado ahí apartadas. Separé en mis manos la suya de la mía y le ofrecí su pijama con el brazo tendido hacia él, esperando a que las tomase.

Seguramente llevaba esperando un buen rato por una respuesta o que dijese algo y se habría extrañado que le esquivase su iniciativa para empezar una conversación. Así que no estando seguro si era demasiado tarde, inicié a hablar. - Ella era mi hermana gemela - la presenté con total tranquilidad mientras me quitaba la camisa para cambiarme, intentando no dar a notar que el tema me inquietaba, tratándolo con toda normalidad como si nunca hubiese tenido la intención de ocultárselo. Claro que era todo lo contrario y él seguramente ya se hubiese dado cuenta de quién era ella, incluso por sí solo no era algo demasiado difícil de descifrar.

Esperaba que no preguntase el porqué nunca antes la habría mencionado o le hubiese informado de que tan solo tenía un hermano. Aunque en parte sabía que le habría desconcertado encontrarse con algo no esperado y en cambio, no había visto ningún hermano del que le mencioné. Y esa parte deseaba que me preguntase, que no se conformase con creer que lo había olvidado, que simplemente ansiara conocerme…

Observé sus movimientos con la paciencia que he ejercitado la totalidad de mi vida. Mi mirada resiguió cada gesto, registrando sus esfuerzos por atrasar la convesación y tomando nota del sutil gesto en que evidenciaba que el vuelo le había agotado a pesar de la corta siesta durante el mismo. Agradecía su ocurrencia de cerrar la ventana, ya que eso cortaba el ruido exterior tan molesto.

Cuando me tendió el pijama lo cogí sin una palabra y lo apoyé en mis piernas recogidas sobre la cama dejando los playeros en el suelo durante el proceso. Volví a quedarme tan inmóvil como una estatua, sin quitarle los ojos de encima. No era realmente mi intención hacerle sentir incómodo, simplemente mi mirada solo tiene dos ajustes, mirar sin interés o una profunda.

Ni siquiera la aparté cuando comenzó a desvestirse, siendo un detalle insignificante comparado con la confiable pero crujiente atmósfera. No me engañó su tono aparentemente tranquilo, el ambiente y su reticencia en hablar le desmentían.

-Eso me había dicho ella.-confirmé.- Creí que solo tenías un hermano.-no pude contenerme, a pesar de mis esfuerzos por no presionar, quería saber. Para aligerar el posible efecto de acusación añadí un detalle.- Igual que yo, tengo un hermano mayor.-solo esperé que no utilizase mi comentario para salirse por la tangente por dos razones: Uno, no queria desviarme del tema, quería saber; y dos, no era un tema que me resultase agradable de comentar.

Negué lentamente con la cabeza una vez me había colocado la parte de arriba del pijama aprovechando para tomar una posición más cómoda en la que poder hablar. Sentándome a lo indio a un lado suya aunque no especialmente cerca, lo suficiente para que ambos tuviésemos nuestro espacio personal. - No solo él, también tengo una hermana… Pero es normal que creyeses eso porque siempre miento… y digo que solo tengo uno - aclaré que no sólo fue con él, pues si tenía ocasión, prefería que nadie supiese de su existencia y con Kei, aún con más razón.

- Lo siento - me disculpé apenado renunciando a la farsa de que el tema me era indiferente y dejando ver como las palabras se me trababan y no sabía ponerles orden en cómo ni qué decir. Miraba hacia mis manos apoyadas en mis rodillas para no tener que verle directamente a la cara, mientras jugaba con las mangas de la camiseta entre mis dedos.

- Sé que debía de habértelo dicho porque puede ser importante y aún con más razón cuando yo mismo sabía que podía suponernos una dificultad - empecé a hablar cada vez más rápido y alzando más la voz pues hasta ahora sólo hablaba en susurros, aunque era debido a que empezaba a agobiarme, sentirme mal por mentirle - y lo intenté indirectas pero no me atrevía, me asustaba que viniese porque la verías - “y podrías irte de mi lado cada vez más” - te dije que había cosas que no te había comentado, que estabas entrando en mi vida e incluso lamenté… no ser mujer - empezaba a perder el hilo de la conversación y dejé de razonar las cosas para ir diciéndolas según pasaban por mi cabeza sin saber si me estaba desviando o no o empezaba a meterme en campos peligrosos - pero es que nunca nadie entenderá porque no quiero que sepan de su existencia, precisamente que sea mi gemela es el problema y nadie podrá saber como me siento… nadie… - y saberme incomprendido me hacía sentir solo, porque sabía que era difícil para alguien que no vive mi situación comprenderla.

Vi como la mascara comenzaba a deformarse y perder consistencia sobre su rostro, dejando ver detrás sus temores, ya antes notables aunque él mismo probablemente no supiese, en los gestos inconscientes como los movimientos de las manos, el girar muy rápido de los ojos o las piernas tensas a pesar de que la postura tendría que ser relajada.

