Feliz 1 de Enero (Yukimura Kei) (Cerrado)

Seguí su ejemplo al dar otro trago a mi botella, pero a mí aún me quedaba un poco. Mis labios debían estar ya grises...

-El blanco es bonito...-coincidí.- Mi color favorito es bastante obvio... Y si sigues por ese camino sacarás más bien poca información. Porque no tengo fantasías, ni una, ni sueños.

- Mierda, me temo que no podré sacarte nada interesante... y menos en ese ámbito - bufé mirando hacia la botella que tenía, sólo quedaban unos tragos. Se la quité de un movimiento rápido tragando todo el resto tranquilamente. - Te toca, también puedes elegir atrevimiento - dejé las botellas vacías sobre la mesita de noche, rebuscando de nuevo debajo de la cama para sacar otra que por suerte encontré intacta, aunque no sabía ni de lo que era.

-No, me interesa más preguntar. Mm...-pensé para elegir mi próxima pregunta.- ¿Cuál es tu estación preferida?-¿sabéis cómo averiguar si estás enamorado? Cuando cada detalle de esa persona, por estúpido que sea, te parece de vital importancia, ya no tienes remedio. Miré como daba un trago a la botella antes de que pudiera detenerlo.- ¡Eso es...! Tequila... con limón... es bastante amarga... ¿estás bien?-dije entrecortado. La tequila se bebe de un trago, pero... de un chupito de un trago, a pegar un trago... hay diferencia...

Reprimí el gesto de escozor por el sabor tan amargo.- Pues claro que estoy bien, ¿por quien me tomas que no puede con un trago de tequila? - contesté prepotente aunque mis facciones desmentían un tanto mis palabras. Volví al tema principal al recordar su pregunta que aún no había contestado, era bastante fácil poder responderlas.- La primavera es mi favorita. El frío no me gusta, el clima está más templado, hay más luz y más vida. Es raro... que preguntes, me refiero. Creí que esas cosas no tenían interés para ti - dejé asomar mi lengua torpemente excusándome de mi revelación, que realmente había conseguido sorprenderme.- Mi pregunta para ti es... imagina que tuvieses que casarte con alguien, aunque no quisieras pero no tuvieses más remedio que elegir... ¿quién o como sería esa persona?

Asentí, no me sorprendía su respuesta. La primavera suele ganar por goleada a la hora de decidir una estación favorita.

-Mmm... no estoy muy seguro de haber entendido la pregunta. Supongo que dependería de por qué tuviese que casarme... Lo primero que debería decir... supongo que con una mujer, básicamente por eso del matrimonio tradicional. No me importaría mucho el aspecto, cuanto más normal mejor. Dado que sería un matrimonio arreglado no tendría importancia si me gusta o no, bastaría con que pudiésemos convivir cómodamente. Aunque... ¿tal vez prefieras preguntarme mi chica ideal? O, siendo tú, ¿preguntas mi chico ideal?-levanté una ceja, ocultando solo ligeramente mi diversión. Saqué una botella pequeña, hidromiel, y bebí un sorbo. Dulce.- Prueba este, te gustará más que la tequila, ya verás.

Se lo tendí.

Leí el nombre del contenido sin reconocerlo pero lo probé confiando en que me gustaría, el olor era agradable y su sabor dulce aliviaba el ácido del tequila. - Me refiero... - dudé un momento antes de contestar, aunque no tenía mucho sentido intentar esconderlo ahora si él me conocía más que de sobra como para saber cual era exactamente mi pregunta - a chico ideal. De mujeres ni me hables. Además... ¿sabías que está comprobado que es más placentero con otro hombre? - no, no tenía ni idea de ese dato y sí, me lo acababa de inventar pero con un poco de suerte, acerté. - Y a la vista sin duda ganamos nosotros, no necesitamos kilos de maquillaje para estar adorables y naturales nos vemos mejor... No somos tan estirados y a la hora del sexo, se pueden hacer más cosas, más roles y demás para no cansarse - que le quede bien claro, que yo soy mejor que cualquier tipa que pueda elegir.

