Casa de Yu Zhang (Yu)

Definitivamente le adoraba. Más que cualquier cosa, más que a la vida, pues sin él, ésta dejaría de tener todo el valor que él le había devuelvo. ¿Dónde se había escondido durante todos estos años? ¿Dónde? Que de repente se presentaba en mi vida como si le hubiesen mandado conmigo para que su luz fuese el sol entre la oscuridad, nada que ver con el ángel que creían que yo era.

Aunque seguía sin verle, porque me faltaba el valor para hacerlo, noté como dejaba su regazo limpio entre ojeadas discretas que le dirigía. No podía esconder que cada vez que oía una nueva palabra de su boca, sintiese que de un momento a otro acabaría arrojándome encima suyo en un fuerte impulso. Y al notar que él ya esperaba mi respuesta, tan bien me conocía que me hizo sentir más cercano a él, me arrojé sobre él con una fuerza desmedida, hundiendo mi rostro lo más hondo que podía para que no pudiese encontrar mi mirada ni un momento, pues verle a los ojos en estos instante sería mi debilidad. Mas ni con esas impidió que rompiese en llanto, en un llanto guardado y que ahora vaciaba. Pero aún con los sollozos no podía evitar querer hablar, gritarle todo lo que sentía en estos momentos, cuanto le estaba agradecido, cuanto le quería.

- No eres real, no lo eres - era lo único que podía articular decentemente en esos momentos y no era precisamente la tristeza la causa de mis entrecortadas palabras, no esta vez - ¡idiota, idiota, idiota! - hice el amago de golpearle con mis débiles puños pero sólo conseguí propiciarle pequeños golpes que para él serían roces - llegas tres años tarde - le reproché aún entre lágrimas - no puedes ahora venir aquí e intentar borrarme todo lo que me han dicho, todo lo que me han hecho, todo lo que me han obligado a creer... ¡El que diga que no tengo la culpa de nada, no cambiará nada! ¿De qué sirve que me digas que no soy un asesino si ni con esas dejaré de pagar ese castigo...? Es mejor no darle vueltas y conformarme con lo que me toca para no seguir viendo como es de injusta la vida. Además... si nunca me hubiese escapado, nada de esto habría pasado, yo pude haber evitado que muriese... - de nuevo volvía a aumentar el volumen de mis sollozos que me impedían seguir hablando, por más que lo intentase no era capaz de calmarme, mi corazón latía tan fuerte que hasta dolía.

Tal como esperaba, sentí cómo Yu se me tiraba prácticamente encima y me alegré de haberlo previsto porque ya tenía bastante con llenarme los pantalones de barro para además caer de espaldas en el suelo. Tal era la fuerza con que me empujó su arranque.

-Soy real.-rebatí, simplemente no podía evitarlo. Esto era cálido, muy cálido... tanto que amenazaba con hundirme entre sus suaves alas y olvidarlo todo. No hacía frío en este invierno, habían habido otros mucho, mucho más fríos en mi vida.- Y sí que puedo. Tú mismo has dicho antes que todo puede cambiar, y esto también. Las cosas cambian cuando quieres que cambien. No tienes que pagar por nada, no hay castigo para ti porque no tienes culpa. Los accidentes ocurren, Yu... Personas mueren por ellos... Personas nacen por ellos...-yo fui un accidente, ¿no lo recuerdas, Yu? Yo solo nací por un desliz, un accidente.- Lo que no se sabe no se puede evitar, y nadie conoce su futuro. Hay cosas que no se pueden cambiar, otras que se pueden cambiar fácilmente, otras que cuestan mucho esfuerzo... Hay que tener serenidad, para entender y aceptar aquello que no se puede cambiar, la muerte es algo irrebocable e incuestionable. Nunca se es tan joven de decir mañana viviré, ni tan viejo para decir mañana moriré, por eso debe vivirse lo que se posee sin forzar. Hay que tener fuerza para cambiar lo que sí se puede cambiar, y tu situación lo es. Pero por sobre todo, hay que tener la sabiduría de distinguir entre uno y otro, y eso es lo que te ha faltado tanto tiempo. Ya cálmate, me aseguraré de darte mucho tiempo por delante para ello y si tienes dudas solo pregunta. Sabes que me puedes pedir ayuda cuando quieras, para eso estoy, ¿no?