-Sí, me lo dijiste, y yo dejé claro que esperaría el momento. Lo he hecho.-repuse calmadamente.- No veo la diferencia entre antes de verla y ahora, salvo la molestia porque me lo dejarás como imprevisto. Y ven aquí que no muerdo.-se veía a las claras que el chico necesitaba calidez humana, esa que yo mismo había suplicado tanto tiempo sin recibirla hasta rechazarla simplemente por cogerle manía. Miraba de reojo y se removía inquieto, no estaba cómodo a distancia. Le cogí del codo tirando muy ligeramente, porque siempre podía preferir seguir incómodo antes que enfrentarse a demasiada cercanía. De todas formas creo que era más porque él sabía que a mí no me gustaba el contacto, y así era por norma general, pero ante él ya me había saltado esa norma no escrita otras veces.- ¿Temes que os vean como dos versiones de la misma persona?-pregunté muy quedito, confidente, creyendo entender sus motivos. Pasé mi mano por su cabeza superficialmente en una caricia de apoyo tan típica en series de televisión, dejándo mi brazo rodearle ligeramente en el gesto.

Agradecí internamente que hubiese puesto fin a la distancia que me hacía sentir frío y lejano, a diferencia de cómo era estar a su lado y que él mismo me llamase significó para mí que salió de su corazón y no por compromiso ya que no di verdaderas intenciones de que quería estar más cerca de él. Para completar la calidez que sentía dentro, pasó su mano sobre mi cabeza, moviéndola inconscientemente en busca de más contacto cual felino y entonces, de nuevo volvía a recordar cómo es que poco a poco conseguía embobarme hasta sentirme morir por sus caricias.

Esta vez asentí, dándole a conocer mis miedos aunque él mismo parecía ser capaz de verlos y eso me producía cierto vértigo y encanto a la vez. - Y no solo eso… - inicié alzando un poco mi rostro hacia él para mirarle por fin más claramente a los ojos, aunque a los segundos de hacerlo volvía a bajarle la mirada inevitablemente en varios intentos - si nos ven como dos versiones… podrían para elegir a la carta si la desean en masculino o femenino - de ahí a mi anterior comentario con el que bromeé - y sé que la preferirán a ella porque es más sencillo que estar con otro chico. Es algo que la gente evita y si encima ven que existe un yo femenino… es como si encontrasen la solución a sus problemas. Me “tendrían”, pero sin los problemas que conlleva estar con un hombre - le expliqué con un poco más de valor aunque sin desaparecer ese pequeño deje de desconsuelo y esperando que pudiese entenderlo ya que intenté hacérselo ver de la mejor forma que pude para que entendiese cómo me sentía y ver un poco más allá de mí. Una parte que rara vez estamos dispuestos a mostrar como son los miedos y las preocupaciones.

- Siento como si ella pudiese conseguir más fácilmente lo que me mata por dentro y en cambio yo, no pueda estar con quien quiero… - me dejé ir demasiado de la lengua y eso me asustó, ya que no era tonto, por lo que tenía que dar alguna razón del porqué de mi último comentario antes de que él los sacase por sí mismo - ya una vez me arrebató a mi mejor amigo, del que seguramente, si hubiésemos seguido juntos, podría haber llegado a querer más que como amigo… - le confesé por primera vez un detalle de mi vida en Hong-Kong y sin estar demasiado seguro si esto mejoraba a que no me descubriese.

Vi con cierto cariño esos gestos que tan preocupantemente lindos se me hacían como ocultar la mirada, aún seguro de que no era conscientemente.

-No existe un tú femenino.-negué como si fuera totalmente absurdo, que lo era.- Es absolutamente ridículo. Solo he hablado con ella cinco minutos y ya me desagrada, es alguien realmente molesto.- torcí el gesto.- Realmente me da bastante igual si eres un chico o una chica, pero de una forma o de otra, serías tú. Y ella podría ser chico o chica y lo mismo.-no pensaba en decir nada lindo ni buscaba consolarle, simplemente era sincero y así sonaba mi voz.- Aunque... así, sabrás que esa persona te quiere por quién eres y no por tu aspecto.-seguí acariciándolo, visto el agrado que le provocaba.- Me compadezco del pobre que te traiccionó por ella y al que ella ya no debe ni mencionar.

Sonreí al volver a escuchar de sus labios que no importaba si era chico o no, no era hacerme ilusiones pero ya era un paso y cada vez que lo oía me sentía un poquito más cerca y creía en lo que decía con más esperanzas. Tan solo con las suficientes como para mantenerme alerta de cuando tenía que detenerme.