-Mmm... no, no lo sabía.-saqué otra botella idéntica a la que le pasé a él y di un trago tranquilamente, desechando bastante esa información.- Salvo por la falta de curvas.-repliqué a sus puntos positivos respecto al género masculino, simplemente por picarle.- Entonces... mi chico ideal, ¿no? Mmm... supongo que eso no se puede saber. Por mucho que digas me gusta que sea tal o cual, en realidad nadie elige...-bebí un sorbo.- De todas formas, tendría que ser alguien completamente distinto a mí, porque si no, lo llevaría claro.-opiné.- No por gustarme o no, sino porque directamente dudo que yo pudiese hablar con alguien que se me pareciese, detesto demasiado mi propia forma de ser.- otro sorbo.

- Tantas curvas y sin frenos no puede ser bueno... Además no es que las japonesitas puedan presumir de muchas curvas, últimamente la diferencia entre hombres y mujeres sólo reside en la entrepierna - tampoco podía negar que aún con la falta de curvas, no podía provocarle accidentes... - Aunque no puedas saberlo, siempre hay preferencias... Aún así ¿distinto en qué? Porque también tienes que admitir que como todos, tienes puntos buenos, los que te hacen especial. Tu madurez, tu falta de maldad, tu inocencia, tu ilusión y tus esperanzas y el sincero sentimiento que sientes hacia las personas que logran entrar en tu cálido corazón - tan cálido que ser observado por sus ojos ya me hacía sentir importante, el centro del mundo.

Negué con la cabeza, sonriendo mientras levantaba una ceja, incrédulo.

-Tu visión de mí está deformada. No soy como me ves, con unos ojos a los que he mostrado una parte, créeme, muy poco común de mí. Mi madurez no es algo que me enorgullezca del todo, aunque sí en algunos momentos, otros desearía ser un niño. Con mi falta de maldad supongo que te referirás a en lo concerniente a ti, y si supieses todos verías que no soy tan bueno.-si lo fuese me alejaría de ti, te dejaría marchar para no hacerte daño, confundes con bondad un acto egoísta.- De inocencia no hablemos, porque no me queda un solo gramo.-antes de que preguntase por eso seguí hablando.- En cuanto a esperanza no me queda otra, es eso o tirarme por ahí.-señalé con el pulgar a la ventana.- Y no me gusta mucho la segunda opción.-bromeé.- Pero sí que eres importante para mí.-concedí al final, a sabiendas que él era consciente de que solo podía incluirse a sí mismo en ese saco. Por otro lado... aunque le había dicho muchas cosas, era raro en mí decirlo tan directamente. Parece que ya se había vuelto más natural para mí, el entender que realmente tenía algo preciado. Bebí de nuevo de la botella.- Pero nos estamos desviando del tema, me toca a mí preguntar.-volví a sonreir... qué facil parecía ser feliz en estos momentos. Me dolían los musculos de la cara de tanto sonreír, pero no era para menos tras tantos años sin ejercitarlos.- ¿Tus comidas favoritas? Incluyendo postres, sabores...

- Quizás... - cedí a lo que decía sin querer reparar demasiado en cada detalle, sólo sabía que no lograría su auto-aceptación. En algunos momentos, muy escasos, lograba ver un niño en él, aunque fuese sólo un espejismo, una ilusión mía o un engaño de mi mente. Pero tenía curiosidad por saber si también otros lograban ver a ese niño.

- No te tiras por ahí... Porque sabes que si lo haces, yo iría detrás tuya a donde vayas - medio broma, medio en serio. - Y si lo hicieses, entonces retiraría lo dicho de que careces de maldad y no sería capaz de perdonártelo nunca, por haberme quitado la vida - debo de estar sonando hipócrita pero sé que nunca sería capaz de hacer un daño así sabiendo que soy importante para alguien, que alguien llorará mi perdida es motivo suficiente como para seguir en pie con tal de no ver más lágrimas.

A pesar de la ligera seriedad que empleaba, no desaparecía mi sonrisa, a la cual le quedaban horas para borrarse gracias a su declaración. Oírlo daba más fortaleza a sus sentimientos, expresarlos era un gran paso.