Pasé mi mano sobre su espalda acariciándo la tela áspera de la chaqueta para transmitirle mi calor a través de ella. Calor... Calidez... Podía acostumbrarme a ella...

¿Cambiar el sentido que había tomado mi vida durante estos años? Algo así suena imposible, completamente loco, inútil como me sentía ahora que me daba cuenta de no era capaz de hacer nada sin él, ¿en qué momento había dejado de creer cada vez menos y menos en mí hasta poder convertirme en lo que el quisiese, tomado el control hasta de cuando quería que mi corazón dejase de latir?

Si personas nacían por ellos, entonces el mejor accidente fue que el naciese y el segundo que entrase en mi vida. ¿Cómo podía una persona llegar a amar tanto a una hasta sentirme morir en este mismo instante sino le tenía cerca? Cuando había perdido todas las esperanzas, que pensé que no llegaría nunca persona alguna por la que volviese a revivir en mí sentimientos de tal calibre ni intensidad. Cuando deseé vivir con el único designio de morir, quemando mis pulmones en busca de avivar algo en mi interior que ya estaba exánime. Cuando empecé a cerrar los pórticos y afianzarme en mi mundo sin que el exterior me trastornase. Entonces te colaste tú en mi vida entre un surco abierto que olvidé cerrar.

Separé mi enrojecido rostro de sus ropas, ahora húmedas por la zona del vientre y desde hace un tiempo interminable, volví a mirarle como un condenado a muerto rogando clemencia, que le devolviese la vida a través de sus ojos - por favor... necesito, necesito que me beses... por favor - si en este mismo instante no lo hacías, nada podrá volver a detener las lágrimas de mis ojos, los suspiros de mis labios cada noche ni los sollozos lamentados de mi corazón.

Su cuerpo se movía agitado por sollozos, apretándose tan fuerte contra el mío que no podría haberlo empujado más cerca aunque lo intentase. Era increíble tal contraste entre mi espalda descubierta al frío y el pequeño bulto que temblaba contra mi pecho.

Sería dfícil describir el torrente de emociones que parecían querer arrollarme en ese momento. Una mezcla abrumadora de tantos sentimientos poderosos, tan frágil, tan frágil entre mis brazos quería protegerlo, y mis manos apoyadas en su espalda me parecían ridículamente poca cosa.

Yu, Yu, ¿te das cuenta de hasta que punto me has trastocado? ¿De que me siento feliz y triste al tiempo, por imposible que parezca, que es tan dolorosamente placentero que no se distinguir un extremo del otro porque parecen tocarse en sus puntos más lejanos? Mi cuerpo no me pertenece ya, ni siquiera sé si es el mismo cuerpo de siempre, nunca lo había sentido vibrar, con temblores incontrolados que me sacudían de arriba abajo. Y sin embargo sé que mi cuerpo está quieto, es por dentro donde se desarrolla la procesión.

Correspodí su mirad bicolor y la agitación desordenada en el interior de mi mente se acentuó gracias a ese torbellino absorvente y cálidamente acogedor, invitando a dejarse caer en lo más profundo. Sencillamente no podía negarme a una mirada tan desgarradamente cándida, a un ruego tan sencillo del cual parecía depender tanto.

Kei, estás condenado.

Irremediablemente.

Porque hagas lo que hagas por evitarlo, ésto forma parte de ese grupo de cosas que no se pueden cambiar sino solo aceptar. No puedes cambiar algo tan sumamente poderoso, es demasiado tarde. Aunque su fuerza hace preguntarse si alguna vez no lo fue.

Por mucho que lo encierres en tu interior y te lo guardes para ti. Por mucho que se lo ocultes a él, porque lo harás Kei, para no provocarle un sufrimiento como el que ahora le sacude en tus brazos, no podrás ocultártelo a ti mismo. Y esto te seguirá como una carga muy pesada pero imposible de renunciar.