- Lo sé, pero es un temor a que la gente no lo vea así y es muy difícil que alguien no tome en cuenta el físico porque entonces si tienes un muy buen amigo, al que quieres tanto como a un hermano, siempre quieres estar con él y no separarte de su lado nunca… nada te impediría amarle, ¿no? - le miré por primera vez fijamente, tanto que parecía que se lo preguntaba realmente a él, por lo que cuando me hube dado cuenta, agaché la cabeza con un ligero rubor un tanto apenado por lo dicho. - Digamos no veo diferencia entre verle como un amigo o como algo más, a menos que no sea del sexo que te atraiga. Así que creo que precisamente esa es la cualidad física que más tenemos en cuenta la mayoría, ya que puede que tú no pero en mi caso sí… - creo que había acabado desviándome demasiado del tema y me estaba liando yo solo que hasta la cabeza empezaba dolerme aunque no sé si por eso o por el sueño. - Pero aún así, sé que aunque tengamos los mismos ojos, no somos iguales para nada, somos completamente dos polos opuestos.

- Aunque tampoco la culpes con ello… - agregué después de saber que no le había dado buena impresión, cosa que no me extrañaba y menos siendo Kei que ya de por sí era delicado con las personas - sé mejor que nadie lo molesta que es aunque a veces entiendo un poco sus motivos… Sólo a veces el porqué me odia, aunque otras no le encuentro la lógica a por que me culpa - me encogí de hombres conforme a la idea pues tampoco era ella un gran motivo para mis quebraderos de cabeza.- De todas formas nunca nos hemos llevado bien… - intenté resumir todo lo que quería decir con eso, eran demasiadas cosas que ni siquiera yo sabía con certeza como para poder explicárselas a él - ¿y qué habéis hablado ahí fuera? - pregunté al fin al caer en el detalle de que aún no me había dicho nada y quería saber todos los detalles.

- Aunque… me alegro de que te cayese mal… así sé que por mucho que lo intente no conseguirá alejarte de mí. Lo siento pero… - le miré sonriéndole de lado maliciosamente, dando a ver que ya se había acabado de nuevo mi momento de seriedad, los cuales no podía mantener demasiado sin poder bromear un poco y despreocuparme de todo - eres solo mío y no comparto - le dije más animado sonriéndole mientras prácticamente me tiraba sobre él para empezar encontrarle algún punto débil donde tuviese cosquillas.

Sentí la tentación de sonreir ante el giro de la conversación, mucho menos pesada ya la atmósfera. Mi corazón dio un vuelco ante la posible insinuación, pero la lógica la aplastó con todo el peso de mi vida, tanto pasada como presente. Veamos, primero: dudo gustarle a Yu más de lo que es, esto es simplemente un caso hipotético, me lo recordé firmemente; segundo: no es como si a mí me gustase Yu, solo era mi amigo, mi primer amigo, mi único amigo; y tercero: para ninguno de los dos era conveniente.

Ante su ataque sorpresa no pude menos que tirarme atrás en un pobre intento de alejarme de las cosquillas. Dado el poco éxito de la táctica, le aparté por la misma vía de ataque, sin conseguir reprimir algo de risa baja y apenas audible. No era normal en mí reírme ni por ésas, pero la distensión del momento lo fomentó. Lo aparté ligeramente, aunque fuese por poder contestarle: no era prudente charlar teniéndole tirado encima de mí.

-No ando culpando sobre cosas que no me incumben, simplemente me resulta una persona desagradable... como el resto. Se pasó el 90% de la conversación hablando sobre lo insoportable que eres y que si no merecías tal ni cual... No sé, me perdí a mitad de su monólogo.-repuse con voz aburrida. Seguía recostado, particularme sobre la almohada. El pijama había quedado hecho un guiñapo por entre la cama medio revuelta. Me removí poniéndome cóomodo antes de contestar su último comentario previo al ataque.- Ciertamente no creo que sea nada que deba preocuparte, no pareces darte cuenta, pero no es que seas simplemente mi único amigo, sino la única persona que me preocupa, directamente. Mi círculo se reduce a mis padres, mi hermano y a ti, y no creo necesario resaltar el cariño que les tengo a ellos. De momento no hay nada que ponga eso en peligro, ¿te has fijado en la forma de actuar de tu padre? En un par de días a lo sumo estará resuelto.

Me puse ligeramente a un lado en la almohada, dejándole sitio.

Fui terminando de cambiarme según le escuchaba, riendo al principio un poco por lo bajo al oír que no estuvo hablando bien de mí precisamente, no extrañándome en absoluto. Más bien me hacía gracia pensar que ahora mismo estará retorciéndose en rabia y maldiciéndome.

- Gracias - le agradecí mientras le sonreí, pues me había alegrado escuchar su último comentario, quizás no sabía cuánto lo había conseguido. - ¿De mi padre? ¿A qué en particular? - pregunté sin entender muy bien a lo que se refería - pero aunque con él esté resulto, te informo por adelantado que tengo madre para que luego no te lleves otra sorpresa… y con ella también será un poco difícil, aunque otro tipo de dificultad… - le advertí acomodándome a su lado para tener más facilidad para hablar.