- ¿Comida? - ahora sí, esta pregunta no me la esperaba, sobretodo por lo... absurda dado que sabía sobre mi falta de gusto para la comida - no sé... cualquier cosa me gusta, prefiero antes la bebida, aunque en todo caso elegiría algo dulce... - bizcochos, demasiado empalagosos; galletas, estaban bien pero es difícil encontrar las mejores entre tantas -¡chocolate caliente a la taza! Eso cuenta como medio bebida, medio comida, ¿no? Es que es tan humeante y cuando soplas se forma una telita de chocolate y sentirlo fundirse en tu boca y al tragarlo como te recorre un calorcito... me encanta - las ganas que me entraron a mí ahora te tomarme una tacita, lo que daría por solo un sorbito...

-Cruel...-repliqué bajito, con voz clara para ser oído.- Eso no vale.-me quejé.- A todo el mundo le gusta el chocolate, y no es una comida... Pero supongo que pase...-permití a regañadientes, habían más cosas que quería saber, y para eso seguiría el juego.- Te toca, pregúntame.

Bajé la mirada a mis piernas al notar la ausencia de movimiento, descubriendo que Ame se había quedado plácidamente dormida, con una patita colgando. Presentaba una imagen adorable.

Compuse una risa burlona mientras hacía tiempo pensando en la siguiente pregunta, esperando poder pillarlo esta vez y bebiendo otro poco de la bebida.- Para la siguiente pregunta necesito sinceridad absoluta... ¿cuánto te mide? Aunque no lo hayas medido nunca, sé que eres bueno en matemáticas y sabrás averiguar la medida tú solito - o si ni aún así, siempre podría medir ahora... Era un tema normal a tratar entre hombres y el alcohol ayudaba, el alcohol siempre ayuda a perder la vergüenza e intentar hacer como que realmente no me interesaba la respuesta.

-No lo sé, elijo prueba, o prenda, o lo que sea.-repliqué. Conste que:

1. No estoy borracho.
2. Esa pregunta me parece de lo más absurda.
3. Realmente no tengo mi idea, no es mi mayor pasatiempo el mirármela.

Le miro esperando, no sé si ante la negación a una pregunta corresponde prueba o prenda y espero que me lo aclare. Nunca he jugado, después de todo.

- Prenda - contesté automáticamente, aunque no me conocía muy bien las reglas y no estaba seguro de que así fuese, pero si no... pues escribo yo las reglas y punto. - Porque además eso de que no lo sabes permíteme dudarlo... Lo que pasa es que en el fondo eres un tímido que le da vergüenza admitirlo porque sabes que ahí te gano...

-Olvidas que ya te la he visto, y te aseguro que su tamaño no me impresiona.-respondí. Levanté un ceja y me estiré con cuidado de no despertar a Ame para quitarme la parte de arriba del pijama. El efecto tonificante del baño había pasado ya un poco y me estremecí por el contacto directo con el aire de la habitación, frío por el tiempo que la ventana estuvo abierta.

-Supongo que me toca a mí. ¿Cuál es tu canción favorita?-pregunté recordando las canciones que me regaló, ahora guardado en la mesita que a menudo abandonaba.

- ... - golpe bajo y nunca mejor dicho - y tú olvidas que mientras tú tendrás una, yo tendré dos. Además no pudiste tener suficiente tiempo para fijarte demasiado a no ser que estuvieses muy atento...- por ejemplo, como ahora lo estaba yo recorriendo con mi vista su torso que jamás me cansaré de verlo - a mañana no llegarás vivo... - murmuré para mis adentros.

- Mi canción favorita... Me da algo de vergüenza admitirlo, era una que escuchaba mucho de pequeño. Aún sin entenderla, ya era tan hermosa como su idioma y el significado de sus palabras, insuperable. Está tan llena de sentimiento que me pone la piel de gallina siempre que la escucho. No recuerdo quien la cantaba pero se titulaba “Aimer”, creo que era de una ópera de Romeo y Julieta... - mi vista se elevó durante un pestañeo para volver a agacharla avergonzado, buscando ver sus ojos para recordar su claridez y brillo que le proporcionaba el reflejo la tenue luz. Sentía tantas ganas de entonarla que no me importó la presencia de alguien más y comencé en voz suave.

- Aimer c'est ce qu'y a d'plus beau... - amar es lo que hay más bonito. - Aimer c'est voler le temps et brûler au coeur d'un volcan - amar es robar el tiempo y arder en el corazón de un volcán.- Aimer c'est c'que y a de plus grand... - amar es lo que hay más grande. - Aimer c'est brûler ses nuits - amar es quemar sus noches.- Aimer c'est payer le prix et donner un sens à sa vie... - amar es pagar el precio y dar un sentido a su vida...