Y el hecho resonó con fuerza mientras me inclinaba adelante, concediendo su petición tras vacilar dolorosamente. Y el beso que le di llevaba consigo una mezcla de sentimientos malamente contenidos y la esperanza de que él antes o después terminase por olvidarlo ya que yo no podría. Porque amaba a Yu, de forma totalmente incorrecta, imposible, dañina para ambos. De forma desesperada, imparable, arrolladora, posesivamente protectora.

Chocante respecto a tanto ímpetu interior, en el exterior de mi cabeza las cosas se desarrollaban distintas, lentas en lugar de rápidas, suaves en lugar de destructoras, pero... en todos los sentidos... igual de poderosas. Mis manos llegaron antes que mis labios, preparando el terreno al limpiar cuidadosamente las lágrimas que se deslizaban silenciosas por sus mejillas. Solo una permaneció en ese lugar, rozando con cariño y mimo su piel. Sus labios, puede que de sorpresa sin creerse totalmente que le concediese su deseo o puede que simplemente de expectación, se encontraban entreabiertos. Estaban fríos, ligeramente morados ya haciéndome arrepentirme de hacerle arrodillarse en el agua helada. Antes de hacer contacto dejé salir mi aliento caliente en un pequeño intento de entibiarlos antes de taparlos con los míos.

La conexión fue casta, labios con labios, solo rozándose y permitiendo que el vaho se confundiese en una nubecilla única alrededor de nuestros rostros, Tan cerca, tan cerca. Ni siquiera considerable un beso hasta el segundo roce, ya sin deshacerse. Con la inclinación algo entornada mis labios envolvieron los suyos alrededor sin dejar salida para después situarse en medio y abrir camino a mi lengua que se encontró directamente con la suya, sin juegos ni preámbulos, solo una recíproca familiaridad al volverse a encontrar tras tan poco tiempo que les había sabido tortuosamente a eternidades. Moviéndose desacompasada a los labios, mimaba y consolaba con infinito cariño y paciencia. Mientras, éstos se ocupaban de los contrarios, a veces obligando a las compañeras a separarse para poder atrapar uno de los labios de Yu, el superior o el inferior, y apretar muy, muy suave.

Mi otra mano se había deslizado hacia abajo retomando la tarea de friccionar la espalda de Yu cerca de mí y sin hacerle renunciar por tanto a la burbuja protectora para el beso. Mi cuerpo se amoldó al suyo para no hacer la postura incómoda.

Durante un rato nuestros labios estaban tan firmemente unidos que no permitían la entrada de un solo suspiro de aire, lo que aceleraba implacable el latir de mi corazón. No me esforcé en respirar por la nariz sino que permití que ese sopor por falta de oxígeno intensificara la presión a la que sometía mi pecho.

Cuando Yu pudo entrar en mi propia boca aproveché para atrapar su lengua con los dientes, no fuerte ni agarrada a pasión desenfrenada como podía ocurrir en un arrebato sino deslizándolos sobre la superficie para luego dejar que mi lengua la tratase.

Terminó antes de lo que desearía, sabía que nunca sería suficiente, ninguna de las veces. No para mi corazón, pero sí de momento para mi cuerpo que reclamó sus derecho a respirar separando y aspirando cerca de sus labios. Con respiración profunda pero no acelerada, subí mis labios dejándolos caer una y otra vez: sobre su frente, sobre sus ojos de párpados cerrados...

Gracias... gracias por descubrirme la manera de demostrarle a la vida que no puede con nosotros, de achicar a la tristeza con tan solo un gesto tuyo. Por apoyarme, ayudarme, consolarme, fortalecerme, esperanzarme, revivirme... hasta tal punto que una espina se me clavaba en la garganta con una única incógnita... ¿Sería yo capaz de devolverle tan solo una pequeña parte de lo que él me da?

Siento tus labios en los míos y en este momento tú eres mi universo, en un beso dulce amargura que por tus labios pasaba, dulce esperanza que por mi alma resbalaba. El amor hizo de mí un gran chantajista y él cayó victima de mis juegos porque cedía a mimar mi alma, que a través de mis ojos le amenazaban con morirse.