-Me refiero a su actitud... respetuosa, tal vez, no encuentro la palabra. El caso es que me deja cancha de maniobra, lo que significa que busca complacer, y por tanto propiciar nuestro trato. Hará lo posible por interceder hacia nuestra relación, y más según pase el tiempo, porque cuantas más vueltas le dé, más ventajas le irá encontrando, tanto reales como que él imagina. Supongo que tienes razón respecto a tu madre... ¿dónde está el pijama? Ah, ahí está.-lo localicé a un metro aproximadamente sobre la cama. Me aparté ligeramente para estar más cómodo mientras me cambiaba, no es lo mismo la cercanía con ropa que sin ella.- Lo que decía -continué mientras me quitaba la camisa.-, que no conozco a tu madre aún, así que por supuesto no sé cómo reaccionará ella. Parece que tú sí tienes una idea de las probabilidades, ¿las compartes conmigo?

- Sí, tienes razón. Contigo parece encantado, lo malo sería que Xia interviniese… y mi padre cambie de opinión y quiera darte a ella en vez de a mí - se me ocurrió esa posibilidad recordando que para él sería más normal el tipo de relación hombre y mujer.

- Uff… - bufé dando a ver que no sería algo fácil con ella - de hecho no sé ni siquiera si la conocerás - le adelanté, preguntándome si ya estaba o no aquí - digamos que su… psicóloga, creo… le tiene prohibido verme - miraba hacia algún punto perdido removiéndome nerviosamente el pelo, un poco apenado por lo rara que podía parecer la idea - supongo que mi padre le dirá que estoy aquí y eso… Y quizás luego le hable de ti pero él no puede sacar temas de negocios delante de ella porque se alteraría. Es buena persona, pero no sé si será adecuado meterla en esto… - aunque ya que estaremos algún tiempo aquí, coincidir era algo inevitable estando aquí Kei pues si hubiese venido solo, con quedarme en mi cuarto era suficiente y sencillo, pero estando él aquí complicaba ese tema, ajeno al de convencerles para quedarme en el instituto.

Sin querer se me volvió a escapar otro bostezo, tapándome con las manos y restregándome las mejillas para despertarme un poco - ¿apagamos ya la luz y seguimos hablando? - le pregunté abriendo un poco las sábanas de la cama para poder entrar en ellas.

Me pasé la parte superior del pijama por enima de la cabeza, sólo había un problema...

-Esto... Yu, me temo que esto no va a funcionar.- me quedaba pequeño. Me la volví a quitar sin haber sido capaz de colarla.- No sé si he traído pijama, suelo dormir en camiseta y no pensé en ello, así que...- me alejé de la cama para acercarme a la maleta y rebuscar dentro. Tras levantar y volver a posar tres veces cada una de las escasas prendas que componían mi equipaje me di por vencido y volví a la cama.- Supongo que tendré que dormir así.- levanté igeramente para volverlos a bajar derrotados, vestido con unos pantalones azul oscuro casi negro y una camisa de tirantes de deporte blanca. Apagué la luz antes de meterme entre las sábanas bajo las cuales Yu ya se había acomodado.- ¿Es un tema delicado...? Me refiero a tu madre.-ya echado y con la cabeza en la almohada me volví para preguntar.

Rodé los ojos al ver su intento de ponerse la camiseta - no sé como te las apañas que siempre acabas ligero de ropa… - le miré con desconfianza temiendo que lo hiciese siempre aposta. Agradecí que apagase la luz, así no podría ver más de la cuenta e ignorar el detalle de que se encontraba con esa escasa prenda.

- Bueno… - no sabía que responder a su pregunta, no siendo especialmente delicado aunque sí a veces y no sabía como explicar esos cambios radicales - no es que me incomode hablar de ella… Ya son tres años que llevo así, estoy acostumbrado e intento no causar demasiados problemas mientras estoy aquí. Es que le causo malos recuerdos - le expliqué mediante susurros, no porque me apenase hablar de ello, sino por propio instinto para no causar mucho ruido entre la oscuridad, donde lo único que podía distinguir eran sus ojos cristalinos.

- A veces niega que yo sea su hijo y cuando me ve, se altera y me grita qué hice con sus hijos… Normalmente mi padre suele tranquilizarla, pero si no, hasta que no lo haga me trata como un desconocido. Por eso intento salir de aquí lo menos posible hasta que el hambre me gana, si eso pasa… Y otras veces, me trata como su hijo - era difícil de explicar ya que no estaba muy enterado de las causas de por qué esos cambios, sólo sé que desde entonces lleva asistiendo a ayuda de especialistas.

Asentí comprensicamente en silencio.