-¿Qué dices?-pregunté al oírle murmurar algo que no entendí.- No te escuché bien...

Mis ojos relampaguearon en reconocimiento de los suyos una sola vez cuando me miró antes de que volviese a bajar los ojos... y apuesto mis pinceles a que sé lo que mira. Durante la canción en cambio casi palpé su abstraimiento.

-No la conozco... Cosa no muy extraña porque nunca fui a la ópera, y detesto Romeo y Julieta... Parece bonita.- no aclaré que para mí lo bonito era más su voz que la canción, ni lo dejé relucir, ya bastante hacía. Metí hacia dentro cualquier sentimiento por la letra, era preferible encerrar mis sentimeintos, porque dolían cada vez que les prestaba una mínima atención. A quien escribió la canción le faltaba lo doloroso que podía resultar. Hasta qué punto quemaba las entrañas de uno el amor cuando se veía imposible...

- ¿Por qué detestas Romeo y Julieta? - sentí curiosidad por el extraño dato tan poco corriente. Dejé la botella sobre la mesa de noche sin fijarme ni en cuanto bebí de ella al final, ya que después de cantar la canción me habían entrado unas ganas imparables de descansar y relajarme, o quizás fuese que la dosis de alcohol ya empezaba a hacerme flotar la cabeza. Tuve cuidado en no despertar a Ame cuando la acompañé posando mi cabeza también sobre las piernas de Kei, cerca de su vientre en busca de calor al notar como un escalofrío recorrió mi cuerpo. Cerré los ojos despierto y pendiente de la conversación. - ¿Qué momento de tu vida te gustaría volver a vivir? - hice la pregunta ya que había llegado mi turno, con voz lánguida, descubriendo que era en ello en lo que andaba pensando en este periodo de silencio.

Parece que no sería posible ver el amanecer del año nuevo. Miré el reloj de la mesita: las tres. Aún faltaba, de modo que solo quedaría dormir yo también.

-Lo detesto...-acaricié su cabello con la mano, dejándole acomodarse bien en mi regazo. Yo aún no tenía sueño, no como para tumbarme, aunque sí que el alcohol me tentaba a cerrar los ojos y dejar volar los pensamientos. Tras la pequeña pausa, como quien piensa en la forma exacta de expresar sus pensamientos, continué, aunque si yo me había detenido era más bien para disfrutar del tacto del cabllo al deslizarse entre mis dedos. Yu no tenía por qué saberlo tampoco.- Porque... lo detestaba de pequeño, supongo... Porque... de pequeño aún creía que el amor era algo bonito que salvaba a las personas... porque... me parecía ridículo llamar amor a la obsesión pasajera e infantil que tenía por Julieta... porque... es imposible enamorarse en una sola noche simplemente con intercambiar tres palabras... porque... odiaba a ese Romeo de sentimientos tan volátiles, y acciones descontroladas que solo dañaban a la persona que decía amar... y porque odiaba que Julieta encontrase ese final. Me agradaba Julieta, más que Romeo por lo menos. A pesar de que solo era una niña, trece años.

Hablaba entre murmullos para no disturbiar el ensoñamiento de Yu. Él parecía atento entre los velos que cubrían sus ojos de cansancio.

- Si tuviese que elegir un momento que revivir...-continué tras una pequeña pausa.- ¿Te cuento un secreto? Uno mío, que nadie sabe. Ni tan solo una de las escasas personas que intentaron acercarse. Es algo que casi deseo más que irme de casa. Casi. Pospondría mi huída si con eso pudiese lograrlo.-entrecerré los ojos, con una triste nostalgia tan profunda que temí que se desbordase. Bajé la voz hasta que apenas fue audible.- Querría repetir el día que nací. Darle al botón del reset para volver a verlo ahora. Y volver a ver a mi madre. No recuerdo a mi madre, no guardo una sola memoria de ella, ni de sus ojos, ni de su sonrisa, ni nada. Me gustaría volver a verla. Me gusta pensar que ella me quería. Y... cuando la viese, le pediría que no me tuviese. Impediría... que pasase todo... y ya no importaría nada.-agradecí que mis ojos no derramasen lágrimas, el dolor era más interior.- Eso... es lo que haría.