¿Cuándo llegué hasta tal punto egoísta de no tener ni en cuenta los sentimientos ajenos? ¿En qué momento pensé siquiera en si Kei querría hacer tal cosa? Suficiente hacía ya en entregarme su amistad, sus abrazos, sus palabras de consuelo y sus caricias cuando flaqueaba. ¿Ya no me conformaba con nada de eso? ¿Siempre buscaría que él correspondiese lo mismo que sentía yo por él? No, no buscaba que él lo sintiese, sólo quería que me lo demostrase aunque fuese mentira. Eso es... de nuevo volvía a pedir sin dar nada a cambio.

Mi mente se detuvo de pensar al caer en una única y decisiva pregunta que me juzgaría: ¿quería que Kei me amase?

Una pregunta tan sencilla, que podría contestarse en un abrir y cerrar de ojos creyendo que es obvio que todos deseamos ser correspondidos. Pero sabiendo lo que ese amor podría causar, la enorme carga, en la persona ajena, ¿podría llegar a ser mi amor tan egoísta de anhelar ser correspondido sin límites? ¿Podría permitir que eso ocurriese?

Sin duda, quería condenarlo.

Pero que levante la mano quien dijese que no lo haría mientras sus labios le mimase. Creo que incluso antes de realizar el primer roce, mis labios ya estaban acompasando los suyos como si se estuviesen acariciando entre ellos una y otra vez incansablemente, lenta y dolorosamente para algunos, reconfortante para otros.

Parecía que nuestros movimientos estaban preparados por su sincronización y aprendidos por su perfección, como si cada movimiento suyo fuese una señal a una respuesta concreta. A la vez que aclamaba por más terreno, yo ya estaba ofreciéndoselo. Nuestras lenguas se encontraron en un punto exacto, las dos con la misma lentitud, el mismo anhelo, la misma ternura. Porque no necesitábamos prepararlo, porque no necesitábamos aprenderlo, porque eran nuestros corazones los que estaban unidos los que nos guiaba.

Cualquiera que nos observase podría adivinar que lo que más nos horrorizaba era separarnos, aunque fuese tan poco, aunque fuese un contacto físico, ni siquiera eso nos valía porque ni eso quería alejarme de él. Mas aunque hubiese acabado, aunque el sonido de un beso no retumbase tan fuerte como el de una cascada, su eco era más duradero y seguí manteniendo mis ojos cerrados aunque mi mirada se agachó en la oscuridad, disfrutando de su eco, permitiendo que mi obsequiara con cortos besos, tan suaves que hasta dolían.

Si seguimos haciendo lo que estamos haciendo, seguiremos consiguiendo lo que estamos consiguiendo. Porque si siembras esta acción, cosechas un hábito; si plantas este hábito, colectas un carácter, y si labras este carácter, este sentimiento, cosechas un destino del que ya no puedo escapar. No, no puedo ¿acaso puedes tú?

Al término del acto, todo se quedó en silencio. En la misma postura, con mi frente sobre la suya. Mi mano aún en su espalda, la otra no había cesado la caricia sobre su mejilla. Aliento sobre aliento. Sus ojos permanecían cerrados, privándome de su contemplación. Mi cuerpo aún seguía cálido, con hebras de hielo serpenteando a su través al comprender que no podría disfrutar de ello. Era imposible, no con lo que cargaba sobre los hombros. Cerré los ojos un momento, reprimiendo un escalofrío de angustia. Siendo tan fácil, tan cercana, tan al alcance de la mano mi felicidad, incluso teniéndola entre mis brazos la sentía lejana e imposible, porque la realidad era así. No podía quedármelo. No podía tener lo que más amaba, no arrastrándolo al infierno de mi vida.

Deposité un último beso, el de despedida, sobre sus labios, muy suave. Antes de comenzar a apartar mi rostro del suyo. Le había concedido su deseo, y también el mío aunque él no supiera ni sabría nunca que así era.

A pesar de todo, Yu era mío, no como desearía, pero lo era. Tendría que conformarme con lo que tenía. Deslicé mi mano por su espalda de nuevo, saboreando en lo posible lo que no me atrevería a volver a tocar.

-Yu...-le susurré para que abriese los ojos. Me separé un poco.- Volvamos.