-Es triste, supongo... -simplemente no podía ser subjetivo en el tema sin dejarme llevar. Yo no conocía ninguna madre que me llamase hijo ni siquiera de vez en cuando.- Mi madre directamente no me reconoce como su hijo. La esposa de mi padre, quiero decir, mi otra madre, la real, desapareció hace ya tiempo. No sé los detalles en realidad. Ella, la esposa de mi padre, disfruta diciendo que ni mi autentica madre podía soportarme y que así terminé viviendo de la caridad de mi padre. Siempre fue una de sus historias favoritas para contarme de pequeño, la historia de la prostituta que sedujo a mi padre y luego desapareció dejándome atrás. Junto con muchas otras igual de... interesantes. Mi padre está cortado por un patrón parecido al del tuyo, aunque al menos se les puede manejar. Apenas lo veo un par de veces al año, cuando viene a casa se encierra en su despacho. Luego está mi hermano, a ése lo veo más para mi desgracia.-mayormente mi voz fue monótona y ausente, pero adquirió un matiz heladamente acerado cuando tocó la última frase con mi hermano como protagonista. Si él me hablaba de mi familia, por mi parte lo justo era imitarle. Me arremetí por las mantas al sentir como el frío penetraba en mi piel.

- Será cabrona… - murmuré después de oír el gran cariño que le tenía - espero no verlos nunca porque como los vea te juro que no me aguanto… Y cuando me caliento no paro. Ya sabes, chiquito pero matón - pronuncié con un deje de orgullo, aunque la verdad es que si que me daría bastante rabia tenerlos en frente, así que para no actuar demasiado maleducado, sería mejor que yo no conociese a mis “suegros” ni a mi “cuñado”.

- Yo… - comencé a hablar de nuevo tras unos segundos de silencio - hace años que no veo al mío - le confesé por primera vez, sin llegar a dar demasiados detalles, no hasta que no llegue el momento - daría lo que fuese por volver a verle… Quizás sea hora de que le haga alguna visita - recordé un momento la sugerencia que me dio Raiku de ir a visitarle, claro que Kei no podría imaginarse a dónde sería esa visita.

-Sí, bueno, aunque ya no importa, de pequeño sí que me dolía, pero ya ni le presto atención. Sé poco de mi madre biológica... sólo una vez me hablaron de ella, mi padre. Creo que él sí que la quiso, aunque es obvio que no lo suficiente y que eso no se extiende a mi persona. No era lo que su esposa cariñosamente la llamaba, me dijo que era muy bonita... y que yo me parezco más a ella que a él. Eso me supuso una gran alegría, no me quiero parecer a él por nada del mundo. Fue la única vez en toda mi vida que hablé con mi padre de verdad. Está claro que tu hermano y el mío son completamente opustos. Mmm... -¿lo decía o no lo decía?- ¿Si te calientas no paras de qué?- está bien, no pude aguantarme.

- Entonces sí que tenía que ser muy guapa - añadí al escuchar que él había conseguido parecerse mucho a ella. - Seguramente, ya que es imposible odiar a mi hermano, era como un padre para mí… pero le traicioné - confesé finalmente el final de nuestra historia a grandes rasgos.

Pensé seriamente en su pregunta por lo que dije antes, que yo también hubiese mal pensado pero intenté ignorarlo no creyendo que fuese a tener una mente tan sucia. Me giré para quedar de lado volteando a verle directamente - creo que ya lo sabes… - susurré con candente provocativo y una sonrisa pícara mientras deslizaba sutilmente la punta de la lengua por el filo de mis labios. Improvisadamente me acerqué más hacia él dentro de la estrecha cama y deslicé mi pierna por su cintura hasta acabar detrás suya.

Un momento… ¿qué estoy haciendo? - ¡es broma! - añadí rápidamente, nervioso al darme cuenta de que la “broma” podría haberse mal interpretado, alejándome un poco de él aunque sin acordarme de que mi pierna seguía rodeándole. No sabía qué me había pasado pero fue como si al preguntar esa insinuación, una parte de mí saliese a la luz. Debía de ser la noche que conseguía confundirme…

Me arrepentí inmediatamente de haberle provocado, al instante en que sentí sus movimientos sobre mí. Solo la sorpresa evitó que me lo quitase de encima de mala manera.

Sí...

Sí, eso me gustaría decir, porque desde luego, no estaría bien mencionar el súbito golpeteo de mi corazón contra mis costillas. Ni tampoco el escalofrío que me recorrió de arriba abajo por todo el cuerpo, o que una parte de mí pidiese que siguiese así un ratito más... o que siguiese pero más allá. Mucho menos el calor que comencé a sentir, porque la postura, ni aún habiéndose apartado medianamente era inocente.

Porque Dios sabe que yo nunca me sonrojaría ni miraría a otro lado intentando que ese hecho pasase desapercibido junto con mi respiración superficial, ¿verdad?

Bien, Dios no tiene ni puta idea.

Porque aunque me gustaría decir lo primero y no lo segundo, no es ético ni típico de mí mentir.