Me quedé en silencio mientras hablaba, haciéndome el dormido pero pendiente de lo que decía y pensando en ello, aunque su opinión sobre Romeo y Julieta me perdió un poco. Nunca me había planteado verlo de esa forma y al parecer sólo Kei era capaz de ver algo así. - El amor es bonito... y salva a las personas - susurré tan bajito que si no fuese por el silencio absoluto que había, nunca hubiese logrado oírlo. Yo aún lo creía porque estoy seguro de que así sería si estuviese con Kei.

Aunque no lo veía, podía notar la tristeza en su monótona voz. Era tan hermoso por el deseo de ver a su madre y sentir ese amor maternal, como triste. Kei prefería no haber nacido, era un hecho claro y que dolía admitirlo, tanto a él como a mí. Si yo pudiese cambiar su opinión, lograr que se sintiese afortunado de haber nacido, saber la solución... tan sólo eso bastaría para no hacerme dudar ni un segundo en hacerlo, cualquier cosa para acabar con eso.

No agregué nada, todo opinión me la guardaba aunque el sabía que en estos momentos compartía su sufrimiento. Que mis ojos permanecieron cerrados hasta cuando me incorporé ligeramente entre la oscuridad para no dejar que ninguna lágrima se derramase. Sabía que aunque los abriese, me impedirían ver con claridad. Un movimiento suave, deslizándome sobre su regazo, un contacto sutil, mis labios besando su mejilla.

El contacto de mis labios calientes con su piel fría me hizo sentir culpable y después de los segundos que duró el gesto con el que pretendía aliviarle, recogí la camisa de su pijama y le ayudé a colocársela para volver a acostarme sobre sus piernas, como si nada hubiese pasado y volviendo a hacerme el dormido. Removí un poco la cabeza sobre su regazo tal minino en busca de que le acaricien. - Será bonito...

Entrecerré los ojos al sentir sus labios en mi mejilla, y un dolor sin nombre me atravesó el pecho. Si no fuese porque hacía tiempo perdí la capacidad de llorar, las lágrimas correrían ahora por mis mejillas. No le miré mientras colaboraba con la camisa, negándome a dejarle ver mi desolación. Terminada la tarea dejé caer los brazos, sin acariciarle, no tenía el ánimo. Bajé los labios hasta cerca de su oído y renegué, con un tono de voz tan impersonal que en lugar de esconder el sufrimiento parecía maquillarlo de forma sumamente torpe.

-No, Yu. Yo no puedo permitirme amar.-la palabra "permitirme" bailó un momento en el aire.- Yo no debo amar, Yu, eso no me salvaría, solo me llevaría a compartir el final de la obra de teatro.-caer como Romeo, insensato, y Julieta, perdida desde el principio.- Romeo cayó por su estupidez, yo caería simplemente por descuidarme. No me llevaré ninguna Julieta conmigo.

Volví a incorporarme y me apoyé en la pared junto a la cama, mirando por la ventana, con la cabeza embotada pero no por el alcohol.

"No me dejes solo. No quiero volver a quedarme solo aquí, en este cuarto pequeño y oscuro en que se han convertido mi mente y mi corazón." Deseaba decir eso, pero no podía, el mismo propio sentimiento lo impedía. "Brilla afuera si es necesario, escapa por la ventana, pero no permitas que tu luz se extinga por el frío viento que siempre sopla en mi alma." Ambos pensamientos rugían en tormenta turbulenta. Siempre ganaba el segundo, pero tenía miedo, mucho miedo de que en un descuido, se me escapase mi primer deseo, y de que Yu, en su infinita estupidez, decidiera concedérmelo.

¿Faltaría mucho para el amanecer? Ya no tenía sueño, no me descubriría con los ojos cerrados esa noche.

Apreté en puño mi mano agarrando la tela de su pantalón con fuerza y rabia acompasando a mis párpados. Ahora era yo quien negaba repetidas veces en ligeros cabeceos. - No lo digas... - murmuré con voz suave y quebrada por la mitad - no quiero que lo digas... - aunque ya estaba dicho, mis oídos no querían volver a escucharlo, quería negar de esa idea, porque sabía lo que sus palabras significaban, que no era algo que simplemente decía por decir.