Mis labios se curvaron por ambos extremos, tirando de ellos en una sonrisa, diminuta pero incontenible y sincera, cuando los suyos tibios se despidieron de los míos. Abrí los ojos lentamente cuando le escuché mi nombre, él me llamaba y yo sólo sabía obedecer.

Descubrí mis ojos y hasta ahora no me daba cuenta que hacía rato que se habían secado y ya ninguna lágrima corría por mi mejilla, ya que ahora preferían el agradable calor que le proporcionaban sus manos. Por propio instinto, por petición de mi alma, mi mano se guió hasta posarse sobre sus dedos perfectos, masculinos... mimándolos, no quería que dejasen de acariciarme pero sabía que era irremediable, algún día llegaría el momento en el que tendríamos que separarnos. Una discusión, un malentendido o que con el tiempo alguno se aburriese y la relación se fuese enfriando... Algo, pero nada sería eterno.

Finalmente asentí sin despegar la leve sonrisa, no tenía la necesidad de usar las palabras para demostrarle mi agradecimiento. Todo lo que sentía en estos momentos era transparente, ya no me preocupaba que supiese lo que sentía, no quería seguir engañándole, por eso hoy empezaba a cargar menos peso sobre mis hombros, ahora que por fin lo sabía todo de mí.

Me levanté del suelo, arrastrando a Yu conmigo. Deslizando la mano que apoyaba en su mejilla y él tan dulcemente había tapado con la suya. Era doloroso, muy doloroso no poder estar así abiertamente, sin secretos y sin peligros. Aún así era imposible, sin secretos no estaría a mi lado en calma, no me tocaría con esa suavidad, y prefería mil veces soportar el peso de mi propio misterio antes que su desprecio. Y como desearía poder protegerle de esos peligros, pero ni siquiera podía protegerme a mí mismo, ¿cómo protegerle a él? Le protegería de todas las cosas, pero llegado aquello que yo no podía enfrentar, ¿qué hacer? La única salida que me quedaba era impedir que sucediese.

Intenté concentrarme en su sonrisa para convencerme de lo que ésta me mostraba, que no hacía nada malo, sino lo contrario. Intenté creerlo, intenté creerlo con todas mis fuerzas. Ello aligeró mi pesadumbre... aunque solo un poco. Tragué para deshacer esa angustia o al menos expulsarla hasta el fondo.

Pasé esa mano por los hombros de Yu dando un apretón que esperé pasase por un gesto más de cariño que de necesidad. Era él quien acababa de pasar un mal rato, no debía ser yo quien le hiciese retractarse al dejarle ver mi turbación.

Por eso seguí sonriendo mientras con la mano desocupada me sacudía un poco los pantalones empapados.

-Vaya...-murmuré.- Se ve que necesito una buena ducha... Necesitamos.-me corregí al ver las perneras del pantalón de Yu en el mismo estado.- Y eso que tú acabas de darte una. Bueno, no irás a pedirme también que nos duchemos juntos, ¿no?-bromeé.

- No lo repitas dos veces o te arrepentirás... - le amenacé siguiéndole la broma aunque no hacía falta ni aclarar que por mi no tenía ningún inconveniente, de hecho... - oye y no creas que he olvidado aquel incidente... Que sepas que aún pienso en vengarme - le recordé aunque sabía que él ni yo tuvimos la culpa de ese accidente, seguía pensando que es injusto que él hubiese visto tanto y yo tan poco.

Me levanté gracias a su ayuda aún quedando casi en sus brazos. Esperé que el fuese antes para dirigirle una última mirada a la tumba que por primera vez me había atrevido a visitar. - “Volveré a visitarte... y Kei también vendrá conmigo, te lo prometo. Te prometo que cuidaré de él; cuidaré de mi felicidad y así cuidar de los dos. Siento haberme descuidado durante tanto tiempo, seguramente si me vieses me darías un buen coscorrón, pero ahora he vuelto a encontrar una razón para vivir, siento abandonarte pero ya no lucharé más por estar a tu lado y seguirte a donde estés, porque quiero seguir en este mundo mientras Kei siga en él, por y para él... para siempre, nada hará que me separen de él”