-A-ah, sí, bueno, ¿por favor..?- moví ligeramenteuna pierna tocándole la suya para indicarle dónde tenía la suya. No es que fuese buena idea, o eso me indicó un nuevo escalofrío. Lo que había intentado decir con voz firme salió apenas como un susurro. Tampoco pretendía decir palabras como "por favor".- Sí, sí, ya sé, ya sé...-una broma, por supuesto que es una broma, ¿qué otra cosa podría ser si no? ¿Un intento de seducción? ¿Yu? Qué va...

Al volver a la realidad miré extrañado su semblante, observando con detalles los cambios que yo mismo había producido en él y que mientras me había dejado llevar, no había reparado en ellos. ¡Cómo había podido pasar semejante detalle por alto! La primera vez que veía a Kei sonrojándose… ¿en serio lo estaba? Y no sólo eso, todo su cuerpo pareció tensarse ante el escalofrío que le recorrió que hasta yo pude sentir al tenerle rodeado aún con mi pierna.

Yo había conseguido esas reacciones de su parte, tan solo con un ligero roce y aún cuando nos habíamos abrazado en otras ocasiones e implicando mayor contacto. Pero este en particular había logrado un efecto distinto… ¿Era porque algo había cambiado dentro de Kei? Y si así fuese, ¿cómo podría yo saber eso?

Juro que lo intenté. Que iba a alejarme, que iba a hacerle el favor e iba a dejar la broma. Pero mis juramentos se sostienen de un pilar muy frágil y aunque en cuanto habló tenía pensado alejarme de nuevo y continuar con toda normalidad, no le hice ni el menor de los casos, negándome rotundamente a moverme un solo apéndice. No me importaba que le molestase sentir mi pierna abrazarle, ni rozarle su espalda y más allá.

Más allá… precisamente ahí es a donde quería llegar, para saber un poco más sobrepasando los límites de nuevo, arriesgándome.

Mantuve mi mirada firme sobre sus ojos olvidando los vacileos tan comunes en mí y que gracias a que mi vista había conseguido acostumbrarse a la casi oscuridad, podía ver a la perfección cada ligero pestañeo y movimiento de cualquiera de sus músculos faciales. Que me fue útil según alcé levemente la cabeza del colchón para tener mayor facilidad de movimiento, al igual que me apoyaba sobre mi brazo para despegar mi cuerpo hasta que quedó medio de lado y medio encima del suyo.

De nuevo los mismos cosquilleos invadieron mi estómago, los mismos nervios, las mismas ansias de más, más cerca, hasta chocar con los labios ajenos. Mi mano libre se acercó hasta su rostro hasta apenas rozar con las yemas de mis dedos su mejilla. Y a partir de ahí, todo mi cuerpo dejó de moverse, manteniendo mis piernas y labios ceñidos a los contrarios.

Dejé escapar de golpe todo el aire que guardaba en mis pulmones al sentirle avanzar por encima de mí. ¿Qué acaso no se iba a apartar? Cuando al fin finalizó el movimiento quedando tendido sobre mí volví a inhalar con fuerza, con la respiración irregular. Cada fibra de mi cuerpo parecía recibir con alegría lo que anhelaba.

Desde la desventaja de mi posición debajo observé cómo su cara se acercaba a la mía y mi rostro registró ese escaso segundo como si se tratase de una eternidad. El cabello pelirrojo cayendo sobre su cara de una forma diferente a la habitual, enmarcándolo en lugar de tapar sus rasgos. La luna que entraba por la ventana cercana le daba a su piel un tono nacarado que me provocó un deja vu de otra noche en que la luna había acariciado su piel y había hechizado con la misma magia. El magnetismo de sus ojos (¡qué estúpido por su parte verlos como algo desagradable!) más potente que nunca, con la seguridad que normalmente permanecía ausente en él. No tuve tiempo siquiera en esa aparente eternidad para examinar apropiadamente sus labios antes de que se cernieran sobre los míos, y si lo tuve, el contacto lo borró de mi mente.

Por segunda vez nuestros labios se buscaban, porque era imposible negar que los míos prefirieron aceptar los suyos en lugar de esquivarlos, como habría sido muy sencillo. Al contrario de la anterior, mi cuerpo no se encontraba ahora adormecido o atenuado por ninguna enfermedad o fiebre fuera de la que me recorría el cuerpo entero, de manera que reaccionó de una forma rápida y casi violenta ante el contacto. Una de mis manos abandonó el colchón en que descansaba para enterrarse entre el color rojizo y adquirirlo por reflejo de la luz lunar, impidiendo que el beso permaneciera breve, apretándolo a mis labios fríos comparados con el resto de mi cuerpo. La otra se acomodó en un lugar más bajo, su espalda, tirando igual que su compañera con distinto propósito, para que la mano en que Yu se apoyaba no pudiese soportar su peso y hacerle perder el equilibrio, cayendo totalmente sobre mí.