- Por favor... no lo digas - sino que era el problema, nuestro impedimento para poder estar ¿juntos? ¿Podría existir alguna vez esa palabra para nosotros? - Si lo dices... sólo duele más - si sabes que te amo, que me des realismo de mi situación, de nuestra situación, no ayuda, sólo hace que duela más recordarlo. No quiero vivir esta realidad, quiero entrar en el sueño para poder imaginar.

No, yo no era la suficiente fuerte para no dejarme dominar por mis emociones, no eran suficiente fuertes mis párpados para evitar el inundamiento. Ningún sonido, ningún gemido ni ningún llanto se escuchó, sólo gotas de agua resbalando fríamente. No tardaría en notar la humedad en su pantalón, pero sólo rogaba que Morfeo me apartase de la realidad antes de que empeorase.

-Shh...-dejé de mirar por la ventana al sentir el agarre de Yu en mi ropa.-Shh...-susurré de nuevo. Posé mi mano de nuevo en su cabeza e hice una leve presión para hacérsela asentar.- No llores, no es tan triste Yu...-sabía que no se refería a eso, lo sabía, pero era más sencillo para ambos apartar lo evidente. Comencé de nuevo a pasar mis dedos por su pelo, con tranquilidad, y enmascaré mis sentimientos lo suficiente para poder mirarle.- Está bien, no tengas miedo, dime, ¿qué temes? No hay nada que debas temer ahora, sigo aquí. Cálmate, Yu.-pronunciaba su nombre una y otra vez, sabiendo que le agradaba y relajaba esa distinción que le hacía.- Está bien, no me marcho, ni me voy a marchar, seguiré aquí mañana cuando despiertes. Seguiré aquí el día siguiente y el siguiente y muchos más. No te preocupes por algo tan insondable como es el futuro ahora.-mi mano pasó a acariciar también con cuidado su cara, en un intento de arreglar la inquietud que le había causado.- Por ahora duerme, ¿de acuerdo? Un nuevo año acaba de empezar, y aún nos queda mucho por delante, a ti y a mi. Ahora descansa... yo seguiré aquí mientras duermes, ¿si?-y lo sellé con un beso ligero en la frente.

¿Por qué preguntas si sabes que es lo que temo? No me pidas que no esté triste por un amor que nunca llegó y que es imposible. Bien sabes que no es por miedo a perderte, sino por esta impotencia que siento de no poder conseguir lo que más quieres y tener que aceptar la idea de la derrota. Y mientras más te veo, más me lo recuerdas sin que tengas que decírmelo, pero también recuerdo que no soy el único que tiene motivos para llorar de su propia desgracia y que no puedo dejar hundirme tan fácilmente, ni caer en el ciclo sin fin de la obsesión cuando nos negamos a aceptar lo inevitable. Pero sólo por esta vez, permíteme no poder con ello y desahogarme.

No contesté por querer parecer ausente, que no escuchaba lo que decía, hacer como que dormía y mi corazón no dolía ni mis ojos lloraban. Sabía que no te marcharías, creí en ti y eso me aliviaba aunque fuese una parte, ya que incluso tu consuelo me dolía por sentirme tan egoísta como para permitir que seas tú quien este calmándome a mí. No lo merecía, tan simple como eso, la sencilla razón que me hizo controlarme al menos delante de él e intentar dejar de llorar a la vez que alejaba mis pensamientos de este mundo, dedicando mi atención exclusivamente a sus caricias.

No dejé de acariciarle y sentí mi corazón aún más pesado que antes.

-Ven aquí...-murmuré por lo bajo. Cogí con cuidado a Ame para echarla sobre la toalla del suelo, donde se acurrucó conforme. Me tendí entonces en la cama y tiré de Yu para que se tumbase a mi lado, con cuidado de no moverle en exceso para no desvelarlo. Le tiré la manta por encima, sin taparme yo. No dije nada, no sabía que decir para consolarle sin condenarle. Lo siento, Yu, no tienes idea de hasta qué punto. Mi mano retomó sus idas y venidas sobre su cabello.- Es tarde y ya han pasado muchas emociones hoy... salir a celebrar el año nuevo, playa en invierno, fuegos artificiales, Ame... No estés triste precisamente hoy Yu... hoy debería ser un día que no solo comenzase sino que también terminase feliz...-suspiré.