Volví a girarme en su dirección, hacía la salida, esbozando una reconfortada sonrisa al encontrarle con la mirada que siempre le buscaba por todas partes, alegrándome cada vez que le encontraba. Corrí hacía él hasta quedar a su lado, también en medio del camino para volver a la puerta, agaché instantáneamente la mirada que antes le buscaba, ahora avergonzada porque deseé en ese momento engancharme a su brazo y sentir su mano intercalada entre mis dedos. Por suerte reaccioné a tiempo para evitar que el deseo me pudiese. No era como si fuésemos pareja, tan solo era una actuación, un amigo que estaba ayudándome.

- Kei... cierra los ojos un momento, onegai - le pedí con voz melosa quedándome detrás suya, tapándole la vista con una de mis manos y con la otra que rebuscaba entre mi bolsillo. - Ahora, ábrelos - le pedí rápidamente cuando en mi otra mano tenía el móvil apuntando en nuestra dirección y yo había apoyado mi mentón sobre su hombro, tomando la primera fotografía juntos - así nunca podré olvidar la promesa que hice hoy, no para que no la olvide con el paso de los años ya que eso sería imposible, sino para recordarla día a día, tenerla presente a cada segundo... Esa es la forma para no olvidar una promesa - le expliqué orgulloso sabiendo que él no sabía de que promesa le hablaba, pero con tal de que yo lo supiese, era suficiente para todos.

-Oh... yo sí que lo había olvidado.-mentira. Caminé a su lado, cruzándome de brazos para no tener la tentación de pasarle uno por la cintura. Será difícil. Estoy seguro... Pero no habrá más que una amistad entre él y yo.

Le miré desconfiado, hoy parecía el día de las peticiones... Me ablandé un poco por oírle pedirlo en japonés, conocedor de sus remilgos en ese hábito. Cerré los ojos con reticencia. Me sorprendió que tardase tan poco en pedirme que los abriese, pero aún más al ver la pantallita del movil y oír el sonido de "clic" típico de las fotos.

-¡Eh! ¡Tramposo! ¡Trae eso!-ni promesa ni hostias, no me gustan las fotos y punto. Alargué la mano hacia el movil intentando quitárselo antes de que lo guardase. Fallé.

- No mientas, sabes que eso es imposible... Todos sabemos que te impresioné... y no precisamente para mal, pervertido hallanador de cuartos de baño - me alardeé sabiendo que no era del todo cierto lo que decía, pero me divertía hacerle fastidiar con verdades a medias. Me alejé rápidamente de él para esquivarle antes de que me arrebatase el móvil, guardando la foto bien segura para que no pudiese deshacerse de ella. ¡Por primera vez había conseguido ganarle! - Já, de tramposo nada, esto es jugar limpio. En la vida todo vale ¿no? Tan solo a sido un truco de distracción por mis encantos y las mujeres lo usan continuamente, así que yo también tengo el derecho a usarlo... - aunque no pensé que fuese a sugir efecto contra él usar una vocecita dulce, rogándole en su idioma.

- Ne, ne, ¿y ahora quién el experto en artes marciales? ¿Eh? - me piqué con él ante la primera oportunidad de poder meterme con él. Eché a correr nada más decir eso temiendo que quisiese tomar venganza, aunque el me siguiese, yo llevaba ventaja. Tan solo era cuesta abajo en la dirección que habíamos venido y ya llegaríamos a mi casa, así que no tomé demasiada atención por donde iba.

- Que sepas que pienso vender estas fotos a tu club de fans... ¿Sabes cuanto pagan por tus fotos? - le grité sin detener mi ritmo, de repente me había vuelto eufórico y necesitaba correr sin parar - y cuando vean que salimos juntos - en la foto, entiéndase... - me suplicarán que te las presente y yo me negaré y tendrán que cumplir todos mis caprichos... ¡Ah! Y si quieres un consejo... acuérdate de echar el pestillo al cuarto de baño. Por cada prenda menos, son 10$ más y podrías hacerme rico... - me guardo que si algún día llegasen a existir tales fotografías, serían para uso y disfrute personal.