Mis labios se entreabrieron suspirando cerca de los suyos para coger aliento. En ese breve instante se me apareció una advertencia en forma de imagen recuerdo de mi hermano. Era peligroso... La imagen se desvaneció en una desordenada mezcla de colores cuando volví a apoderarme de su boca, moviendo la mía en caricias suaves pero igual poseídas de una violenta ternura, apasionadamente dulce. Al separarme un milímetro aproveché para morder su labio inferior con suavidad.

La mano de su espalda le acarició por sobre la ropa, sin buscar ir más allá pero aprovenchando la agradable cercanía (¿desde cuando me resultaba agradable la cercanía?). La de su pelo permanecía quieta.

No era suficiente, y mi lengua asomó con una inesperada timidez procedente de mí. Durante el trayecto, en algún punto, mi cuerpo había abandonado su movimiento instintivo inicial y había pasado a uno más metódico y lento. Y, ahora que mi lengua había asomado, acarició sus labios entreabiertos volviéndolo también ligeramente húmedo.

Acarició entonces sus dientes, la bóveda superior, escapando y desesperando antes de permitirse rozar su compañera. El húmedo contacto me despertó reacciones insospechadas, como la crispación de mis manos, de ambas. "¿Le estará gustando a él una mínima parte de lo que lo disfruto yo?", se preguntó una parte de mi mente fuera de la jurisdicción de mi parte lógica. Una parte que, por cierto brillaba por su ausencia.

La separación fue tan lenta como el encuentro, o puede que más. Supe que si hiciera frío, las nubes de vaho provocadas por el aliento serían dos. Y ellas dos se entremezclarían entre las dos bocas aún a poca distancia, mi cabez aún reposando en la almohada, como me sorprendí de notar.

Intenté recuperar el aliento.

No cerré los ojos por miedo a que fuese a rechazar el primer contacto, hecho que creía bastante posible pero lamentándolo por el, no podía aguantar más teniéndolo cerca y sin poder tocarlo, sin demostrarle cuánto deseo que sus labios me besen con ternura y desprendan palabras que jamás escuché de nadie.

Aún con mis labios sobre los de él, se curvaron en una impecable sonrisa cuando su mano me atraía a la vez que acariciaba mis cabellos para hacer la unión más cercana y fuerte, sintiendo en sus ansias, como era correspondido y mi cuerpo parecía derretirse ante sus caricias que me erizaban la piel por el placer que me provocaban.

La posición en la que estaba fue completamente desecha cuando tiró de mí hacia él y creo que por un momento mi corazón dejó de latir cuando estuve completamente encima suyo.

En seguida empecé a entrar en un estado de paz donde las preocupaciones no existían y mis ojos, hasta ahora fijos en los suyos, paulatinamente cedían a cerrarse, entregándome al contacto y entreabriéndolos tan solo cuando sentía alejarse levemente, por miedo a que se arrepintiese, pero pronto descubría en sus ojos que sólo eran miedos míos sin fundamento.

Confiaba en él, no necesitaba ver sino dejarme guiar a donde él quisiese llevarme y quería sentir al completo todo lo que me daba. Amoldé ambas piernas a su lado, clavando mis rodillas sobre el colchón, aún tendido sobre él.

Seguramente ni él sea capaz de imaginar a lo que me había inducido, ni siquiera yo sabía si esto aclaraba mis ideas o las confundía más, ya que mis acciones parecían dejar en claro mis sentimientos y que no le besaba por simple goce. A pesar de que parecía querer devorarme en un solo bocado, mis caricias eran correspondidas por movimientos más pausados pero igual de dulces.

Sentía como su mano empezaba un recorrido para luego retroceder, sin llegar a buscar más y sobrepasar cierto límite de mi espalda, aunque cierta parte de mí deseaba que se lo saltase. En cambio yo aún seguía con las manos inmóviles perdidas entre las sábanas sin propiciar ningún tipo de caricia y empezaban a moverse ansiosas por tocar también algo.

Sin esperarlo empecé a sentir algo más húmedo y gran fue mi impresión al realizar que se trataba de su lengua la que mimaba mis labios entreabiertos, pero sobretodo fue grata y bien recibida, dejándole completo acceso a profundizar, esperando ansioso mientras el hacía su lento y torturante recorrido que me enloquecía.

Cuando su lengua empezó a acariciar el interior de mi boca sin llegar siquiera a rozar la mía, no pude aguantar un segundo más y recibí con toda su pasión el primer encuentro entre nuestras lenguas, la suya hábil que dirigía movimientos expertos, prácticamente controlando los de la mía. Eran escasos los movimientos que realizaba por miedo a no hacerlo bien, ya que él parecía haber nacido para besar y me sentía envidioso y cohibido por no poder ser tan bueno como él.

Intenté mantener la respiración durante la unión, lo que entorpeció aún más corresponder al beso, haciéndolo más torpe al no estar acostumbrado a mantener la respiración tanto rato y de vez en vez inspiraba aire.