-¿Qué pervertido ni qué ocho cuartos? ¡No me metas en tu mismo saco! ¡Devuélveme eso! ¡¿Ahora te quieres comportar como mujer?! ¡De acuerdo! - mientras corría detrás de él hice una pequeña finta por delante y por debajo de su carrera, agarrándolo de la cintura y cargándolo al hombro. Si él se portaba como una chica yo lo trataría como a un saco.- Así hasta casa o hasta que borres esa foto.-y para corroborar mis palabras le di una sacudida sobre mi hombro y comencé a andar.

Intenté correr al sentir como me atrapaba con sus brazos pero era imposible comparar su fuerza con la mía y por mucho que pataleé podía cogerme como a un gato, cualquier intento de escapar era inútil. - Ahh ¡bájeme! - chillé en medio de la calle al sentir como me movía bruscamente y me veía estampado contra el suelo cuando me dejó con la cabeza para abajo.

- ¡Aún así no podrás negarlo, todos los hombres somos pervertidos y tú estás en el mismo saco que todos! - por un momento cruzó por mi cabeza una idea bastante cruel que me hizo dejarme llevar - ne, ne... ¿te das cuenta que eres tú el que está ahora mismo en desventaja y yo no? Si quisiera que me bajases sólo tendría que precipitar mi pie hacia delante.... ¿e imaginas dónde acabaría golpeando? - una sonrisa maquiavélica que se pintó en mi rostro - claro que... - medité un momento - ¿quién ha dicho que yo quiera bajar? Teniendo... estas vistas... - apoyé ambos codos sobre su espalda cómodamente, con los puños cerrados en mis mejillas y bajando mi mirada para contemplar las vistas desde cerca. - Así hasta casa, ¡como usted mande, señor! - acaté sus ordenes sin tener nada malo que objetar.- ¡Ah! Si empiezas a sentir algo duro en el pecho, no es mi culpa...

-Está bien, tú lo has querido.-una última sacudida y Yu se encontró a sí mismo tirado en el suelo. Para rematar la faena, la suerte había querido que cayese en un charco de nieve sucia con barro. Ahora sí que necesitaría una ducha.- Lo que me faltaba a mí por escuchar, un niño que se cree ya mayorcito para jugar con los mayores...-y dejándolo tal cual seguí de camino a la casa, que ya estaba a la vista.- ¿Vienes o te quedas ahí nadando, enano?-esperé junto a la puerta abriendole paso en un gesto un tanto burlesco.

- ¡Animal! ¿Quieres matar o qué? - grité una vez en el suelo después de tal golpe que no me esperaba. Já, ¿y este es el que dice que va a cuidar de mí? Si por poco me parte en dos el muy bestia... - ¡Ya voy, ya voy! - grité intentando sacudirme un poco la ropa que había quedado toda mojada. Menudo asco... - chiquito pero matón... ¡verás cuando te pille! ¡Pienso instalar cámaras ocultas en todos los cuarto de baño! - intenté alcanzarle a duras penas con todo el cuerpo adolorido mientras despotricaba todo cuando se me ocurría en su contra.

-De matón nada, y tú intenta lo de las cámaras, verás como te sale mal la jugada. Entra de una vez, ¿quieres?-entré tranquilamente a la casa, saludando de pasada a la hermana de Yu que supongo quería ver por qué tanto escándalo con una cabezada.- ¡Si tardas en venir, ocuparé yo antes la ducha y tendrás que esperarte a que termine!-comencé a subir las escaleras.

- ¿De matón nada? Y que no... ¡Tú sabes mejor que nadie como soy en la cama, tendré que recordártelo esta noche! - grité antes de que entrase en la casa para que me oyese y siguiéndole a toda prisa. Cerré la puerta de un portazo cruzando una mirada indiferente con mi hermana para seguir escaleras arriba. - Pues nos duchamos juntos y fin del problema, así me ahorrarás las cámaras - propuse agradeciendo que mi madre a pesar de hablar japonés, no dominaba nada de inglés y a mi padre como si le importase lo que dijese... Y así aprovechaba también para seguir poniéndole los dientes largos a esa arpía y picar a Kei.

CERRADO