En cuanto fue retirando su lengua a un ritmo igual de lento que el beso, aproveché para tomar de golpe todo el aire que le hacía falta a mis pulmones, que gracias a que tuviese que respirar varias veces pronto pude recuperar el aliento aunque mi respiración seguía descontrolada. Fue en este pequeño descanso que me di cuenta mi pecho era bombeado con una fuerza abrumadora que hasta Kei sería capaz de sentir y temía que de un momento a otro dejase de latir.

Pero ni mis pulsaciones arrítmicas ni el hálito descontrolado de mis pulmones impidieron que mi cuerpo volviese a reclamar su nueva y ahora favorita droga y sin importarme que Kei aún no hubiese retomado todas sus facultades, volví a lanzarme sobre sus labios, esta vez sin la lentitud de antes y con fuerza aprisionando sus labios, impaciente por volver a sentir su lengua, buscando con brusquedad entrar en su cavidad.

Al fin mis manos recobraron el movimiento, una de ellas aferrándose a su fuerte hombro pasando de vez en cuando por su cuello y clavícula en toques como una pluma, mientras que la contraria se deslizó sobre el colchón hasta llegar a tocar su cintura, notando como en algún momento su camiseta se había elevado ligeramente dejando parte al descubierto. No queriendo desaprovechar la oportunidad, empecé a acariciar sus abdominales explorando el terreno pero sin pasarme de alto ni bajo, buscando hacerle sentir las mismas vibraciones que él me provocaba con sus manos. Control, Yu, control…

El súbito arranque me tomó por sorpresa, pero eso no impidió a mi cuerpo responder con prontitud e igual entrego a esta segunda ronda de húmedo intercambio. Si creía que ya estaba agotado con tan poca cosa iba listo.

Me gustó la brusquedad con que me reclamaba más y en esta ocasión sé que mi cabeza no se conformó con descansar en cierta forma pasivamente sobre la almohada sino que me incorporé apoyándome con el brazo que antes recorría la espalda de Yu y que retomó la posición lo más rápido posible una vez estuve sentado, con él sentado cómodamente entre mis piernas y escaso (por no decir inexistente) espacio entre nuestros cuerpos.

Las lenguas fueron esta vez las protagonistas principales del erótico show. Al separarme para coger aire, ya que al contrario que Yu yo no encontraba motivos ni necesidad en detenerme, mis manos aprovecharon la energía extra suministrada por la recarga de oxígeno y, en imitación de sus compañeras de juego, se adentraron por los bordes de la camisa del pijama. Ambas recorrieron con tan sólo las yemas de los dedos la tersa piel hasta más arriba de la media espalda, para luego bajar una acariciendo tan sólo con el índice, delineando la columna hasta su final.

Mientras tanto un juego que haría sonrojarse a cualquiera daba lugar. En lugar de volver a juntar los labios me las arreglé para atraer la lengua de Yu afuera, desarrollándose ahora la danza en el exterior nuestras bocas. La mía acariciaba la suya desde cualquier dirección gracias a sutiles cambios en la inclinación de mi cabeza, para finalmente enroscarse y cerrar de vuelta el espacio, devolviéndola a su origen, aplazando la lucha por el control a un campo más privado.

Mis manos lo apretaban contra mí amoldándolo por completo a mi cuerpo. Tan pequeño, tan delgado... "Demasiado delgado" me dio la razón mi subconsciente. No era sano.

Decidí terminar no porque quisiera, que no quería por nada del mundo, sino porque un beso tan húmedo de grado avanzado junto a una cercanía que propiciaba el roce (ya que al adentrar cada uno las manos bajo la ropa ajena ésta había quedado levantada permitiendo contacto directo entre las dos abrasadoras pieles) y todo en general podía ocasionar accidentes, y de hecho el accidente ya comenzaba.

Empleé mucho esfuerzo y la totalidad de mi voluntad para separar mi boca de la suya. ¿Cuándo habíamos intercambiado posiciones? Ahora era Yu quien se encontraba prácticamente recostado en la cama conmigo sobre él. Respiraba fuerte y superficialmente, sin alejarme apesar de mi propósito, sobre su boca igual de jadeante. Sabía que Yu jamás había pasado nada igual, y no pude evitar sentirme pagado de mí mismo, seguro de que nadie jamás habría podido tratarlo tan bien en su primera vez, aunque no pasase del beso, para mí había algo de "primero" también en ésto.

-Ya... no sigas provocándome, porque si me continúas calentando no respondo...- qué gracioso, ¡cómo si en algún momento de todo el acto hubiese sido capaz de responder por mí mismo! Y el cierto dolor y tirantez en la zona sur aseguraban que poco faltaba para pasar a mayores. Sólo esperaba que a pesar del íntimo contacto entre nuestros cuerpos no se percatase.